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La terraza indiscreta

Esteban San Juan en la Biblioteca Municipal Antonio Abdo.
2 de febrero de 2021 18:31 h

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Tras el éxito de ventas que en apenas dos meses alcanzó entre los lectores palmeros su opera prima No siempre llueven vírgenes (El Equilibrista, 2020), Esteban San Juan Hernández (Santa Cruz de La Palma, 1976) vuelve a demostrar su interés como narrador de novela negra, derivado —como él mismo ya explicó el 23 de julio de 2020 en otra entrevista para La Palma Ahora— de su pasión lectora por el género.

Nunca olvidaré su adiós resume su peculiaridad en haber sido escrita durante el confinamiento al que nos obligó el avance de la Covid-19 en España. Sirviéndose de ese mismo marco —inédito para quienes ni hemos vivido una guerra ni hemos experimentado las carestías provocadas por una postguerra (como la española que siguió al conflicto de 1936-1939, de cuyo recuerdo aún quedan algunos testigos)—, la prueba del aislamiento de la pasada primavera ha resultado fructífera al autor, que se ha inspirado en un episodio muy similar para contextualizar el cuadro temporal y circunstancial de esta novela. Por si esto fuera poco, la obra llega «con un pan bajo el brazo» gracias a haber sido galardonada en la quinta edición del certamen literario Corcel Negro (2020) convocado por el sello Entrelíneas Editores (Fuenlabrada, Madrid).

El autor se acercó hasta la Biblioteca Municipal de Teatro «Antonio Abdo» el pasado lunes 1 de febrero para explicarnos algunas de las claves que envuelven este nuevo trabajo, que será presentado en esta misma semana en Santa Cruz de La Palma (Teatro-Cine Chico, jueves 4 de febrero, a las 20:00 h.) y en Los Llanos de Aridane (Espacio Cultural Real 21, viernes 5 de febrero de febrero, a las 20:00 h.).

Víctor J. Hernández Correa. Sobre la aparentemente trama principal —los movimientos extraños que alertan a dos vecinos, Eduardo y Edmundo, sobre el posible secuestro de dos turistas irlandesas en una pensión para surfistas situada frente a sus apartamentos—, se superponen otras dos: la relación entre Eduardo y su mujer, Luisa, adicta a los antidepresivos, y los cambios que repentinamente se suceden en el Gobierno de la nación con motivo del avance de una pandemia, que acabará afectando a la salud del jefe del Estado y a la del presidente y que colocará al vicepresidente a la cabeza de un nuevo régimen —al parecer, autárquico— para el país. ¿Podrías desarrollar cada una de estas tres tramas?

Esteban San Juan Hernández. Uno de los retos que se me presentaba en esta novela era el de desarrollar tres tramas que acabaran convergiendo en una sola. Como bien has dicho, la trama principal tiene que ver con unos supuestos movimientos sospechosos que se han estado produciendo de noche en una pensión para surfistas situada justo enfrente de la casa del protagonista. Eduardo, que no sabe qué hacer para calmar la desesperación que tiene por estar confinado, sale a la terraza para coger aire y se encuentra con su vecino y amigo Edmundo. Comienzan a charlar y Edmundo le cuenta sus teorías sobre el modo en que se comporta la gente en situaciones anómalas como las que se están viviendo en la novela. Hay que recordar que la gente está confinada a causa de un virus desconocido que se ha propagado muy rápidamente por todo el planeta.

Pues bien. Según Edmundo, los indicios apuntan a que el dueño de la pensión ha secuestrado a dos turistas irlandesas jóvenes. Claro que no tiene pruebas; todos son indicios muy vagos basados principalmente en suposiciones. Pero a lo largo de la novela estos indicios irán cobrando mayor peso y Eduardo y Edmundo se convierten en algo así como detectives desde sus terrazas.

