Benahoare es “mi tierra, mi lugar, mi país”
No es nuestra intención polemizar sobre este tema que, realmente, nos parece banal. Solo pretendemos sugerir la posibilidad de que existe un topónimo que está ahí, que es inconfundible, y no lleva a confusiones con otros similares, como es Benahoare. Se sugiere la posibilidad de que nuestra Isla pase a denominarse San Miguel de La Palma para resolver todos los problemas. Pero solo basta una visita a internet para ver qué lugares conocidos como San Miguel hay muchísimos, incluida una isla de Azores. La Palma, como espacio insular, es única en el mundo y así lo ha sido durante muchísimo tiempo (más de 500 años). Y, pensamos, que así debe continuar.
Y es que el desarrollo turístico de La Palma no depende, ni mucho menos, como parece darse a entender, de un cambio de nombre, sino en ofrecer un turismo diferenciado y de calidad, tal y como se viene trabajando desde hace algunos años. Y tenemos muchos mimbres para lograrlo: un Patrimonio Cultural (arqueología, etnografía, arquitectónico, artístico, etc.) muy rico, único y variado; una Naturaleza envidiable, espectacular y muy bien conservada; gentes muy bien formadas, preparadas, con ganas de trabajar; un cielo privilegiado, libre de contaminación, que alberga uno de los complejos astrofísicos más importantes del mundo, etc. Y son las administraciones públicas (regional, insular y municipales), junto con la iniciativa privada, quienes deben impulsar y dirigir esa senda, pero todos a una, olvidando personalismos y localismos. Evidentemente, todo esto que les acabo de contar son ideas muy personales que, seguramente, están muy alejadas de la realidad y, si quieren, utópicas, aunque, a lo largo de 36 años de trayectoria profesional, vinculada al Patrimonio Cultural de La Palma, especialmente el arqueológico, hemos comprobado cómo este tipo de yacimientos es atractivo e interesante para quienes nos visitan, entre otras razones, porque solo se encuentra en nuestra Isla.
Desde hace algún tiempo se ha generado, en nuestra opinión, una absurda y estéril polémica sobre la confusión a la hora de escoger un destino turístico entre los nombres de La Palma, Las Palmas y Palma de Mallorca. Esta discusión, de la que parece depender el futuro turístico de la Isla, es de tal importancia y magnitud que, hace unos años, se debatió en el Parlamento de Canarias. ¡Como si no hubiese otros asuntos más urgentes y de mucha mayor trascendencia para palmeros y canarios! Esta confusión solo obedece a la ignorancia y la incultura de quienes hablan de estos lugares sin unos mínimos conocimientos de geografía dando lugar a errores tan graves como situar al Teide en Gran Canaria, la Playa de Las Canteras en Tenerife y el Roque de Los Muchachos en Tenerife, entre muchos otros disparates.
Esta cuestión es, además, una solemne tontería porque parte de unas premisas falsas sobre las que no hay ninguna posibilidad de malinterpretación. La Palma solo hay una, y lleva con esa denominación más de 500 años, y se trata de una pequeña islita, en forma de corazón, situada en el extremo noroccidental del Archipiélago Canario. Por el contrario, Las Palmas hace referencia a la provincia homónima, integrada por las islas de Gran Canaria, Lanzarote, Fuerteventura y La Graciosa, más los islotes de Lobos, Alegranza, Montaña Clara, Roque del Este y Roque del Oeste. En cuanto a Palma, aunque le retiremos de Mallorca, le sigue faltando el articulito que se antepone a nuestro querido peñasco. Y es que, estoy convencido, al menos así nos lo enseñaron en la escuela pública, cuyos maestros y maestras nos formaron hasta lo que somos hoy (si es que somos algo), las preposiciones y los artículos son muy importantes y no se inventaron ni se usan por capricho. Por tanto, esta posible confusión solo obedece, repetimos, única y exclusivamente, a la incultura y el desconocimiento. En realidad, se trata de un claro ejemplo del desinterés y el olvido que el Archipiélago Canario suscita más allá de nuestras islas, tanto en la Península como en Europa donde, prácticamente, solo somos un lugar de vacaciones y veraneo. Y es que, en determinadas cuestiones aún seguimos siendo una colonia.
