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Mohamed Abdelaziz: lucha, muro y olvido

“Hay geografías que te arrebatan el alma. Entornos que te vampirizan. Que te vacían y te modelan para llenarte por siempre de un tiempo y un espacio de imposible olvido. Al fin, también somos paisajes que pasamos sobre otros. Sólo nos separan de ellos la cadencia del transcurrir. Ocres y azules pueblan una paleta que hubiera embriagado el alma de Monet. Una implacable agresión impresionista en la que la fuerte luz sobre los objetos desplaza a las formas.  La Punta Durnford, en la Playa de La Sarga, es el extremo sur de la Península de Ad Dakhla. La espalda al mar, uno se encuentra en la entrada del desierto. En la entrante del Sahara, que eso significa en árabe Ed Daajeila es Saharia. Absoluta soledad para invisibles segunderos que de sed han quedado quietos. Grandiosa y envolvente burbuja herida de sol, detenida por el tiempo, donde las olas construyen encrespadas colinas blancas cuando se acercan a la orilla. A más de dos kilómetros de la colina donde me encuentro, que aquí los ojos no temen al horizonte, las pupilas se rinden hipnotizadas ante planicies de arena moteadas por lagunas teñidas del rosa de las colonias de flamencos. Y los macizos salvajes de plantas crasas que nunca han tenido miedo al sudor, el viento o la sal gozan esa libertad que todos hubiéramos querido tener como amante. Agua y silicio, dos de los elementos más abundantes en el planeta. Estoy con ellos y en ellos. Y sé que soy muy poco más que una frágil  jarra derramándose en la aridez”. (Del libro Aquello que enterró la arena. Jorge Batista Prats. Anroart S.L.).

Mohamed Abdelaziz, presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) fallecía como consecuencia de un cáncer de pulmón cuando las islas acababan de celebrar el Día de Canarias, el 30 de mayo de 2016. Las casualidades siempre han sido objeto de polémica. ¿Existen? ¿No existen? Es un debate abierto ad eternum, pero lo cierto es que entre dos geografías unidas desde siempre por lazos de amistad se comparte un hecho luctuoso que, tal vez, marque nuevos senderos en el denominado contencioso del Sahara, que se mantiene entre el Reino de Marruecos y el Frente Polisario. Fue la agencia de noticias EFE, la que trasladó al mundo el óbito del líder guerrillero, al que algunos analistas han llegado a definir como El Che del Sahara. La Secretaría Nacional del Frente Polisario confirmó que Abdelaziz murió “tras una larga batalla contra la enfermedad”, aunque no especificó dónde se produjo el deceso ni la causa final. Ahora, según establece el articulo 49 de la Ley Fundamental del Polisario, será el presidente del Consejo Nacional quien ocupará de forma interina la Secretaría General del Frente y la presidencia de la República. 40 días de luto han sido decretados para honrar el último adiós a Abdelaziz. Tras ellos, un congreso extraordinario elegirá a su sucesor, según destacó Mohamad Hama, jefe del gabinete del primer ministro saharahui, Abdelkader Taleb Omar. Aunque éste no especificó a la prensa quienes serán los integrantes de ese congreso, sí advirtió que, “aunque la noticia sea muy dura de digerir, no influirá en la determinación de los saharauis de proseguir con su lucha”. Así, quiso dejar claro que “vamos a seguir luchando. Vamos a seguir persiguiendo nuestro objetivo. Todos somos Mohamed y mañana todos seremos el nombre del nuevo líder. En nuestro pueblo hay muchos líderes, mucha gente que puede proseguir con nuestro objetivo, que es la libertad para el pueblo saharaui. Seguiremos adelante aunque tengamos que morir en el campo de batalla”.

41 años en batallas de fuego y palabra

El año pasado, Mohamed Abdelaziz concedió en Madrid, en un hotel muy cerca del Congreso español de los Diputados, una entrevista al periódico El Mundo, en la que manifestó su deseo de que, aunque no revelada oficialmente su grave dolencia, el Frente Polisario “elija a un nuevo secretario general”. La entrevista se realizó el día 14 de noviembre, la misma fecha en que 41 años atrás, en 1975, se firmó el denominado Acuerdo Tripartito de Madrid por el que España abandonaba el Sahara Occidental y se lo cedía a Marruecos y Mauritania. No obstante las manifestaciones de Abdelaziz y la admisión por su parte de criterios manifestados en los campos de Tinduf, en el sentido de que era necesaria “una renovación”, fue de nuevo elegido secretario general. Según ha informado el portal marroquí Le360.ma., el pasado mes de marzo, el político independentista se sometió a un trasplante de pulmón, aunque no señala dónde fue realizada la difícil operación quirúrgica.

