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Coincidencia semántica

Entre la rotunda frase “el Senado te permite hacer lo que te salga de la polla”, dicha así tal cual por el ex alcalde santacrucero, Miguel Zerolo en el año 2007, y la bastante más comedida construcción sintáctica: “ahora solo falta que te afilies ya” del alcalde lagunero Fernando Clavijo, grabada por la policía tres años después, hay noventa grados de coincidencia semántica; más allá de la partidaria; aunque los significantes –en su engañosa apariencia- no la muestren a primera vista. En la primera conversación Zerolo explicaba a su interlocutor, el ya fallecido Adán Martín, las ventajas de concurrir al Parlamento como llave para ser luego senador por la Comunidad Autónoma, poltrona en la que aún sigue, al parecer hasta el 31 de diciembre, pese a estar no solo imputado sino imputadísimo en distintas causas, y hasta condenado en otras. En la segunda, filtrada hace pocos días, Clavijo recomendaba al beneficiario de una subvención que se afiliara a Coalición Canaria, y lo cierto es que al menos en parte éste siguió su consejo. Fue en el puesto 17 de la lista de este partido al año siguiente. Clavijo está imputado por prevaricación, tráfico de influencias y malversación.

En el fondo ambos diálogos representan una misma cosa: la colonización de las instituciones en beneficio propio, cual si fueran un cortijo donde abatir abundantes piezas de caza; una manera habitual de practicar la actividad política, como ejercicio cotidiano del clientelismo, bien se trate de repartir contratos, subvenciones, servicios, sillones, ayudas, influencias o prebendas; el mismo modo de entender lo público, como terreno bien abonado y fértil donde hacer germinar negocios y negocietes privados. Son los andares, uno más chulesco y el otro más finamente contenido, de quienes creen, tras turnarse en el poder decenas de años –que a ratos parecen cientos-, que vale todo en política, siempre y cuando se vista al correspondiente procedimiento administrativo con el idóneo –por convincente- disfraz de legalidad. Imaginación administrativa, la llaman algunos. Es el hastiante marrullerismo político como modus vivendi de una casta local, que ha nacido, crecido y envejecido aposentada en las instituciones, y a la que por mera higiene democrática es urgente desalojar.

mvacsen@hotmail.com

Entre la rotunda frase “el Senado te permite hacer lo que te salga de la polla”, dicha así tal cual por el ex alcalde santacrucero, Miguel Zerolo en el año 2007, y la bastante más comedida construcción sintáctica: “ahora solo falta que te afilies ya” del alcalde lagunero Fernando Clavijo, grabada por la policía tres años después, hay noventa grados de coincidencia semántica; más allá de la partidaria; aunque los significantes –en su engañosa apariencia- no la muestren a primera vista. En la primera conversación Zerolo explicaba a su interlocutor, el ya fallecido Adán Martín, las ventajas de concurrir al Parlamento como llave para ser luego senador por la Comunidad Autónoma, poltrona en la que aún sigue, al parecer hasta el 31 de diciembre, pese a estar no solo imputado sino imputadísimo en distintas causas, y hasta condenado en otras. En la segunda, filtrada hace pocos días, Clavijo recomendaba al beneficiario de una subvención que se afiliara a Coalición Canaria, y lo cierto es que al menos en parte éste siguió su consejo. Fue en el puesto 17 de la lista de este partido al año siguiente. Clavijo está imputado por prevaricación, tráfico de influencias y malversación.

En el fondo ambos diálogos representan una misma cosa: la colonización de las instituciones en beneficio propio, cual si fueran un cortijo donde abatir abundantes piezas de caza; una manera habitual de practicar la actividad política, como ejercicio cotidiano del clientelismo, bien se trate de repartir contratos, subvenciones, servicios, sillones, ayudas, influencias o prebendas; el mismo modo de entender lo público, como terreno bien abonado y fértil donde hacer germinar negocios y negocietes privados. Son los andares, uno más chulesco y el otro más finamente contenido, de quienes creen, tras turnarse en el poder decenas de años –que a ratos parecen cientos-, que vale todo en política, siempre y cuando se vista al correspondiente procedimiento administrativo con el idóneo –por convincente- disfraz de legalidad. Imaginación administrativa, la llaman algunos. Es el hastiante marrullerismo político como modus vivendi de una casta local, que ha nacido, crecido y envejecido aposentada en las instituciones, y a la que por mera higiene democrática es urgente desalojar.