En La Palma existe una realidad que ha girado 180º grados desde que entró en erupción el volcán. La parte oeste de la isla, la que incluye a los municipios de Los Llanos, Tazacorte y El Paso, era considerada la más bonita y agradable, sobre todo en las zonas cercanas al cono volcánico que se ha formado recientemente, como El Paraíso o Todoque. Y la zona este, donde se encuentra la capital, solía vivir bajo el manto gris de las nubes. Eso cambió el 19 de septiembre. Ahora, lo que antes se consideraba Mordor, como recuerda Rubén, coordinador del club de tenis de Los Llanos, cerrado porque la lava ha imposibilitado su acceso, es donde los palmeros se están refugiando para continuar con sus vidas, al menos parte de ellas.
La ceniza parece empeñada en convertir todo lo que está a su paso en ciudades fantasma. Da igual que quienes se encarguen de eliminarla de la vía pública o los tejados de las casas (prácticamente todos los vecinos) permanezcan horas haciendo la misma labor: barrer y depositar, barrer y depositar. La arena volcánica vuelve a caer. El volumen es tal que La Consejería de Educación del Gobierno de Canarias ha vuelto a suspender las clases para este miércoles en los centros educativos de El Paso, Los Llanos, Tazacorte, Tijarafe y Puntagorda.
Rubén cuenta que el último hobby en La Palma es pasar los fines de semana lejos del volcán. Él se fue unos días a Los Cancajos, en Breña Baja, donde ha podido olvidarse durante unas horas del repiqueteo constante del bicho, como suelen referirse los palmeros a esa formación cónica que emite material incandescente desde la ladera de Cumbre Vieja. De camino al club de tenis de Los Llanos, ahora en Santa Cruz de La Palma, lamenta la parálisis en la que ha entrado el vecindario: “No puedes ni salir a correr”.
Los polideportivos están ocupados por los servicios sociales, encargados del reparto de ropa y enseres para los afectados. Los campos de fútbol también han llegado a ser puntos de encuentro en caso de evacuaciones urgentes, al igual que el Campo de Lucha Camino León. Algunos creen que es un poco frívolo pensar en el ocio y las actividades deportivas en estos momentos, pero otros los ven como una posibilidad para aliviar el sufrimiento. Y despejar la cabeza, en alerta constante por lo que pueda pasar.
“El club de tenis está entre Puerto Naos y Los Llanos. Y ahora está entre Puerto Naos y la lava”, comenta Rubén, resignado a recorrer más de hora y media en coche todos los días para dar clases a menores. “Con el COVID estábamos encerrados, pero al menos podías abrir la ventana. Mi hijo cada vez que oye el rugido del volcán se despierta y dice: ¡ños!”, agrega su compañero Joaquín.
Pablo perdió su casa un mes después de que la tierra se abriera unos pocos kilómetros más arriba. Él vivía cerca de la zona industrial de Los Llanos, arrasada por la colada norte del volcán. Cuenta que el día de la erupción había elaborado un almuerzo de inauguración con su pareja y unos amigos, pues acababa de terminar de reformar su vivienda. “Ese día estábamos ahí, reunidos, y fui a coger una papa, miré por la ventana y vi la fumarola. Salimos y nada más hacerlo escuchamos el ruido, como una turbina a lo bestia”.
Pablo, conserje de un instituto, había habilitado un pajero que tenía para vivir. “Este año empecé a piñón. El sábado había comprado muebles también”, recuerda. Su única escapada desde hace semanas es jugar al tenis. “Si no estaría asfixiado”, añade.
Según ha informado el Plan de emergencias volcánicas de Canarias (PEVOLCA), la emisión considerable de cenizas es en estos momentos la actividad volcánica más destacada. Los Llanos de Aridane cuenta con una calidad del aire “extremadamente desfavorable”, al igual que este lunes y el pasado domingo. Jorge, fisioterapeuta en El Paso, lleva a sus hijos al club de tenis. Él no ha perdido nada, pero también necesita olvidarse de todo. “Gracias a que tenemos este ratito, que si no… ¿Tú sabes lo que es estar ahí metido todo el día? Aquí al menos desconectas”.
Carmen López, directora del Observatorio Geofísico Central del Instituto Geográfico Nacional (IGN), ha explicado que en las próximas 36 horas el penacho de cenizas se dirige hacia el este, lo que comprometerá aún más la ya paralizada operatividad del aeropuerto de La Palma. Y en cuanto a las coladas de lava, no hay avances significativos en las últimas horas. De hecho, la que más preocupaba, la número 11, se ha detenido, según la UME. Las demás han seguido recibiendo aporte de lava, pero sin apenas avanzar en su destrucción.