Dos momentos del relato bíblico, episodio evangélico, del nacimiento de Jesús con la Anunciación y la Adoración de los pastores continúa estando viva en la isla canaria de La Palma. Configura la ancestral danza ritual, delante del Niño Jesús, que pervive por el empeño de personas que defienden lo verdadero y el ancestral folclore de la isla.
Cada vez más se van perdiendo otras danzas rituales, delante de las imágenes y del Santísimo, en honor y ofrenda de devotos y creyentes. Los antiguos y solemnes Corpus Cristi, bajo las poderosas Hermandades del Santísimo, en el cortejo procesional iban acompañadas de representaciones con danzas de Mascarones y de Espadas y otras manifestaciones que hoy han perdido el concepto de “ritual” y se conservan en otros festejos, digamos, “civiles”.
Una de las más antigua manifestación festiva, con intervención popular, que conozco se recoge en el año 1672. En el libro de cuentas de la Cofradía del Santísimo, de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Barlovento, consta que, en este año, se hicieron pagos de “cuarenta reales a los danzantes en las dos fiestas del Corpus”, se refiere al Corpus y su Octava. Reseña documental que se en encuentra en el Archivo Lorenzo Mendoza, del Archivo Municipal de Los Llanos de Aridane.
En este caso nos ocupamos de la representación de la ‘adoración de los pastores’ en diferentes templos de La Palma el día de la Nochebuena. Se trata de la peculiar y valiosa música y danza de la ancestral Navidad palmera, las llamadas y conocidas “danza de tambor”, acompañadas de castañuelas y pitos (flautas de caña) fundamentalmente.
Los pastores del siglo XXI rememoran a San Lucas cuando describe la Anunciación y la Adoración de los pastores diciendo:
“Había unos pastores por aquellos contornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su rebaño durante la noche. De improviso un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de luz. Y se llenaron de un gran temor. El ángel les dijo: —No temáis. Mirad, voy a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. De pronto apareció junto al ángel una muchedumbre de la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres en los que Él se complace». Cuando los ángeles les dejaron, marchándose hacia el cielo, los pastores se decían unos a otros: —Vayamos a Belén para ver esto que ha ocurrido y que el Señor nos ha manifestado. Y fueron presurosos y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón. Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho”.
Han pasado más de 2.000 años y los pastores y pastoras del relato de Lucas vuelven a danzar de regocijo cuando “fueron presurosos y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño”.
*María Victoria Hernández es cronista oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002), miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009)