Cuando esto escribo hay más caravanas en La Palma que en las películas del antiguo Oeste donde veías esas filas de caravanas en que los pioneros buscaban tierras y sueños y se ponían en círculo para repeler los ataques de los apaches que gritaban mucho, pero solían acertar poco con las flechas. Bueno, en la mañana de este viernes, sin ir más lejos, pasando en coche por Los Cancajos conté más de cuarenta, lo juro, y luego un montón más en Bajamar y en la circunvalación de la famosa ‘Somos Capital’. Me imagino, y tampoco tienen que darme un premio por eso, que todas estas caravanas, muchas de ellas parecen alquiladas, están cogiendo posiciones para el día de Indianos, pues son gente que ya viene con la casa a cuesta lo cual es una buena noticia si la razón es que ya no encuentran donde quedarse y no tan buena si es simplemente por ahorrarse alojamiento y restauración, además de ocupar gran parte de los aparcamientos disponibles tan necesarios para el día del gran mogollón. En fin, una fiesta es una fiesta y cada cual se lo monta como puede, aunque no les haga tanta gracia a los sufridos conductores que van en cola detrás de uno de esos vehículos por las curvilíneas carreteras de La Palma. Si me preguntan a mí, el espectáculo me parece insólito y pintoresco, y contribuye a confirmar a La Palma como república friki indispensable para conseguir eso que llamamos ‘turismo de calidad’, lo cual no sé si saben que descalifica al turismo llamado despectivamente de masas para disfrutar de nuestra terrenal mansión, olvidando que el turismo de masas es el turismo del pueblo, o ¿es que el pueblo no tiene derecho a vacaciones? Que nadie se ofenda que estamos en Carnavales y los carnavales en este país contribuyen a elevar el PIB, que diría la vicepresidenta. Y el PIB somos todos, aunque unos más que otros.