“La literatura científica debe prescindir de emociones y la creativa, generarlas”. Juan Capote biólogo, doctor en Veterinaria, miembro de la Real Academia de Medicina de Canarias y coordinador de programas y director de la Unidad de Producción Animal, Pastos y Forrajes del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA) hasta su jubilación, presentó el pasado jueves su novela ‘La chica que leía a Faulkner’ (Oblivium, 2023) en el marco de la Feria del Libro de Santa Cruz de La Palma. En la ceremonia literaria, que se desarrolló en la Plaza de España, dialogó con la escritora Elsa López. En una entrevista con este periódico, confiesa que su “entrenamiento” para escribir la obra “fueron las cartas de amor o seducción. Como he sido un poco cobarde en ese aspecto, me enamoraba de mujeres que estaban a distancia y me esforzaba bastante en las cartas”. Capote, un hombre de ciencias, del suceder real, se ha adentra en la literatura, un suceder imaginario, pero en el que se mezcla ficción y realidad. “Yo creo que no es una novela negra ni una novela erótica”, dice.
¿Dónde hunde sus raíces ‘La chica que leía a Faulkner’?
Mi entrenamiento fueron las cartas de amor o seducción. Como he sido un poco cobarde en ese aspecto, me enamoraba de mujeres que estaban a distancia y me esforzaba bastante en las cartas. Mi primer relato lo escribí en Escocia en un momento en el que yo tenía muy presente a mi madre porque había muerto solo unos meses antes. Nunca lo he publicado ni lo pienso publicar. Después vinieron los relatos, que bien se conocen en este medio y un par de ellos que se alargaron y se convirtieron en novelas cortas.
¿Cómo se mueve un científico en la literatura creativa?
Es algo totalmente distinto. La literatura científica debe prescindir de emociones y la creativa, generarlas. Es posible que la condición de investigador experimental te condicione. Para mí es muy importante hacer una obra creíble, sobre todo cuando se relatan hechos en un contexto histórico. Pero se puede hacer una obra creíble, aunque te dejes llevar por la imaginación. ‘El Principito’ es una obra creíble.
¿Y cómo nació esta obra?
Bueno, de una forma diferente a la habitual, al menos en mi caso. Normalmente la novela genera el título, pero en este caso el título genera a la novela. Un día vino una encantadora chica con su padre, que es un buen amigo, para que le firmara mi último libro de relatos. Así lo hice, y nos sentamos a tomar algo. Como es lógico le hice preguntas como qué quieres estudiar y otras. Le pregunté si le gustaba la lectura y después qué estaba leyendo. Cuando me dijo que a Faulkner me quedé asombrado porque es un autor de culto al que normalmente lees con más edad. Entonces le dije: “La chica que leía a Faulkner”, qué bonito nombre para una novela. Cuando no mucho más tarde empecé a crear la trama tuve que cambiar radicalmente, en mi imaginación, el aspecto físico de Claudia porque me iba a ser imposible meterla en los berenjenales donde la iba a meter.
¿Es una novela negra o una novela erótica?
Yo creo que ni una cosa ni la otra. Hay un homicidio, pero no una trama policial o de detectives. En cuanto al erotismo, sí tiene una buena carga, pero creo que necesaria. Pienso que en la novela erótica el erotismo es lo principal, pero aquí es un complemento y eso se ve con claridad poco antes del final.
¿Cuánto hay de realidad y cuánto de ficción?
La estructura es pura ficción. Los ‘decorados’ en parte son verdaderos. Hay dos personas, Checho y Agustín, que hacen un ‘cameo’ haciendo de ellos mismos, y otro está inspirado en un conocido escritor palmero. Las ubicaciones geográficas son auténticas. Sin embargo, el personaje femenino es casi la antítesis de Claudia y el masculino solo coincide conmigo en sus aficiones, porque eso me permite abordar unas situaciones que conozco.
La escritora Elsa López le preguntó: “¿Tiene alguna similitud tu Claudia con Lolita?”
No, para empezar Lolita solo tiene 12 años y Claudia cuatro o cinco más. Desde mi punto de vista, Nabokov presenta a Lolita como una chiquilla traviesa y superficial, al menos en la primera parte, pero Claudia tiene mucho más cuajo.
Elsa dijo que sabe acabar los textos que escribe…
Esto viniendo de Elsa es un gran cumplido y es cierto que yo les doy mucha importancia. Pero, además, Elsa dijo otra cosa que me hace pensar mucho: la novela está impregnada de vida y de muerte. La vida la representa él y la muerte ella.