Carta a los Reyes Magos
Mis queridos Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltasar: me dirijo a los tres, sí, a los tres, sin diferencia de raza ni lengua ni color. Me siento especialmente proclive a llamaros por vuestros nombres (y perdónenme si a veces se me escapa el tuteo, pero ya son muchos años de relación) para así sentirme más cercana y con la confianza suficiente para redactar esta carta. No sé si a mis años puedo guardar la esperanza de volver a hacerlo en años venideros, pero tengo la corazonada de que así será. Estaba dispuesta a pediros cosas con cierto rigor, pero me temo que no tengo la cabeza para tanto raciocinio y anotar las cosas por orden de importancia y así debo reconocerlo. Hay en mi cabeza y por ende en mi corazón tal desbarajuste que no sé bien por dónde empezar. He sido buena. Eso sí. Creo que lo he sido y por esa razón puedo lanzarme a pedir lo que me dé la gana.
Deseo pedirles, por favor, que no traigan regalos a tanto niño maleducado, impertinente y consentido que se cree con derecho a tener todo lo que solicita y, además, tiene la casa llena de juguetes que ya ni mira y los maltrata y los rompe a golpes, y cuando se le dice que hay otros niños sin nada en el mundo te miran como si fueras un bicho raro. Me temo que ellos no saben que existen niños abandonados y tristes que no tendrán nunca juguetes, ni cabalgatas ni comida que llevarse a la boca, ni médicos ni hospitales que curen sus heridas. Pero ese es otro tema y no voy a calentaros la cabeza. Cuando lleguen se los explicaré con calma.
Deseo que vengan cargados con sacos de carbón para algunos de nuestros padres de la patria. Están insoportables, descuidados e insolentes y no paran de insultarse en la televisión, en los parlamentos, en la calle e, incluso, en su propia casa y delante de todo el país. No sé si llegaréis a tiempo de enfrentaros a determinados presidentes de países lejanos como Estados Unidos, Israel o Corea del Sur, pero me temo que esos ni creen en reyes Magos ni se los imaginan, porque sólo parecen importarles las bombas y los misiles y, para consolarnos de tanta muerte y distraernos para que no sepamos lo que hacen a nuestras espaldas, siguen montando desfiles y circos imperiales con luces de colores.
Deseo que se den una vuelta por Palestina y arropen a esas criaturas que caminan sin rumbo bajo un cielo de cohetes y metralla o mueren de frío con solo tres semanas de vida. Deseo que vayan a Kenia y si es posible se den una vuelta por Angola o por La India y recojan cadáveres de tanto hombre inocente y bendigan sus cuerpos y les dejen algo de agua a sus hijos y mujeres que siempre acaban arrastrándose por la arena en busca de comida y consuelo. Y, de paso, salven a alguna especie, vigilen a los cazadores y requisen las armas para que dejen de matar elefantes o leones o gentes de otras etnias, y, si pueden, miren bien las armas que usan para saber quién se las vende y luego vayan a esas fábricas y les dan un susto. Sólo un susto.
Quiero para mí una ley que proteja a los colectivos que defienden determinados asuntos olvidados por las leyes y los gobiernos que las hacen posibles. Por ejemplo, una ley que ponga en pie las propuestas de una Asociación de Colectivos sin Identidad de Canarias que sigue incansable buscando en cunas vacías, mazmorras sin registrar, y cunetas con desaparecidos. Es un asunto que me preocupa desde hace más de cuarenta años y no veo que se solucione nunca. Traigan a España un aparato especial de ADN que estamos privados de todo y tenemos que enviar nuestros genes a Nueva York para que nos registren y nos den algún día la noticia de un hijo o un padre en condiciones. Traigan leyes que devuelvan la dignidad de tantos hombres condenados al silencio por razones de identidad sexual o política. Traigan picos y palas para desenterrar a nuestros abuelos hundidos en el vacío legal y al pie de algún pinar. Y, por favor, traigan un poco de alegría y esperanza para que todo esto que digo y nos duele a muchos no pueda volver a repetirse.
Y para dejarlo muy claro dejen algún paquetito de carbón a la puerta de determinados partidos políticos que hablan de eliminar, sacrificar, hundir, expulsar o matar. Por cierto: dense una vuelta por las costas de Canarias y acérquense a los lugares donde llegan barcas repletas de emigrantes que intentan alcanzar una vida y un mundo mejor y les reparten pasaportes, documentos, trabajo, y la ilusión de que es posible alcanzar la felicidad en nuestras tierras. Luego, ya me encargaré yo de desmentiros y les explicaré que no es para tanto, que a nosotros nos pasa lo mismo y no hay manera de emigrar a parte alguna. A ver si ustedes me ayudan a encontrar ese lugar.
Gracias por escucharme y hasta mañana.
Elsa López
5 de enero de 2024
0