Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia, Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.
Un monaguillo con sueños en la mochila
Y en el comienzo fue la síntesis: un señor que gobierna en minoría, con sólo el 18% de los votos de los canarios, tras expulsar del templo a los pesocialistas sin intervención de los obispos, se sube a la tribuna, no para analizar el estado de la nacionalidad, que es el hoy, sino para prometer planes a años vista –largo me lo fiais maese Clavijo- en todos los sectores económico/sociales habidos y por haber, con el loable fin de que Canarias ascienda a los cielos alada de coros de ¡Aleluya! por parte la sociedad civil, unida, hermanada, cohesionada, evolucionada y rica. Es decir, el presidente de un Ejecutivo sin apoyos consolidados en el Poder Legislativo se permite establecer planes de futuro como si su figura o la de su partido hubieran sido investidas de eternidad. Aunque luego dice textualmente y varias veces “en el futuro, ya veremos”. La paradoja explosiona de inmediato: si no existe verdad en el presente, cómo podemos esperarla del mañana. ¿Cómo confiar en venires que vienen de ignorancia, falsedades y oscurantismos? Es obvio que estamos ante las ensoñaciones, más que de un economista, de un monaguillo de talante zapaterino que anuncia fumatas blancas pero desconoce cómo funciona el botafumeiro.
Es conveniente advertir que ese que habla con oratoria menor y en tono de buen rollito desde aquel lugar donde, dicen, habita la soberanía popular, no es más que un empleado de la sociedad civil, como todos los demás que se sientan en los escaños. Al igual que en cualquier empresa se exigen resultados y no peroratas virgílicas, en política también lo importante son las obras, los logros, los hechos. El título de la representación: Debate sobre el Estado de la Nacionalidad, ya indica que se trata de analizar cómo estamos y no desviar la atención a la ficción del “yo prometo que si hacemos lo que prometo estaremos donde prometo en el tiempo prometido”. No. Esa operación se denomina escurrir el bulto, salirse por peteneras, arrancarse por bulerías, echarle millo a la baifa e, incluso, mirar para los celajes. Molière estuvo muy acertado cuando dijo que “el público admite el error pero no aguanta el sopor”.
El señor Clavijo da por válido el marco que dibuja el PP a escala nacional (montando la mesa de trileros con datos macroeconómicos falseados o interpretados a su manera) y, con un desconocimiento y atrevimiento que espantan, considera que la crisis está superada y que 2017 será un gran año. Ignora, o se hace el tonto, que los grandes problemas del Archipiélago son estructurales, no coyunturales. El monaguillo sabe más que el Papa acerca de lo que se cuece en intramuros vaticanos. D. Fernando está por encima del Fondo Monetario Internacional, del Banco Central Europeo y de la Reserva Federal norteamericana. En ello coincide, como no podía ser de otra manera, con Mr. Antona, de tal modo que lo más importante de los discursos de ambos fueron los arrumacos que se profesaron entre líneas. Un primerizo hubiera dicho enseguida: “¿Has visto la leña que le ha dado Antona a Clavijo?”, sin saber que eso formaba parte del guión. Muerto Soria, se acabó la rabia y el nuevo líder popular, una vez desactaviado, descardonado y desbentado, debía ganarse el puesto haciendo babear a su clá. Pero no podía llegar a cuestionar la figura de aquel a quien denominan el mejor Alcalde. No. No señor. Por una razón: los apepeperos necesitan el voto de Anita para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado y están a la caza y captura del apoyo de Román vía Quevedo, en base a nuevas promesas sobre la denominada Agenda Canaria, que es bastante peor que la Moleskine que usaba Picasso y otros genios del arte. De modo que Antona dio unos cuantos latigazos pero, rápidamente, sacó el agua oxigenada, el betadine y las tiritas, para ofrecerse en aromas de pomada emoliente al aloe de cara a construir esa Canarias idílica que únicamente aparece en isas y folías. Lo que dijo el compañero de Australia, sin llegar a los antípodas, tendría que haber acabado al menos sugiriendo bajar del sillón a CC. Pero no, eso no, la moto es sólo mía, sólo mía, aunque en términos políticos el panorama sea esperpéntico.
Noemí Santana, de Podemos, aunque evidenciando una inegable falta de tablas y capacidad incisiva, sí habló de lo que hay sobre la mesa. Que no es otra cosa que unos índices socioeconómicos para salir como alma que lleva el diablo de este territorio discontinuo y desconcertante. Diga lo que diga la cifra de crecimiento del PIB y sus demenciadas extrapolaciones, digan lo que digan los efímeros datos sobre el crecimiento del empleo -estacional y basura- prométase lo que se prometa sobre las listas de espera, los discapacitados y los dependientes, el turismo de calidad, la Educación, el Fondo de Desarrollo y la Ley del Suelo, lo cierto es que lo que hay es lo que hay y, además, está a la vista. De ello no quiso hablar Clavijo. Él profesa una esperanzadora esperanza cristiana, de modo que han quedado abiertas puertas y ventanas para abrazos, besos y bocadillos de chorizo de Teror. Al fin, todo es un juego y por ello se habla del juego político. ¿Qué podemos esperar, si hasta Soria defiende ya la masiva llegada de inmigrantes ante una masa enfervorecida de cerca de 30 personas?
Y en el comienzo fue la síntesis: un señor que gobierna en minoría, con sólo el 18% de los votos de los canarios, tras expulsar del templo a los pesocialistas sin intervención de los obispos, se sube a la tribuna, no para analizar el estado de la nacionalidad, que es el hoy, sino para prometer planes a años vista –largo me lo fiais maese Clavijo- en todos los sectores económico/sociales habidos y por haber, con el loable fin de que Canarias ascienda a los cielos alada de coros de ¡Aleluya! por parte la sociedad civil, unida, hermanada, cohesionada, evolucionada y rica. Es decir, el presidente de un Ejecutivo sin apoyos consolidados en el Poder Legislativo se permite establecer planes de futuro como si su figura o la de su partido hubieran sido investidas de eternidad. Aunque luego dice textualmente y varias veces “en el futuro, ya veremos”. La paradoja explosiona de inmediato: si no existe verdad en el presente, cómo podemos esperarla del mañana. ¿Cómo confiar en venires que vienen de ignorancia, falsedades y oscurantismos? Es obvio que estamos ante las ensoñaciones, más que de un economista, de un monaguillo de talante zapaterino que anuncia fumatas blancas pero desconoce cómo funciona el botafumeiro.
Es conveniente advertir que ese que habla con oratoria menor y en tono de buen rollito desde aquel lugar donde, dicen, habita la soberanía popular, no es más que un empleado de la sociedad civil, como todos los demás que se sientan en los escaños. Al igual que en cualquier empresa se exigen resultados y no peroratas virgílicas, en política también lo importante son las obras, los logros, los hechos. El título de la representación: Debate sobre el Estado de la Nacionalidad, ya indica que se trata de analizar cómo estamos y no desviar la atención a la ficción del “yo prometo que si hacemos lo que prometo estaremos donde prometo en el tiempo prometido”. No. Esa operación se denomina escurrir el bulto, salirse por peteneras, arrancarse por bulerías, echarle millo a la baifa e, incluso, mirar para los celajes. Molière estuvo muy acertado cuando dijo que “el público admite el error pero no aguanta el sopor”.