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La historia frente a la desmemoria actual: los 'sucesos' de Hermigua

FRANCISCO JAVIER GONZÁLEZ

Los llamados “Sucesos de Hermigua” tuvieron lugar el 22 de marzo de 1933, aunque su gestación es bastante anterior y son, en realidad, un episodio más del permanente empeño de los caciques gomeros por impedir cualquier organización obrera que pusiera en riesgo su dominio de un absoluto carácter feudal. La carretera en construcción desde la Villa hacia Vallehermoso, única obra de cierta entidad en toda isla, se paralizó desde julio de 1932 por presiones de los caciques de Hermigua, los Ramón Plasencia, Nicasio León, Trujillos.....que impedían que los obreros que estuvieran sindicados pudieran trabajar en las obras. Esto en un pueblo en que un 25% de la población total estaba en paro y que contaba en la Federación Obrera de Hermigua con unos 450 afiliados, de los que más de 300 eran jornaleros en paro. Bajo instancias de la Federación Obrera, el Gobierno Civil de Tenerife ordena que se admitan al menos a 100 trabajadores sindicados, obreros que, con la comunicación de Gobierno Civil en la mano, se presentan al tajo el día19 de marzo. El capataz, siguiendo órdenes del cacique Ramón Plasencia, se niega a admitirlos. Gobierno Civil reitera telegráficamente la órden los dos días sucesivos del 20 y 21 con el mismo resultado de que los 100 trabajadores se ven de nuevo rechazados y tienen que regresar al Valle Alto en medio de las risas y burlas del caciquerío reunido en el Convento. El objetivo caciquil esta claro: romper la incipiente organización obrera y campesina que pudiera poner coto a sus desmanes. Podemos verlo con claridad en las declaraciones al periódico “La Tarde” del 26 de marzo del 33 “No nos daban trabajo para que nos muriéramos de hambre porque estábamos federados....En Hermigua, como en el resto de La Gomera, los burgueses se asustan de la Federación porque están acostumbrados a esclavizar a los obreros y a disponer de su sudor y sus vidas, y al vernos ahora organizados, saben que no podrán seguir haciéndonos jugetes de su voluntad y nos han declarado una guerra sin cuartel, acosándonos por el hambre”.Se celebra una reunión en la Federación y se acuerda convocar una Huelga General para el día 22. La huelga es total y los trabajadores se dirigen hacia la Playa, recorriendo todo el Valle. Un grupo de ellos, al pasar por el cuartelillo de la Guardia Civil es intentado disolver por el cabo Antonio Fuentes que incluso propina un planazo con el sable a un manifestante (Manuel Herrera “El Mangueras”), pero el paro es absoluto en todo el Valle y grupos cada vez más numeros de trabajadores y sus familias se van concentrando camino hacia la Playa.

Con el objetivo de romper la huelga y por incitación caciquil, el cabo Fuentes, Jefe de Puesto, manda a un camión de Ramón Plasencia a traer a los guardias civiles que prestaban servicio en Agulo, y aunque los manifestantes tratan de impedirle la ida al pasar por La Castellana, no lo logran. Al regreso, a la altura del Palmarejo y sobre las dos de la tarde, encuentran una barrera en la carretera y los obreros con sus mujeres que les salen al paso. Según las declaraciones del sumario posterior, son las mujeres las que reprochan al cabo que haya roto, con el camión de Plasencia, la Huelga General con voces como “No siga. No traiga más guardias, que solo queremos el pan de nuestros hijos”. La situación se va caldeando y algunos manifestantes, hombres y mujeres, tiran algunas piedras al camión y lo golpean con cañas. “Fue entonces cuando el comandante del puesto, inopinadamente, se echó hacia atrás, dio las voces de > y de > y él mismo disparó la pistola contra la multitud.......Fuentes disparaba y los números iban a hacerlo y los grupos rodearon a los guardias. La muchedumbre, al querer quitar las armas al cabo y al guardia Garrote, los arroja por el barranco; el otro guardia, José Cano, que se resiste y hace uso del armamento es muerto por la multitud, que exaltada y contagiada por su propio furor, da muerte a Fuentes que yace en el barranco mientras éste y Garrote disparaban sobre los grupos” (informe en el juicio de Luis Jiménez de Asúa). El guardia José Garrote de Pedro se refugia, haciendo fuego, en casa del cacique Nicasio León, mientras que el obrero Antonio Brito Brito, que subía por el talud del barranco es alcanzado por una bala que le atraviesa el corazón y muere en el acto. Otro obrero, Domingo Medina, queda herido de gravedad y varios más heridos de menos consideración. Ese mismo día 22 salió de Santa Cruz el “Viera y Clavijo” que desembarcó por el pescante a 37 guardias civiles al mando del Teniente Coronel Vara Terán a sumarse a los que ya habían acudido a Hermigua desde la Villa y, con las fuerzas militares, un comandante y un brigada como jueces militares, un fiscal militar y agentes de policía para la instrucción.

