A punto de finalizar 2016, el humorista satírico Ramón Araújo hace un balance del ejercicio para La Palma Ahora, y no salen precisamente bien parados los políticos. “Ha sido un año digamos espectacular desde el punto de vista del puro espectáculo, del puro show”, asegura. “La alta política ha sido más bien baja, porque alta política es lo que yo llamo política de Estado y no se está haciendo”, añade. “Y es muy triste que en un país el sentido común tenga que estar en el discurso del rey”, se lamenta.
El país, en su conjunto, sostiene, “va bien, considerando que España es una monarquía que gobierna 17 repúblicas, que gobiernan a 40 millones de españoles, a los que nos gusta gobernarnos solos, que no nos gusta pagar impuestos, que damos muchas veces muestras de poco civismo y que, sin embargo, ahí vamos”. “Pero eso quiere decir que algo bueno tendremos, y hace buena la famosa frase -que me gusta repetir- del canciller alemán Bismarck que decía que España era el país más fuerte del mundo porque llevaba 1.500 años intentando autodestruirse y no lo había conseguido”. “Algo debe tener este país de carácter, me refiero a una personalidad y a una identidad muy superior a la que algunos creen”, afirma con total convencimiento.
Y de la política nacional a la regional. “En Canarias somos un régimen presidencialista que gobierna siete cabildos, que gobiernan a dos millones de habitantes, y a los que nos gusta gobernarnos solos, o que somos una especie de anarquistas de salón; el análisis es exactamente el mismo, creo que demasiado bien vamos para lo mal que vamos”, suelta con una carcajada. “He asistido al show del Fdcan (Fondo de Desarrollo de Canarias), que me parece un show de película de Berlanga, una especie de show esotérico en el que los políticos hablaban un latín que los ciudadanos realmente no sabíamos lo que estaba pasando”. “No se dan cuenta de que un tema tan cercano a nosotros, que afecta a todas las islas, estaba alejado de los canarios; no sé si defendían nuestros intereses o no, lo que quiero decir es que el latín que hablaban no lo entendíamos, ni siquiera sabíamos qué era el Fdcan, ni su origen, ni su procedencia, las razones del reparto…”. “Nos hablaban de doble, triple, quíntuple paridad, y el ciudadano, asombrado, no sabía, solo sabía que los políticos estaban discutiendo”.
¿Qué pasa con la crisis del Gobierno de Canarias?. “Pasa exactamente igual, ya no saben si esto es un pacto en cascada, si es un desastre en cascada, no sabemos ya muy bien lo que es”, dice con desespero.
¿Y qué ocurre en el Cabildo de La Palma?. “Pues que gobierna 14 municipios, que gobiernan 80.000 habitantes a los que nos gusta gobernarnos solos. No es nada fácil ni gobernar España, ni gobernar Canarias ni gobernar La Palma, ni siquiera gobernar la calle O’Daly, por tanto, tengo que solidarizarme con quien intente gobernar esto bien”, apunta con espíritu comprensivo.
Araújo no oculta que en el desempeño del poder tiene sus limitaciones. “Confieso que si tuviera que gobernar seguramente lo haría tan mal como el peor, que se me reconozca al menos esta humildad de no dar lecciones de buen gobierno a nadie, porque aquí hay un montón de gente de izquierda, de derecha, de centro y de los confines del más allá, que nos dice cómo se debe gobernar el país o La Palma”. “No tengo ninguna receta, pero es muy triste que el rey haya tenido que hacer un discurso al sentido común, diciéndole a los políticos que se ocupen de los temas sociales y mantengan la unidad”. “Alguien tiene que estar trabajando en España para que el país, en medio de este marasmo, de esta inestabilidad política y social, se mantenga en pie”, reflexiona.
Sobre la independencia a la que aspiran algunas comunidades, tiene serias dudas. “Que alguien me demuestre que es mejor estar separados que unidos; pues no lo sé, hay divorcios que funcionan y otros que son un fracaso, más grande que el fracaso matrimonial”.
En Isla, respecto al balance que hizo Araújo en 2015 para este mismo digital, percibe cambios. “El año pasado te decía que algo se movía en La Palma, y este te digo que algo se mueve en La Palma, pero, como dicen en el Caribe, de a poquito, seguimos escapando”. “Indudablemente, algo se mueve en La Palma, estamos viendo que hay iniciativas tecnológicas, que los cruceros aumentan, y los turistas, y se nota en la calle un cierto movimiento”. Pero Ramón aún no termina de ver la cosa clara. “Noto un movimiento ciudadano, como si fuera ese pequeño impulso que hay cuando se empieza a salir de una crisis, pero no sé si el movimiento es de desesperación o de la recuperación”, admite.
El descenso demográfico de la Isla le preocupa, a su manera. “Si me dicen que estamos perdiendo 1.000 habitantes por año, se me ocurre que dentro de cuarenta años habrá que cerrar el kiosco, como cuando Franco pensó en cerrar Fuerteventura porque no había economía y los habitantes prácticamente se habían ido de allí”.
Y le hace gracia que en La Palma todo sea “exageradamente grande”. “El telescopio ese que quieren instalar es exageradamente grande y el aeropuerto también decían que era exageradamente grande, pero aquí, lo que de verdad es exageradamente grande es la paciencia que tienen los palmeros con proyectos como el de la Fuente Santa, la playa o la carretera de circunvalación”.
Para terminar, una perla: “La cumbre de la república friki sería subtitular los discursos de los políticos palmeros en bereber”.