Espacio de opinión de La Palma Ahora
Crónica de una navidad blanca y negra para El Teide
El pasado mes de noviembre tuve el placer de participar en un campo de trabajo voluntario a través de una ONG de ayuda humanitaria en el Parque Nacional de Las Cañadas del Teide (Tenerife). Esta experiencia única me permitió alojarme por dos semanas en un chalet en la zona conocida como El Portillo, en compañía de unas personas de gran calidad humana.
El Portillo es un conjunto de infraestructuras, entre las que se encuentran cuatro restaurantes (dos de ellos cerrados hace años), el Centro de Visitantes del Parque Nacional, con sus puntos de información, interpretación y un jardín botánico; varios edificios de uso público para los trabajadores del parque y para los servicios de emergencias (salud y socorro, prevención y extinción de incendios,?) y una decena de casas de propiedad privada.
Sobre este último aspecto, mi opinión personal es que se debería expropiar dichas casas a sus actuales propietarios y ponerlas a disposición del uso público. Es una aberración que se mantenga esta propiedad privada, para el uso exclusivo de unos pocos, fiel reflejo y recuerdo de una herencia de una época pasada negra. Sobra decir que las leyes y las varas de medir no son iguales para determinar el uso público en las costas, (¿Quién no recuerda “Cho Vito” u otros poblados marineros?) que en el caso de los montes y cumbres.
Sobra decir que ninguna de estas viviendas son de primera residencia y que su valor estimado es de más de un millón de euros cada una, dada la exclusividad de las mismas, hecho que impide la compra por parte de las “arcas vacías” de nuestra administración, pero sí permitirían una expropiación, previa compensación simbólica (aclarada mi postura sobre este asunto).
Me sorprendió mucho más que si “no hay dinero” hoy en día “para nada”, el Ministerio de Defensa mantenga una parcela donde uno pierde la vista en el horizonte, y donde realizan maniobras militares, disparando sus proyectiles (fuego real) quizás fijando su objetivo en alguna Retama del Teide (Spartocytisus supranubius) o Cardo de Plata (Stemmacantha cynaroides), especies en vías de extinción o sensibles a la alteración de su hábitat.
El reguero de plásticos y metales dejado en el terreno es una vergüenza, poco importa si en la zona hay una parcela de experimentación o es una zona de reserva. Mejor entregaran el dinero de esa “defensa” a otros fines y de paso esa parcela al “uso civil”.
Para el lector que se está preguntando el porqué hablar de estas injusticias, simplemente viene a razón de situarlo en contexto para que no se sorprenda de la noticia de que “El Parque Nacional de Las Cañadas del Teide pasa a manos del Cabildo Insular de Tenerife”. La institución insular gestionará en 2014 esta joya declarada Patrimonio de La Humanidad.
La misma institución que expide licencias de caza mayor para el entretenimiento de unos hombres (no observé ninguna mujer en las cuadrillas) pegando tiros a ejemplares machos de Muflón (Ovis musimon) que ni siquiera sirven como trofeos de calidad, dada su alta consaguinidad, perpetuando así el capricho de la introducción de esta especie (en la década de los 70) por parte de la oligarquía“reinante” en la época con la complicidad del Estado.
Se debe pues, enmendar dicho error histórico y desde el Cabildo plantear el acabar con esta práctica dañina para una adecuada conservación del Teide, ya que por un lado este animal se alimenta de plantas únicas y por otro se limita el uso público de algunos senderos por el peligro de accidente.
Como idea a la tradicional erradicación mediante el exterminio de los ejemplares, se podrían plantear otras soluciones menos agresivas e ideales, por ejemplo, cazarlos con vida y trasladarlos a la Península Ibérica a Córcega, Cerdeña o Chipre.
Sería una operación a realizar dentro de un programa de colaboración-convenio internacional de conservación sin precedentes, a la altura del prestigio que merece la gestión del parque nacional y que aunque técnicamente posible estaría el hándicap de buscar el presupuesto, ya que actualmente con la primera transferencia de competencias de la Administración central a la Comunidad Autónoma de Canarias se redujo a la mitad el presupuesto del Parque Nacional y la tendencia es a la baja.
La clave podría ser en este caso los fondos LIFE europeos o una dotación por parte de las Naciones Unidas dentro de su “Decenio sobre la Diversidad Biológica (2011-2020)”.
También se ahorraría observar a los propios y extraños, cartuchos, restos de basura, que van dejando algunos cazadores a su paso, y hasta perros extraviados o abandonados a su suerte durante días.
Siempre les quedaría a los cazadores “entretenerse” matando la plaga de conejos que azota a Las Cañadas o que El Cabildo de Tenerife les subvencionará algún viaje para disfrutar de su afición o deporte, en tierras africanas o peninsulares.
Continuando con mi vivencia, uno de los hechos que más me llamó la atención es el aumento de turistas de origen ruso y que son la mayoría de visitantes y fuente principal de ingresos del mismo, sustituyendo en parte al tradicional turista de origen germano; lo cual sin duda guarda relación con el alto poder adquisitivo de la numerosa “clase alta” de esta convulsa potencia económica, y que vienen atraídos por el buen clima de Canarias y la facilidad para adquirir una residencia o incluso la nacionalidad española.