Estos fueron los “Sucesos de Hermigua”. No contaré, por una simple cuestión de espacio, las detenciones, las palizas, las vejaciones y atropellos que se sucedieron a su socaire. Añadir solo que el Consejo de Guerra se inició el 30 de junio de 1934 en el tinerfeño Cuartel de San Carlos, custodiado por la Guardia de Asalto y tropa de infantería. Lo presidió el teniente coronel Gómez Rumeu y actúo de fiscal el luego tristemente célebre Martínez Fusset, emparentado maritalmente con la alta burguesía tinerfeña y adlátere fundamental de Franco en el golpe fascista de julio del 36. Nueve días después se hace pública la sentencia: Vicente Valladolid Mesa, Manuel Avelino Perdomo Plasencia, Francisco Martín Negrín, Avelino Navarro Méndez y Leoncio Fagundo Hernández son condenados a muerte. Domingo Medina Santos, el herido grave, a 20 años, Juan Martín Hernández, Serafin Casanova Medina, Avelino Hernández Barrera y José Leon Piñero a 12 años. Fernando Ascanio Armas a 6 años. Antonia Gutierrez González, Catalina Hernández Negrín y María Hernández Hernández a 3 años y Manuel Peraza Hernández a 2 años, mientras otros 16 hombres y una mujer son absueltos. La Ley de Amnistía del Frente Popular de febrero de 1936 los pone en libertad, libertad que durará muy poco. Cuando los fascistas se hacen con el poder en julio de 1936 todos los implicados en los “Sucesos de Hermigua” son detenidos. Los cinco condenados a muerte son “desaparecidos” y con ellos “desaparecieron” también a José León Piñero, Domingo Rodríguez, Juan Martín Hernández, a Antonio Martín Hernández, a Antonio Hernández García, a Manuel Casanova Medina, a Jesús Chávez, a Tomás Brito, al maestro Enrique Biscarria, a Antonia Pineda Prieto y a su hijito recién nacido “pa'que no quedara ni la semilla” y aFernando y Pablo Ascanio. De estos dos, al menos, se sabe que, apotalados, tienen su tumba de gloria en el duro mar del norte gomero, mientras que otros yacen bajo la propia carretera en la que deseaban trabajar. Hay personas que , públicamente, han reconocido que entregaron a los “desaparecidos” a criminales como el mentado José Garrote que, ya como cabo, había pedido en julio el traslado desde Garachico a Hermigua para consumar su venganza. Este es el caso de Saturnino Trujillo, que lo dijo delante del Alcalde y el secretario del Ayuntamiento, pero no ha servido para que el pueblo sepa donde reposan los que popularmente se conocen como “los Avelinos”. Guardemos nosotros, al menos, su memoria como una página más de la lucha de nuestras capas populares frente al poder caciquil y colonial.

El “Fogueo de Vallehermoso” fue otro episodio de esta historia gomera reciente. Fue la defensa de Vallehermoso y de la legalidad republicana por sus habitantes y por los cuatro guardias civiles y el brigada jefe de puesto de ese pueblo ante el ataque de las tropas alzadas y los falangistas de Hermigua en julio de 1936. Terminó tambien con varios Consejos de Guerra sumarísimos y el fusilamiento, el 27 de agosto de 1936, del brigada de la guardia civil Francisco Mas García y los dirigentes de la Federación Obrera de Vallehermoso Ramón Cabrera Bernal y Manuel Quintana Florentino y el 10 de marzo de 1937, en el tristemente célebre Barranco del Hierro, de los también miembros de la Federación Obrera, Juan Medina Herrera, Manuel Méndez Prieto y Nicolas Prieto Ventura e indultados otros cuatro de los sentenciados a muerte.