Tres generaciones de la familia Arozena construyeron en el plazo de un siglo cerca de un centenar de embarcaciones en la rada de Santa Cruz de La Palma, que fue a lo largo del siglo XIX el principal foco de construcción naval de Canarias. El retorno de la campana de La Verdad a la isla, 120 años después de su naufragio en Bermudas, ha traído a la actualidad esta edad de oro de la vida marítima palmera, que fue también una etapa de desarrollo socioeconómico insular, en la que en gran medida se pusieron las bases del despliegue de la agricultura de exportación en la isla a lo largo del siglo XX.
Los Arozena, de origen guipuzcoano, llegaron a construir embarcaciones de más de quinientas toneladas en La Palma, una gran parte de ellas dedicadas a la carrera americana, dentro del intercambio comercial con Cuba que dio lugar a ese momento de prosperidad económica en la isla, que se reflejó en mejoras en la agricultura y la construcción de una serie de haciendas, que se asocian en la isla a la figura del indiano.
Entre ellas, la más llamativa es la Casa Buenavista, perteneciente a la Casa Yanes, edificada en el Risco de la Concepción, en un privilegiado emplazamiento sobre la bahía de Santa Cruz de La Palma. El origen de la hacienda está en los réditos que esta casa de armadores tuvo en el comercio con Cuba, con una serie de grandes veleros, entre ellos La Verdad, botado en 1873. Ello permitió a Manuel Volcán construir este singular edificio, hoy reconvertido en alojamiento rural y espacio para eventos, que es una copia de la embajada de Siam en París. La idea le vino a este empresario en una visita a la capital gala en su condición de cónsul de Francia en la isla.
La pericia naval de los Arozena tiene un valor añadido, como es la pervivencia de un importante patrimonio manuscrito de los planos y anotaciones que hicieron de los barcos que construyeron. Este material es único en Canarias, ya que si bien existió también actividad constructiva en otras islas como Tenerife y Gran Canaria, en esta última fueron muy activos los astilleros de San Telmo, lo cierto es que no ha quedado registro por escrito de este trabajo.
En el caso de la familia Arozena, la segunda generación que fue la que construyó los grandes veleros de la línea americana, formada por los hermanos Arozena Lemos, ha dejado un importante legado material: una parte de éste se encuentra repartido entre el Museo Insular y el Museo Naval de La Palma, mientras que existe otra parte importante de planos y manuscritos que permanecen en manos privadas, conservados por los descendientes de la familia principalmente.
Una parte de este legado patrimonial va a poder verse por primera vez en La Palma en la exposición temporal que con motivo de la donación de la campana del velero La Verdad al Museo Naval se va a montar en el Centro de Interpretación de la Bajada, sito en la calle Virgen de la Luz, junto a la Plaza de Santo Domingo.
En esta muestra va a poder contemplarse el Atlas de Construcción Naval de los hermanos Arozena Lemos, que representó a España en la Exposición Universal de Filadelfia, EEUU, en 1876 y fue premiada con una medalla de oro. También podrán verse una serie de planos de algunas de las embarcaciones construidas o proyectadas por los Arozena, entre ellos los planos del célebre velero La Verdad y una serie de materiales diversos como cartas, útiles náuticos y otros que pertenecieron a los constructores, armadores y a los capitanes de La Verdad.
La apertura de esta exposición está prevista para el 12 de abril, en paralelo a la llegada a bordo de una reproducción de la carabela Santa María de la campana del velero la Verdad, que retorna a la isla 120 años después de partir hacia Cuba en el que fue el último viaje de este bergantín. La cesión de la campana, que quedará como parte de la colección del Museo naval de La Palma, es un regalo a la isla de Thomas Cox, un ciudadano americano que la ha tenido en su poder durante más de treinta años y que decidió devolverla a la isla, al ser informado de su origen palmero, en un acto de altruismo.
Este viaje de tornavuelta, como se llamaba al regreso en los viajes a América, vuelve a poner de actualidad los especiales lazos que la isla de La Palma ha mantenido siempre con la otra orilla del Atlántico, que han dejado una impronta en la cultura palmera que en cierta forma la convierte en la más antillana de las islas de este lado del océano.