Hubo amigos que le dijeron a Elsa López que no aceptara la Medalla de Oro de Canarias que este lunes le ha sido impuesta en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria. Que si los políticos, que si la parafernalia de los galardones, que si... “pero no es cierto lo que me dicen. Me alegra mucho haberla recibido y la acepto porque el Gobierno canario es la representación del pueblo, o debería serlo como tal gobierno. Todos los gobiernos deberían representar a quienes les eligieron. Por lo tanto, es el pueblo canario el que me está dando esta medalla”.
Elsa López, poetisa antes que prosista, contestataria (“de cabeza y de corazón”) y reivindicativa siempre, cazatalentos de autores canarios desde la atalaya de su Ediciones La Palma y antes, desde el Ateneo de Madrid, confiesa que cuando le dieron la noticia de que por fin se reconocía su labor en pro de Canarias no le dio tanta importancia.
“Reivindicar las Islas, lo que son, lo que significan fuera de la política, sino a través de la literatura, de la antropología ...Eso de repente, me ha vuelto con creces. Toda esa gente a la que ayudé porque edité sus libros, publiqué su obra, porque creía que en las islas pequeñas también tenían derecho a escuchar a los autores ya conocidos. Esas pequeñas luchas cotidianas mías se ven ahora recompensadas. Y cuando salió la noticia en La Palma y me fui a La Recova y me dieron besos, y vi que estaban felices, me sentí feliz porque mi gente, en mi tierra, me besaba por algo que no valoré tanto al principio”.
También se emocionó y se emociona al recordar que por la tarde fue al estadio de fútbol, no porque esa tarde El Mensajero ganara por una vez cinco a cero, sino porque le felicitaban a ella desde las gradas. “Así que este premio me enriquece por el orgullo que sienten quienes me quieren. Dejo que piensen incluso que la medalla es de oro puro”.
Este reconocimiento tiene todavía más valor porque Elsa López es políticamente incorrecta desde que tiene uso de razón. Y como ella misma dice, “hay un rumor popular según el cual nunca me dieron el Premio Canarias de Literatura por intereses fuera del jurado. No he sido una persona bien vista por parte de miembros de anteriores gobiernos”.
Y eso lo explica porque en el año 2000, cuando ella trabajaba en el Ateneo de Madrid, promoviendo las letras canarias, fue reclamada por Juan Manuel García Ramos para que trabajara aquí, en una comisión de servicios para el Gobierno regional, en favor de la difusión cultural entre los isleños de las siete islas. Y todo fue bien hasta que desaparecieron más de mil millones de pesetas del área de Educación y Elsa López publicó tres artículos en el desaparecido La Tribuna.
“No digo que tenga razón. Digo que tengo mis razones”
“Yo me preguntaba dónde estaba ese dinero cuando había escuelas que se estaban cayendo, cuando había escuelas sin pizarras ni pupitres. A los pocos días me cancelaron la comisión de servicios. Me dijeron que algunos miembros del Gobierno pensaban que no se debe dar de comer a quien le muerde la mano. Cosa muy comprensible, por otra parte”.
“Y regresé a Madrid. No le di mucha importancia porque pienso que cualquier cosa que ocurre en la vida, aunque parezca mala, es una puerta que se abre. Sí, soy muy positiva. De hecho me han puesto muchos motes, como ”la insumergible“ o ”Elsa-la-corcho“, porque me hundo y refloto”.
Así fue, porque al poco tiempo le ofrecieron dirigir en Córdoba la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores, “donde también terminé mal porque me enfrenté con su presidente por razones de políticas pedagógicas. Siempre me enfrento con los que gobiernan, con los que pagan, con los que mandan. Me enfrento cuando veo una injusticia. No me puedo callar. No me quiero callar. Y eso siempre me ha traído consecuencias en apariencia muy negativas, pero que a la larga han enriquecido mi vida. Por eso puedo caminar con la cabeza muy alta, porque soy una persona auténtica. Lo escribí en un poema: No he renunciado ni al amor ni a la herida”.
Porque “lo que quiero, lo que ambiciono, es el respeto hacia mí, hacia mis pensamientos, hacia mi libertad. No digo que tenga razón. Digo que tengo mis razones”.
Por fin reconocida en su tierra, afirma que la poesía es su territorio, que es carne de poesía, incluso cuando escribe novelas y niega rotunda que la poesía esté muerta. Al contrario, bendice las redes sociales y se congratula cuando alguien joven cuelga en facebook unos versos de sor Juana Inés de la Cruz o Shakespeare, o Lope de Vega.
Es más, sostiene que la poesía es ahora má
s necesaria que nunca. O tanto como siempre, porque “la poesía tiene una posibilidad de comunicación que no existe a través de los demás elementos. La poesía es un guerreo siempre dispuesto. En una brevedad de cuatro versos se puede decir tanto como en setenta páginas. La poesía es una constante, es un arma cargada de futuro, como dijo Gabriel Celaya. He visto gente cantando a los poetas en las manifestaciones. Cantando a los que se prohibía cantar porque eran un arma. Antonio Machado, Miguel Hernández, hay maravillosos poetas y poetisas muy jóvenes que es necesario apoyar y empujar”.
Reivindica la importancia de la lectura “porque nos hace libres”. Los poetas (como Walt Whitman) han marcado su camino, y en ese camino, una de las labores que más le satisface, que más le enorgullece, es la de haber sacado adelante a escritores que hoy son joyas de la literatura canaria, como Leocadio Ortega o Ricardo Hernández Bravo. Lo hizo desde el Ateneo y lo sigue haciendo desde Ediciones La Palma, que fundó en 1989.
“Ese sí que ha sido y es un trabajo por amor. Es mi entusiasmo, es muy gratificante ayudarles a darse a conocer y verles ahora reconocidos. Francamente, me pongo como loca cuando hablan de mis niños y homenajean, por ejemplo, como recientemente a Leocadio. Esa es la magia de la edición: una fuente inagotable de satisfacciones”.