La segunda de las tramas tiene que ver con la situación política del país. Quise que la novela tuviera un matiz distópico, aunque sin exagerar demasiado; quienes la lean se darán cuenta enseguida de que los sucesos tienen un referente perfectamente reconocible. Así, las medidas tomadas por el Gobierno para frenar la propagación del virus cobran la apariencia de medidas propias de los regímenes totalitarios. Gran cantidad de empresas son nacionalizadas, tal y como ocurre con los medios de comunicación. Las restricciones que se imponen a los ciudadanos hacen que a éstos les dé la impresión de que viven una situación carcelaria. Dentro de este clima, Edmundo tiene casi por seguro que todo es una maniobra del vicepresidente del Gobierno para hacerse con el control de la nación. Los sucesos le darán o no le darán la razón; esto tiene que descubrirlo el lector.

Por último, está la situación que vive Eduardo con su esposa Luisa. Es una relación tormentosa que se ve agravada por el confinamiento. Un matrimonio que ya hacía aguas previamente se ve herido de muerte al tener que convivir veinticuatro horas en un espacio pequeño. Esto, por supuesto, hace que Eduardo vaya entrando aún más en una especie de espiral de desequilibrio.

VJHC. La estela orwelliana asoma ocasionalmente en la evolución del Gobierno descrito en la novela, que tiende hacia una dictadura comunista. ¿Qué peligros acarrea ésta y otras imposiciones ideológicas?

ESJH. Yo creo que, más que ocasionalmente, la estela orwelliana inspira buena parte de los acontecimientos. Hay que tener en cuenta que todo lo que sucede tiene sentido porque el mundo ha cambiado drásticamente casi de la noche a la mañana. Por ejemplo, el supuesto crimen en la pensión de surfistas. Según Edmundo, el hecho de que se esté viviendo un confinamiento propicia que los delitos que se cometan de puertas para adentro no salgan a la luz. Los criminales estarían amparados por las nuevas leyes.

Por otro lado, el exceso de control sobre la población tiende a anular el poder de la opinión pública. Éste es un hecho que se ha visto en todos los regímenes totalitarios de la historia. No hay más que echar un vistazo a lo que ocurrió en la Alemania nazi o en la Unión Soviética de Stalin. Por supuesto, a esta ausencia de voces contrarias al Gobierno habría que añadir la creación de un enemigo común a todos los habitantes. En la Alemania nazi fueron los judíos, bajo el régimen de Stalin fueron las sociedades capitalistas y en Nunca olvidaré su adiós es el nuevo virus.

Yo creo que los conceptos de Ministerio de la Verdad, doblepensar y tantos otros de Orwell están presentes en casi la totalidad de las acciones de la novela.

VJHC. La trama de la relación matrimonial entre Eduardo y su esposa resulta bastante frecuente, en el sentido real de cómo afectó el confinamiento a las parejas en España, que propiciaría el incremento de separaciones y maltratos. ¿Cómo afectó psicológicamente a Luisa?

ESJH. El personaje de Luisa tiene ya de por sí un trasfondo atormentado. Es una mujer insatisfecha con su vida y con su matrimonio, llena de frustraciones. Lo que hizo en ella el confinamiento fue agudizar esta situación mental.

Pero, al igual que el resto de personajes, Luisa sacó provecho de la nueva realidad. La perturbación a la que la llevó el confinamiento fue la excusa perfecta para justificarse y justificar su actitud con Eduardo.

En fin, todos los personajes sacaron un provecho perverso de lo que, en principio, debiera haberlos hecho más empáticos o solidarios.

VJHC. Igual que en No siempre llueven vírgenes, Canarias reaparece como escenario literario en esta segunda novela. ¿Qué espacios se retratan en Nunca olvidaré su adiós?

