La lectura y la inquietud lo llevaron a la escritura. Ahora estudia Filología
Hispánica en la Universidad de La Laguna mientras escribe poesía y hace crítica
literaria.
Bruno Mesa
Ulat y otras ficciones (en este caso solo analizamos Ulat)
Ediciones Idea
2007
Ulat es una isla reescrita. Solo llega al lector a partir de la visión reconstruida: parte de quien relata la historia, que es ofrecida en una sucesión de anotaciones de diario y depositada dentro de un cofre en el mar y es conocida a través de dos traducciones. Una elaborada por el profesor Rickman y otra, que es la que podemos leer, por Nicolás Malaventura. Bruno Mesa se sirve, en este caso, de la técnica del manuscrito encontrado y de la traducción para presentarnos a una isla, continente o leyenda, pues no llegamos a conocerla de primera mano, co una identidad difusa. El lector no puede saber en ninguno de los casos qué ocurre u ocurrió en ese espacio mítico que es Ulat y que se inserta dentro de una tradición de territorios literarios como son Comala o Macondo.
Tanta es la desesperanza que llega a tener el individuo en Ulat, que la sensación que se vive en el territorio en que habita el deseo de ser colonizado: de conocer al otro de cualquier forma, pues solo el uno es quien ha podido ser avistado, es de encierro. Ulat solo conoce a su yo, cuyo único otro solo ha podido ser su imagen en el espejo de tanto habitarse. Si conoce al mundo exterior solo por lo que ella misma ha literaturizado de los otros. Existe en la isla, continente o leyenda un cansancio general de verse a sí misma y de no contactar con el exterior. En boca de Ilia “vivir en Ulat es vivir en una Jaula”.
La imagen difusa que nos llega de Ulat: recreada siempre, reescrita, reinventada, sin identidad clara reconocible, dada la doble traducción que poseemos en nuestras manos, es la de un territorio ahogado en sí mismo. La única salvación para quien elabora el diario, esa indefinición de “uno” con que se nombra en repetidas ocasiones, así como para sus enemigos, esos con que convive en el encierro, que son Ilia y Ones, es la de la huída. No importa que el mar sea el gran miedo de los habitantes de Ulat. Ni siquiera trasciende el trato de locos que les daría esa población que entiende que todos los seres son malos por naturaleza y que Dios es solo una idea filosófica. El deseo de conocer el misterio de un mundo que esté fuera de los márgenes es superior a la técnica y al pensamiento heredado por los ulatienses.
El final del diario, que se divide en diez meses de treinta y seis días denominados de la siguiente manera: Cuando, Seguro, Losé, Esperando, Tranquilo, Solitario, Perdido, Octavo, Silencio y Temor, hace suponer el fracaso de la expedición de los navegadores de la chalupa. Sin embargo, el hecho de estar ante la reescritura de Ulat nos hace convencernos de estar ante el triunfo. Ulat, territorio que desconoce al otro y desconocido por el otro, es ahora obsesión de cuantos pretenden arribar de algún modo a sus tierras. La isla, continente o leyenda, quizá, todavía espera.
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