Itahiza Domínguez, sismólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN), y que ha estado a pie de volcán desde que se inició la erupción en Cumbre Vieja, no duda de que “es una de las zonas más activas” desde el punto de vista vulcanológico en Canarias y volverá a tener erupciones.
“Algún día volverá a haber una erupción en La Palma, es inevitable”, señala en una entrevista concedida a Europa Press en la que precisa que “la pregunta es cuando” porque “es muy difícil de saber”.
En esa línea, sostiene que las erupciones en La Palma “parece que se producen por grupos” según la información histórica y ahora se registra una secuencia de esas características con las erupciones de San Juan (1949), Teneguía (1971) y ahora Cumbre Vieja (2021).
“Habrá que ver si hay otra en pocas décadas o en 100 o 200 años, es imposible saber, por eso hay que seguir vigilando”, destaca, remarcando que “lo bueno” es que las erupciones vienen precedidas por “precursores” lo que debe mantener “tranquila” a la población y la comunidad científica y garantizar que no haya nunca víctimas, como ha sucedido en Cumbre Vieja.
Junto a La Palma, Domínguez sostiene que el Hierro y Tenerife son las islas “más probables” para albergar una erupción porque tienen territorios volcánicamente activos mientras que en Fuerteventura y Gran Canaria la probabilidad es “mucho más baja”, en Lanzarote “no se puede descartar” y La Gomera “está parada”, con millones de años sin erupciones.
Sobre Cumbre Vieja destaca que no descartaban que pudiera ser un episodio “bastante largo” porque la más larga en la isla había durado 85 días aunque reconoce que “la explosividad y la cantidad de material que salió sí pilló un poco por sorpresa”.
Además, apunta que históricamente se decía que “las erupciones eran tranquilas en Canarias” aunque los últimos estudios ya indicaban que “no eran tan tranquilas como se creía” y de hecho, en momentos puntuales, la altura de la columna eruptiva llegó a alcanzar los siete kilómetros.
“Sorprendió el material que salió y el área cubierta”
“Quizás sorprendió el material que salió y el área cubierta. No sorprendió en duración pero la explosividad sí estuvo un poco por encima”, indica.
Domínguez indica también que la erupción “tenía una parte de imprevisibilidad” porque “no siempre era fácil pronosticar lo que iba a pasar en cada momento” y de hecho, se “iba aprendiendo a medida que se producía la erupción” hasta el punto de que no había datos para predecir el final de la erupción.
Sobre la experiencia vivida con el volcán submarino de El Hierro y el de Cumbre Vieja apunta que “a nivel de seguimiento no sirvió mucho” porque una fue bajo el mar, no generaba daños, no había seguimiento claro y solo se observaban fenómenos indirectos.
En cambio sí sirvió para la sismicidad y la deformación, sobre todo en fase preeruptiva y ver cómo se manejan las redes instrumentales.
El sismólogo del IGN se ha mostrado sorprendido por la alta resistencia de algunos pinos -“en mitad de coladas que han tirado casas abajo”- y especialmente por la producción de ceniza del volcán, que llegó a sepultar casas, más allá de que sí se sabía que podía paralizar la navegación aérea.
“Me ha sorprendido la cantidad de ceniza emitida por el volcán y ha generado capas a kilómetros de distancia, en Fuencaliente, Mazo, Breña Alta y hasta Santa Cruz de La Palma”, comenta.
Sobre la experiencia científica acumulada en Cumbre Vieja apunta que es “un valor científico para el futuro” y dará “para años y años de estudio y entender mejor como funcionan este tipo de erupciones”, destacando que es una información que “se exportará” también al exterior.
“Hubo momentos duros”
Desde el punto de vista personal admite que “hubo momentos duros” porque la erupción se llevaba por delante las casas de la gente y generaba “sentimientos encontrados” observar la destrucción de las coladas y analizar de primera mano una erupción volcánica.
En esa línea, comenta que su objetivo era “intentar ayudar” y eso pasaba por dar información “en tiempo real” para mejorar el entendimiento de la población, especialmente cuando había que explicar “que la erupción no iba a salir por otro lado”.
Ha destacado que el pueblo palmero es muy “agradecido” por la labor científica que se ha realizado.
“Lo que más me ha impresionado es los propios palmeros, nos han arropado en todo momento y agradecen el trabajo pese a que no se ha podido salvar sus casas, solo hemos podido evitar daños personales, valoran que hayamos estado allí y que hayamos dedicado tiempo a divulgar”, expone.
Sobre la coordinación con los compañeros del Involcan (Instituto Volcanológico de Canarias) admite que en la erupción de El Hierro “fue más complicado” pero también “eran otros tiempos” pues apenas había empezado la andadura del Pevolca, que ni siquiera se había reunido.
“Dentro se trata de ayudar e ir todos a una”, comenta, y todo ha funcionado “relativamente bien”, y no solo con el Invocan, también con los miembros del IGME, IEO, CSIC o la propia Aemet, que ha tenido una función “importantísima” con el seguimiento de la ceniza.
Sobre la fase posteruptiva que se ha abierto ahora detalla que “no es fácil saber cuánto va a durar” porque aún hay mucho material que se está enfriando y desgasificando y el cono “será el último sitio al que se pueda acercar la gente”.
“La vuelta a las casas será de forma escalonada”
Así, indica que ya no hay tanta cantidad de gases pero aún “pueden ser importantes” por lo que entiende que “ahora no hay que relajarse y seguir midiendo” porque hay gases nocivos en zonas evacuadas y “todavía es un peligro”.
En ese sentido, expone que las coladas se pueden desprender u ocasionar pequeños derrumbes por lo que la población no debe acercarse ni recorrerlas por encima pues “hay altas temperaturas aunque lo de arriba esté frío” y también “zonas incandescentes”.
“Hay que transmitir a la gente un poco de paciencia, el Pevolca sigue activo, lo que se quiere es que cuanto antes se pueda volver a las casas pero con seguridad, no hay que estropearlo ahora y la vuelta a las casas será de forma escalonada, especialmente dependiendo de los gases”, señala.
De hecho, mantiene que no se puede descartar una reactivación de la erupción o “incluso una nueva explosión, aunque es el escenario menos probable”, poniendo como ejemplo que en El Hierro hubo una reactivación y terremotos sentidos por la población.