ESJH. En efecto, la ambientación de esta novela, al igual que la anterior, es Canarias; en este caso, Corralejo. Pero hay notables diferencias entre las dos historias. En No siempre llueven vírgenes, los personajes se van desplazando por varios puntos de La Palma, por Fuerteventura y París. En Nunca olvidaré su adiós, en cambio, no hay movimientos geográficos. Todo transcurre en el apartamento de Eduardo. El mundo exterior es percibido a través de la terraza, los medios de comunicación y las pocas veces en que va al supermercado. Sería algo parecido a lo que ocurre en La ventana indiscreta.

Esto tiene, por supuesto, ventajas e inconvenientes. La gran ventaja, desde mi punto de vista, es que si se consigue crear un misterio en un espacio tan limitado, el propio misterio es, por así decirlo, más protagonista y adquiere mayor interés. Claro que, si no se consigue crear el clima de misterio, en una localización tan reducida, es muy posible que el lector se aburra. Ésta es, sin duda, la gran desventaja.

VJHC. Las delimitaciones a veces diluidas, a veces entremezcladas, entre lo real, lo imaginado en el interior de la pensión y el mundo de los sueños han sido bien traídas aquí. ¿Cómo reacciona Eduardo ante estas tres dimensiones?

ESJH. Me haces una pregunta ciertamente muy compleja. Vamos a ver. De la noche a la mañana, el protagonista, Eduardo, se ve en el interior de un mundo real que, por su formación (no perdamos de vista que es profesor de inglés) sabe que se parece demasiado a un mundo distópico. Eduardo pasa por diferentes estadios o fases ante lo que está ocurriendo. Al principio, la realidad lo supera, se asfixia, se agobia. Es una fase de adaptación ante los cambios repentinos. Después, su amigo Edmundo empieza a mostrarle una realidad siniestra que Eduardo, en un principio, no sabe cómo encajar. Llega a dudar de las revelaciones de Edmundo. No está tan seguro de que se haya cometido un crimen en la pensión, y mucho menos de que desde el propio Gobierno se esté llevando a cabo un golpe de Estado. En esta visión encontrada, Edmundo muestra una mayor preocupación por la situación política y económica, mientras que Eduardo se preocupa más por lo social.

Después, llega un momento en que, finalmente, Eduardo se convence de que las revelaciones de Edmundo son ciertas. Digamos que asimila la realidad, aunque esto no significa que no la rechace.

Sin embargo, algunos acontecimientos que no puedo desvelar hacen que Eduardo termine por rechazar las teorías de Edmundo. No es que haya dejado de pensar como su vecino, ni mucho menos; es que ha cambiado la manera en que encaja la realidad en su vida. Ya dije antes que todos los personajes aprovechan, a su manera, el nuevo tipo de sociedad que se ha creado. Para los acontecimientos inesperados de su vida, Eduardo necesita que todas las imposiciones que teje el Gobierno en el país sean de lo más oportunas y correctas.

Los sueños, ya que me preguntas por ellos, son utilizados en la novela como un medio de expresar el desasosiego del protagonista. Hay un sueño en concreto, el del tigre que se escapa y que mantiene en vilo a la población, que muestra el nerviosismo de Eduardo y ciertos remordimientos de conciencia.

Al final, la nueva realidad que vive el país es del todo asimilada. Se ha creado una nueva sociedad con la que todo el mundo está conforme. Es como si los peores temores imaginados por Eduardo hubieran pasado a ser reales. Lo imaginado se ha convertido en realidad.

VJHC. Vuelves a las referencias metaliterarias (Orwell, E. Thomas…) y musicales (Chopin, Wagner) y a la pasión por la lectura. Eduardo es en cierto sentido tu alter ego, ¿no?

ESJH. No puedo evitar que en ciertos aspectos Eduardo sea mi alter ego; sobre todo en lo referente a los gustos musicales y literarios. Si te fijas, las piezas musicales que se mencionan en la historia tienen un aire triste: los Nocturnos de Chopin y La marcha fúnebre de Sigfrido de Wagner. Creo que todo el mundo que las conozca y las escuche las calificaría así. En el caso de la pieza wagneriana, tiene además un toque de solemnidad que se adecua al momento en que aparece mencionada. Y, por supuesto, en lo literario, 1984 es de mis novelas preferidas. Es una obra que no sólo no ha perdido vigencia, sino que, además, cada día se hace más necesaria para interpretar nuestra sociedad.

