El municipio de Tijarafe se encuentra en pleno fervor festivo mientras se prepara para conmemorar el centenario de una de sus tradiciones más emblemáticas: la Danza del Diablo, un espectáculo pirotécnico y popular, punto culminante de las fiestas de Nuestra Señora de la Candelaria durante un siglo.
El evento, que tiene lugar en la madrugada del 7 al 8 de septiembre, se caracteriza por la aparición de una figura maléfica que escupe fuegos artificiales hacia todas las direcciones, precedida por un grupo de gigantes y cabezudos que irrumpen en la verbena sin previo aviso, sorprendiendo a los participantes.
Tras unos veinte minutos de deslumbrante pirotecnia y mientras suena un popular estribillo que anuncia que “el Diablo ya está aquí”, la actuación culmina con la explosión de la cabeza del Diablo, simbolizando así el triunfo del bien sobre el mal.
Según el cronista oficial de Tijarafe, José Policarpo Martín, la Danza del Diablo tuvo sus humildes comienzos en 1923 y, “lamentablemente, carece de documentación histórica de sus primeros años”.
Martín relata que por aquel entonces “Tijarafe era un pueblo pobre, y el Diablo estaba confeccionado con materiales reciclados como telas viejas, sacos y estructuras de caña, además de pirotecnia suelta”.
La Danza del Diablo se ha convertido en una seña de identidad del municipio, incorporando la figura del maléfico en el escudo de Tijarafe, y convocando en la pasada edición a más de 8.000 personas en la plaza de Nuestra Señora de Candelaria y su entorno, a pesar de haberse celebrado un día laboral.
La peculiar celebración fue declarada Bien de Interés Cultural en 2007 y Fiesta de Interés Turístico de Canarias en 2011, reconociendo su importancia cultural y su capacidad para atraer a visitantes de todo el archipiélago canario.
Uno de los protagonistas de esta tradición es Ricardo García, quien bailó dentro del Diablo durante 11 años en la década de los 90 y previamente participó durante otros 11 años en el cortejo anunciador con los “Gigantes y Cabezudos”.
García ha descrito los momentos previos al inicio de su danza como los más desafiantes, pero una vez dentro de la figura del Diablo, todo se olvidaba y se sentía “como en casa”.
A pesar de su experiencia, este vecino tijarafero confiesa que siempre le quedó “la espinita” de no haber logrado el “baile perfecto”, lo que refleja su dedicación y compromiso con esta festividad única en la isla.
Este año, la Danza del Diablo promete sorprender a los espectadores con su centenario, recordando la historia y la pasión que han mantenido viva esta tradición a lo largo de un siglo, iluminando la noche del 7 de septiembre con los fuegos del Diablo, celebrando el triunfo del bien sobre el mal en una fiesta que ha perdurado en el tiempo.