La desaparición de Abdelaziz acontece en un momento que, aunque a escala regional el tema ha vuelto a ponerse en ebullición, coincide en la práctica con el olvido del problema por parte de la comunidad internacional que, aunque se implica en la ayuda humanitaria – Canarias en primer lugar - ha acabado por abandonar las presiones políticas para dejar en manos de la ONU la solución al conflicto. Conflicto que no se ve de igual manera por las partes enfrentadas, sobre todo en lo que se refiere a los pronunciamientos diplomáticos. Rabat actúa en silencio mientras que el Polisario muestra públicamente su decisión de volver a la lucha armada si en breve no hay una solución negociada. El eje del problema – el referendum para la autodeterminación – pasa por el desacuerdo sobre quienes tienen derecho a votar.

La visita a la zona durante el pasado mes de marzo de Ban Ki-moon, penúltimo secretario general de la ONU, al final de su mandato, lejos de ser un paso adelante puso de manifiesto que el acuerdo Marruecos – RASD no va ser ningún camino de rosas. Y ello si hay acuerdo, puesto que para Rabat la independencia está absolutamente descartada.  Aunque Ban llegaba para relanzar el diálogo, que había quedado en stand by desde 1991, cuando se creó la Minurso, su visita no puede calificarse más que de fracaso ya que el rey Mohamed VI ni siquiera lo recibió. A mi juicio, el referendum no se celebrará. Por reducción al absurdo: uno de los posibles resultados está descartado de antemano. Que la consulta se convierta en plebiscito ya ganado de antemano por Rabat es la única salida que cualquier observador atento y libre de entelequias y visceralidad puede contemplar en estos momentos. Autonomía, sí. Estado libre, en absoluto. Esa es la filosofía marroquí al respecto. El tiempo, obviamente, juega en contra de la RASD. Marruecos está realizando fuertes inversiones en el Sahara y, además, está colocando a saharauis al frente de muchas instituciones. Sobre este particular, basta con señalar, como ejemplo, que Ahmedu uld Suilem fue el anterior embajador en Madrid del reino alauita. Y Suilem es saharaui, no ningún colono. Asimismo, hay muchos otros saharauis trabajando en ciudades marroquíes dentro de la administración del Estado.

Muro y geopolítica

Independientemente de ideologías, de filias y fobias, de pensamientos y vísceras, de deseos y realidades, lo cierto es que la dureza de la vida en los campamentos de refugiados en Argelia ha hecho también nacer y crecer una corriente renovadora que ya el fallecido Abdelaziz había contemplado sin género de dudas. Como en todos los problemas de esta índole, la propaganda y contra propaganda juegan un papel esencial. Mientras que el Frente Polisario ha basado su estrategia en la defensa de los Derechos Humanos, Rabat mantiene una diplomacia que en el contexto geopolítico mundial le ha dado excelentes resultados para consolidar sus tesis. Así, Argelia ya no es un apoyo incondicional para la RASD, Gaddafi murió y las grandes potencias no están por forzar a Marruecos a nada. Un reciente análisis del periódico El País señala lo siguiente: “... Su capacidad de maniobra es limitada (la del Polisario), ya que depende en buena parte del sostén que le ofrece el Gobierno de Argelia, que acoge a más de 100.000 refugiados saharauis. En plena caída de los precios del petróleo, lo último que debe pensar el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, es en iniciar una guerra con Marruecos. Así que la vía diplomática, por más tortuosa y difícil que parezca, es la opción más segura que tiene el Frente Polisario de conseguir un referéndum en el Sahara Occidental”. El Sahara, que no es sólo el Sahara Occidental, va desde el Océano Atlántico hasta el Mar Rojo, y la zona del Sahel está ocupada por países pobres, inmensos e incapaces de controlar sus propias fronteras. Para Occidente, Marruecos es un muro de contención del islamismo más radical en una geografía de gran importancia: la entrada al Mediterráneo y, consecuentemente, el acceso a Europa. Rabat trabaja en silencio y, hace escasos meses, consiguió firmar un importante acuerdo comercial con Vladimir Putin, al que la UE puso sanciones con motivo de la crisis de Ucrania. Rusia se asegura el abastecimiento de productos hortofrutícolas – el reino alauita cada vez produce más y a precios muy competitivos – y, a cambio, apoya al país africano con inversiones al desarrollo, aparte de dotarlo de equipamientos,  ayuda técnica para infraestructuras y armamento. Marruecos ya posee un submarino ruso de última generación que vigila el Estrecho.