VJHC. Los medios de comunicación —periódicos digitales, televisión y aún la radio— ofrecen material para la construcción de esta ficción. Su funcionalidad va más allá de una mera ambientación. Por ejemplo, la comunicación radiofónica del último capítulo, que llega incluso a propiciar la interrupción un interrogatorio policial.

ESJH. Los medios de comunicación son una pieza clave de la historia. Si te fijas, muchas de las noticias que se mencionan son reales o tienen una base real. Por ejemplo, la fotografía que contempla y las noticias que lee el protagonista en el Irish Independent están sacadas de un número de este periódico. Durante el confinamiento, las noticias eran tan duras y tan sorprendentes a la vez que parecían en muchos aspectos ‘ficción’. A partir de las que son reales, cobran sentido otras que han sido totalmente inventadas, pero que podían haber sido perfectamente reales.

Además, los medios de comunicación, con sus mensajes y la opinión de sus profesionales, son una pieza fundamental para que Eduardo vaya conociendo el mundo y para que la atmósfera siniestra que se va instalando sobre el país se vaya adensando cada vez más.

Con respecto al mensaje radiofónico del último capítulo que mencionas, no voy a desvelar nada, pero sí adelanto que es algo así como la estocada final, la culminación lógica de todo el entramado de los medios de comunicación que propicia el nacimiento de la nueva sociedad.

VJHC. Los cuerpos y fuerzas de seguridad no aparecen bien parados en la novela. ¿No te parece?

ESJH. Bueno, en parte podría ser visto así. Pero es una forma de exagerar la sociedad totalitaria que está naciendo. De todas formas, al igual que otros acontecimientos que se narran, tienen una base real o, por lo menos, una vivencia real. Recuerdo, durante el período de confinamiento, que en un par de ocasiones me llamó muchísimo la atención la cantidad de miembros del ejército que estaban de patrulla en uno de los supermercados de Corralejo. La imagen era de lo más impactante y, por supuesto, llevaba a plantear algunas preguntas.

VJHC. En alguna ocasión se ha afirmado de qué manera el miedo ha sido un virus casi o más peligroso que el propio corona, especialmente por su capacidad de propagación. ¿Cómo afecta, sobre todo, al protagonista de Nunca olvidaré su adiós?

ESJH. Como ya mencioné antes, el miedo es una de las principales armas de las sociedades totalitarias para mantener el control sobre los ciudadanos. Si los ciudadanos tienen miedo —en este caso, los unos de los otros, pues a todos se les presupone que son portadores del virus—, el Gobierno los controlará más fácilmente. Eduardo se dio cuenta de esto durante una de las veces en que fue al supermercado y se puso a contemplar cómo se comportaban las personas. Los conocidos se ignoraban entre sí, no se atrevían a acercarse los unos a los otros.

Esta percepción del protagonista fue vivida por mí también. Recuerdo una ocasión en que, en el supermercado, me disponía a pesar una bolsa de fruta. Había una mujer delante de mí y me dispuse a preguntarle si estaba en la cola para pesar. Ella me miró aterrada y dio un respingo. Yo me quedé boquiabierto.

VJHC. Al final, un aspecto de la trama principal queda abierto. ¿Veremos su resolución al estilo intertextual galdosiano en próximos trabajos o le das carpetazo aquí? 

ESJH. Me temo que el aspecto por el que me preguntas no verá su resolución. Y no eres el primero que me lo pregunta. Unos pocos lectores también me han preguntado al respecto. Yo he preferido dejarlo abierto a la interpretación del lector. Creo que es una manera de que la historia siga viviendo en cada uno.

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