Ahora mismo, ni siquiera estamos en condiciones de saber quién y cuándo se le puso el nombre de La Palma y cuál es su significado real. Hay teorías para todos los gustos y algunas de ellas realmente estrambóticas y muy poco creíbles. Y es que la toponimia, los nombres, es un capítulo muy importante de nuestra cultura y que debe respetarse en su integridad y no cambiarla, tergiversarla o manipularla como se hace, muchas veces, sin ningún tipo de rubor. Estas alteraciones no son nuevas, ni mucho menos, y el proceso se inició en el mismo momento de la Conquista de Benahoare, cuanto los antropónimos y topónimos aborígenes fueron transcritos de una forma poco ortodoxa, ya que el único criterio fue la forma en que los sonaba en su propio idioma: el castellano.
Los ejemplos de estas aberraciones son numerosos, por lo que solo vamos a citar un caso en el que se intentó recuperar el topónimo antiguo, si bien al final, como casi siempre, todo quedó en buenas intenciones. El Camino de La Jurona, entre Todoque y Las Manchas, es, en realidad, el Camino de La Gorona. Quien encargó el cartel o lo hizo no tenía ni repajolera idea sobre qué era eso de gorona y lo más próximo que le sonaba era Jurona. Gorona es el nombre antiguo, antiquísimo, y hace referencia a las innumerables cabañas de piedras, habitadas por los benahoaritas, cuyos vestigios todavía se conservan en este lugar. Más recientemente, se han asociado con los denominados goros que, básicamente, se utilizaban para encerrar los cochinos.
En este sentido, me viene a la memoria otra polémica generada hace unos años cuando se puso en algunos paneles direccionales de las carreteras palmeras el nombre de Los Canarios que, al parecer, a muchos le sonaba a chino y que no es más que otro síntoma de supina ignorancia. Muchos se rasgaron las vestiduras y criticaron duramente al Cabildo Insular por tal “atrevimiento”. Desconocían que, al menos para la gente de El Valle Aridane, el casco municipal de Fuencaliente se llama y se conoce como Los Canarios. Este topónimo, al igual que el de Los Palmeros está asociado, generalmente, al mundo aborigen. Esta historia se repite en prácticamente todos los municipios. A nadie le extraña que vayas a San Pedro, San José, Santo Domingo, a El Pueblo o a La Plaza, tal y como los pasenses, por ejemplo, conocemos al casco urbano de nuestro municipio. Se propone el nombre de San Miguel de La Palma, aunque, sin ir más lejos, una de las islas de Azores se llama, precisamente San Miguel. Y solo basta con buscar en internet los lugares, especialmente en América Latina, que tienen ese mismo nombre.
Pero si el tema es tan preocupante e importante para el desarrollo turístico de la Isla puesto que, al parecer, son legión quienes queriendo venir a La Palma acaban en Las Palmas o Palma de Mallorca, les vamos a dar una solución muy sencilla y sin posibilidad alguna de confusión con otros ámbitos territoriales. No pretendemos, en absoluto, entrar en polémicas y discusiones sobre este tema. Se trata, simplemente, de una opinión personal y una posibilidad que está ahí y que tiene una antigüedad de, prácticamente, dos mil años.
Nuestra propuesta es recuperar el nombre aborigen de La Palma: Benahoare o, si se considera demasiado atrevido, la llamaríamos La Palma-Benahoare. Otras islas, Tenerife (nombre que, por cierto, le dieron los benahoaritas), La Gomera, por ejemplo, conservan sus nombres indígenas y el recuerdo, en forma de esculturas, a sus antepasados prehispánicos está por doquier, así como en el resto del Archipiélago Canario. Pero La Palma, en estas cuestiones, siempre ha sido diferente. Aquí se han obviado, silenciado y olvidado, sistemáticamente, no sé si de forma consciente o no, seguramente sí, las referencias a las grandes figuras del mundo benahoarita (Tanausú, Guayanfanta, Arecida, Francisca de Gazmira, etc.). A muchos, plantear esta sola idea les parecerá un atrevimiento inconcebible, una blasfemia, un sinsentido y una locura. Este sonoro, único y bello nombre (Benahoare) solo ha comenzado a ser utilizado y conocido de forma generalizada en los últimos, quizás, 40 años. Hasta entonces, prácticamente nadie, lo había escuchado o sabía qué era, salvo en determinados círculos de cierta cultura. Hasta ese punto se ha intentado acabar con la memoria de nuestros antepasados indígenas que, nos guste o no, este territorio fue “su tierra”, “su lugar” y “su país”, que es el significado de Benahoare, durante, como mínimo, 1.500 años. La época histórica palmera apenas si se ha desarrollado a lo largo de poco más de 500 años. Este topónimo (Benahoare) nos da una idea muy clara del amor y el apego que sus gentes tuvieron por su territorio. Y es que, nos guste o no, “mi tierra” es, se llama, BENAHOARE.
* Felipe Jorge Pais Pais, doctor en Arqueología
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