El Muro. The wall. Ha sido, pese al rechazo de las organizaciones humanitarias y la mayor o menor vista gorda de los países más fuertes del planeta, una baza decisiva de Marruecos para asegurar su proyecto de Gran Magreb. Comenzó a construirse en 1980 para mantener fuera del alcance de los guerrilleros saharauis los dos tercios del Sahara Occidental donde se encuentran las minas de fosfatos de Bucraa, así como la zona costera - el que fuera famoso banco pesquero canario-sahariano - que es de una gran riqueza. Rabat destacó que los objetivos del muro, llamado como tantos otros de la vergüenza, eran: proteger de acciones militares saharauis a las ciudades más importantes. Asegurar los yacimientos de fosfatos y la riqueza pesquera. Crear una concentración de fuerzas para una mejor defensa. Eliminar o reducir al máximo el factor sorpresa en posibles acciones militares o de sabotaje. Obstaculizar cualquier ofensiva o acción armada y controlar e impedir el efecto guerra de guerrillas.

¿Y ahora qué?

Con la muerte de Mohamed Abdelaziz, los observadores y analistas más independientes sostienen que se abre una nueva etapa para el contencioso del antiguo Sahara Occidental Español. Todos coinciden en que, en la coyuntura que vive el mundo, parece muy difícil que el Frente Polisario pueda recurrir a las armas de nuevo. Eso sólo sería posible dentro de un contexto de guerra mucho más amplia que, de una u otra manera, afectara a la geopolítica y estrategia mundial. Ninguna de las potencias occidentales parece dispuesta, aunque prefieren nadar y guardar la ropa, a apoyar un nuevo Estado en el Sahara. ¿Cómo se formaría esa nación?¿De dónde vendrían los recursos económicos? ¿En qué esfera de lo ideológico quedaría inmersa? ¿Quién movería realmente los hilos?  Hasta los partidos políticos españoles que siempre han apoyado un Sahara libre han bajado sus presiones y reivindicaciones. Por otro lado, sólo los ciegos cuestionan que es imposible mantener a una población viviendo indefinidamente en campos para refugiados mientras se suceden las generaciones. De inmediato, surge la contestación. Y la rotura de la cohesión interna en la RASD supondría un grave revés para sus pretensiones. Dentro de unos 40 días, un Congreso Extraordinario elegirá un nuevo líder para el Frente Polisario. Entonces, comenzará otra historia dentro de la historia de una reivindicación que, por el momento, se ha colocado más cerca del olvido que de los logros y avances. La reciente visita de Ban Ki-moon puso de manifiesto claramente que una cosa es lo que diga la ONU y otra muy distinta lo que en la práctica se aplique o realice.

“Hay geografías que te arrebatan el alma. Entornos que te vampirizan. Que te vacían y te modelan para llenarte por siempre de un tiempo y un espacio de imposible olvido. Al fin, también somos paisajes que pasamos sobre otros. Sólo nos separan de ellos la cadencia del transcurrir. Ocres y azules pueblan una paleta que hubiera embriagado el alma de Monet. Una implacable agresión impresionista en la que la fuerte luz sobre los objetos desplaza a las formas.  La Punta Durnford, en la Playa de La Sarga, es el extremo sur de la Península de Ad Dakhla. La espalda al mar, uno se encuentra en la entrada del desierto. En la entrante del Sahara, que eso significa en árabe Ed Daajeila es Saharia. Absoluta soledad para invisibles segunderos que de sed han quedado quietos. Grandiosa y envolvente burbuja herida de sol, detenida por el tiempo, donde las olas construyen encrespadas colinas blancas cuando se acercan a la orilla. A más de dos kilómetros de la colina donde me encuentro, que aquí los ojos no temen al horizonte, las pupilas se rinden hipnotizadas ante planicies de arena moteadas por lagunas teñidas del rosa de las colonias de flamencos. Y los macizos salvajes de plantas crasas que nunca han tenido miedo al sudor, el viento o la sal gozan esa libertad que todos hubiéramos querido tener como amante. Agua y silicio, dos de los elementos más abundantes en el planeta. Estoy con ellos y en ellos. Y sé que soy muy poco más que una frágil  jarra derramándose en la aridez”. (Del libro Aquello que enterró la arena. Jorge Batista Prats. Anroart S.L.).