Dicho esto, y que las cifras no mienten, la isla de Tenerife tiene una población que ronda un millón de habitantes, que sumados a los turistas (doce millones visitan Canarias cada año, cinco millones de ellos Tenerife) hace reflexionar sobre si no se habrá llegado al límite de capacidad de carga del territorio, teniendo que regularse por ley la residencia en Canarias.
Regresando a Las Cañadas del Teide, destacar la maravilla de su clima, ese frío mágico al cual se le atribuyen incluso propiedades curativas para enfermedades de origen respiratorio; y un sol que aunque intenso, permite apreciar los diferentes matices del amanecer único; único como el canto del Alcaudón Real (Lanius excubitor) ó el Pinzón Azul (Fringilla teydea teydea) -salvo cuando la estela contaminante dejada por los aviones militares que sobrevuelan todas las mañanas, rompe el momento-
Subir al Teide, a su pico, está regulado y precisa de un permiso que se ha de pedir con días de antelación, pero la espera merece la pena. Es preciso ir con calma, hidratándose, descansando si es necesario e intentando pasar rápidamente y con prudencia el último tramo para evitar respirar las emanaciones de azufre.
Es increíble la gran cantidad de colillas que se encontraban en los senderos del Pico más alto de España, inadmisible, pero lamentablemente posible dado el escaso personal que lo custodia; y que puede agravarse debido a que se espera una inminente reducción de la plantilla indeterminada por parte de la empresa pública TRAGSA.
También aprecié colillas tiradas en La Cueva del Viento en Icod de los Vinos, otra joya de Tenerife y Canarias, afectada por la construcción en superficie de viviendas ilegales y otras infraestructuras, que vierten sus aguas negras al subsuelo, y de la agricultura convencional que usa productos químicos de síntesis (se debería promover métodos agroecológicos) una vez más las administraciones son ineficientes, ineficaces, incompetentes y permisivas en la aplicación de las leyes en detrimento de este tubo volcánico, que nació en Pico Viejo (Las Cañadas del Teide) y desemboca en la costa. Aunque, la propiedad pública de la cueva es solamente una parte.
Se debería crear otro centro de interpretación mayor, acorde a este recurso natural, y que sin duda atraería miles de visitantes ávidos de conocer este coloso del subsuelo, comparable solamente con las formaciones de las lejanas islas Hawaii.
Por tanto animo al lector a que si aún no lo ha hecho, y mientras “Guayota” o el Cabildo Insular de Tenerife lo permitan (sino no lo destruyen), visiten el Parque Nacional de Las Cañadas del Teide, que disfruten del sol invernal, de coger entre sus manos la blanca nieve en El Pico del Teide y bajar caminando por sus faldas, de disfrutar de tomar un “barraquito” en el Parador Nacional y admirar las maravillosas noches estrelladas con el acompañamiento de las explicaciones del 'showman' local, cultivador del estrellas.
Del repicar en domingo de la campana de la ermita de Nuestra Señora de Las Nieves, mientras se observan las rarezas de tajinastes. Del sentir las gotas de lluvia caer y ver cómo surge una explosión de vida. De desayunar un dulce artesano con una buena tasa de chocolate caliente en uno de sus restaurantes. De dejarse llevar y por las maravillosas guías en sus senderos. Por apreciar los reflejos vidriosos de la negra roca obsidiana o de la blanca capa del mar de nubes.
De la inmensidad de los espacios, de las cañadas, de su naturaleza, de sus montañas, con sus contornos, de las huellas de sus tradiciones, de la claridad de su cielo. Del detalle de un escarabajo, una araña, un trozo de azufre, un puñado de arena, una bocanada de aire, un suspiro. Del susurro del viento, del vuelo de un murciélago, de la luz de los montañeros subiendo al Refugio de Altavista en la oscuridad de la noche.
De ver cómo los colores naturales cambian con el transcurrir del tiempo, con el baño de luz, con el avanzar del atardecer, con la caída de la noche; con tonalidades imposibles de repetir; lo que sí es deseo repetible es la experiencia vivida.
O sencillamente del observar del ir y venir de turistas y respirar aire puro, en un paisaje ancestral, que atrapa cautivo al espectador; como si de un guanche capturado por un conquistador se tratase. Esclavo en sí mismo y sus recuerdos.
Felices Fiestas.
El pasado mes de noviembre tuve el placer de participar en un campo de trabajo voluntario a través de una ONG de ayuda humanitaria en el Parque Nacional de Las Cañadas del Teide (Tenerife). Esta experiencia única me permitió alojarme por dos semanas en un chalet en la zona conocida como El Portillo, en compañía de unas personas de gran calidad humana.
El Portillo es un conjunto de infraestructuras, entre las que se encuentran cuatro restaurantes (dos de ellos cerrados hace años), el Centro de Visitantes del Parque Nacional, con sus puntos de información, interpretación y un jardín botánico; varios edificios de uso público para los trabajadores del parque y para los servicios de emergencias (salud y socorro, prevención y extinción de incendios,?) y una decena de casas de propiedad privada.