El futuro del turismo rural “pasa porque no sea una oferta que crezca atomizadamente, tiene que generar identidad de territorio, y esto no es solo una operación individual de propietarios atomizados y aislados”, sostiene Carlos Fernández, presidente de la Asociación de Turismo Rural Isla Bonita y profesor del Departamento de Economía de la Universidad de La Laguna (ULL), que ha participado en las Jornadas 25 años de turismo rural en Canarias celebradas en Santa Cruz de La Palma y Puntallana. “Hay que construir productos que tengan identidades comunes, que respondan a demandas comunes, y eso son operaciones que hacen los destinos; en La Palma ese es un reto, tener la capacidad de integrar como producto toda la oferta de turismo rural”, ha señalado en una entrevista con La Palma Ahora. “Eso no quiere decir que los propietarios tengan que estar asociados pero sí que su producto sea diferenciado por la contribución que tiene desde el punto de vista de la rehabilitación del patrimonio, de generar experiencias satisfactorias para el turista o desde la actuación de género (es la mujer la que presta el servicio”, ha explicado.
El cambio tecnológico es otro reto. “Somete a una presión muy grande a los pequeños operadores, asociaciones y empresas” y los conduce a “agencias de viaje online y plataformas virtuales” lo que obliga a “una permanente actualización para no perder la capacidad de enganche con mercados cada vez más distantes”, subraya. “Para un propietario individual puede ser muy fácil conectarse con un operador a corto plazo pero no a largo; tenemos turistas de muchos países y eso lo propicia la tecnología pero también requiere integrar a empresarios para hacer inversiones que permitan llegar a portales conectados con el mercado online”, detalla.
El turismo rural en La Palma, recuerda Carlos Fernández, “tuvo una etapa de inicio con un crecimiento vertiginoso alentado por los fondos de la Unión Europa, los programas Regis y Leader, y ese impulso se mantuvo durante toda la década de los 90 hasta que las ayudas cambiaron de criterio orientado a la mejora de calidad”. “Tuvimos una fase de crecimiento todavía hasta el año 2008 aproximadamente, donde la oferta se situó en torno a las 215 casas rurales, que representaban 750 plazas”. “La demanda fue creciendo en los primeros años y se estabilizó con la llegada de la crisis, que originó un decrecimiento muy importante; ahora llevamos dos años en términos de demanda turística con datos récord en el turismo rural en La Palma”, asegura.
El turismo rural en la Isla durante esto 25 años ha sido “fundamentalmente internacional, centroeuropeo, con una demanda de turismo alemán muy fidelizada a este tipo de producto; y el turismo nacional ha sido también importante, más el peninsular que el canario, lo cual ha dado estabilidad intertemporada”, detalla.
“Lo que sí hemos visto a lo largo de este tiempo es que las demandas y sus motivaciones han ido cambiando: tuvimos una primera época muy vinculada al carácter rústico de los alojamientos y esa personalidad la siguen manteniendo puesto que la figura de casa rural-casa emblemática, hotel rural-hotel emblemático, es una figura alojativa vinculada a la rehabilitación del patrimonio y eso le da un interés y una utilidad pública fundamentales; mantener el patrimonio edificacional rural para dedicarlo al uso turístico, eso no se ha perdido, se mantiene”, afirma. Aunque, añade, “la demanda viene espoleada por otro tipo de intereses; la tranquilidad y el disfrute de la naturaleza siguen estando presentes, pero el intento de vivir experiencias en el territorio quizás ha ido cambiando desde el punto de vista de reclamar otro tipo de equipamientos en los alojamientos; tradicionalmente se pedían barbacoas, buenas vistas y jardines, hoy se demandan piscinas, jacuzzis o saunas”, dice.
En La Palma, precisa, “hemos entrado con los elementos del astroturismo vinculando telescopios y miradores astronómicos en las propias casas, junto a otro tipo de equipamiento como miradores de aves en rutas de ecoturismo o visitas a bodegas y cultivos”. “El conjunto del turismo rural son pequeños grupos de motivaciones distintas; los clientes necesitan satisfacer intereses particulares, y así tenemos astroturistas, ecoturistas, agroturistas, los que disfruten de la naturaleza con turismo activo, también los más sedentarios, los más tranquilos, los que vienen a leer o los vinculados más a temas marinos”, señala. “La oferta ha ido cambiando en el sentido de que se ha ido adaptando a los propios alojamientos, y hoy tienen mucho más interés los exteriores (las buenas panorámicas, los buenos equipamientos de disfrute de jardín y piscina) que los aspectos interiores; la demanda ha ido cambiando, haciendo peticiones de productos más elaborados”, insiste.
En estos 25 años, resalta Carlos Fernández, “los precios siempre han sido un campo de batalla en La Palma, que teniendo buenas ofertas comparativamente con el resto de destinos, han sido relativamente inferiores, y eso hace que esta actividad se ubique como renta complementaria; los precios inferiores limitan la profesionalización de los que prestan este tipo de servicio y los procesos de inversión”.
Por otro lado, Fernández pone de relieve que “el turismo rural particularmente en La Palma tiene un acento de género fundamental, puesto que las mujeres son profesionalmente las que soportan esta actividad prestando el servicio”.
Asociación de Turismo Rural Isla Bonita
El presidente de la Asociación de Turismo Rural Isla Bonita destaca que “lo relevante” de este colectivo es que “después de 25 años sigue existiendo”. “A pesar de ser una asociación pequeña y marginal, ha prestado un servicio a un conjunto de propietarios (en estos momentos 75 con una oferta de 350 camas), pero creo que ha tenido un papel de otro tipo que es generar un profundo proceso de sensibilización sobre rescate patrimonial, defender retos conjuntamente, y eso ha sido una escuela de aprendizaje”.
Por otro lado, la Asociación de Turismo Rural Isla Bonita ha estado vinculada “a los programas europeos de generación de empleo y oportunidades para distintos sectores, como mujeres y jóvenes, relacionados con elementos de tematización con innovación en productos turísticos; ha sido también un pequeñito organismo que ha tenido la capacidad de no perder la pulsión de cómo ha ido cambiando el turismo rural”.
Pero Carlos Fernández no duda de que la Asociación de Turismo Rural Isla Bonita es “un modelo a reinventar, igual que todas las asociaciones”. “Probablemente el futuro del asociacionismo en turismo rural tiene que ver más con una estructura parecida al sindicato, sin hablar de sindicatos tradicionales; la palabra sería agrupaciones gremiales, que defiendan un conjunto de elementos que son idiosincráticos y muy propios; una casa rural, por ejemplo, tendría que tener un tratamiento fiscal diferenciado desde el punto de vista de la oferta turística por la contribución específica que hace a municipios que no son genuinamente turísticos, o las formas de regulación que tendrían que ver con la Seguridad Social puesto que los que prestan servicios en esos alojamientos son principalmente mujeres que trabajan a tiempo parcial, hay que buscar una cobertura social a esta actividad”, remarca.
Fernández destaca la necesidad de “una representación gremial, un interlocutor con la Administración en torno a las políticas públicas que tienen que ver con el desarrollo rural, donde no tiene cabida hoy probablemente lo que fue la esencia principal de las asociaciones de hace 15 años, cuya razón de ser era promocionar y comercializar”.