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Cuestión de tiempo

Santa Cruz de La Palma —

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La lectura y la escritura nos han acompañado desde la antigüedad griega, la necesidad de comunicarnos y de transmitir nuestras ideas, pensamientos y conocimientos siempre ha estado implícita en nuestra naturaleza humana. La lectura y la escritura son dos elementos que, sin duda, han dado forma a la rueda del progreso, al avance rizomático de innumerables descubrimientos, a la suerte de conocer el mundo tal y cómo es en la actualidad. Pero la rueda del progreso no ha dejado de girar, no se ha parado en ningún momento, no ha tomado un descanso de actualizaciones; sino que ha seguido en movimiento, ha seguido adaptándose a las circunstancias y necesidades de cada sociedad, ha seguido y seguido entre la aparición de nuevas tecnologías, la digitalización, la globalización…ha seguido, sin freno. Y entre tanto giro, tantas vueltas, tanto avance, tanto movimiento, tanto todo, tanto siempre, tanto ahora, no aceptamos un no por respuesta. Lo queremos todo ya, todo rápido, frenético. Y la lectura, sin duda, no responde a ninguno de esos términos.

La lectura nos ha acompañado durante todas las épocas y todos los tiempos, pero ahora, en nuestra realidad frenética, requiere de demasiado tiempo. Demasiado para aquellos que el tiempo se mide por segundos y no por momentos, demasiado para aquellos que no disfrutan de la pausa, del conocimiento. Demasiado tiempo para cada vez más demasiadas personas. La lectura requiere de un tiempo que no estamos dispuestos a dedicar, preferimos pasar nuestras horas delante de alguna pantalla, en comunicaciones supeditadas a la velocidad de nuestros dedos, en mensajes de escasos caracteres o en narraciones de contenido banal y risa fácil. La lectura requiere de un tiempo que sí tenemos, pero que no queremos.

En su libro, “El ver y las imágenes en el tiempo de Internet”, Juan Martín Prada nos dibuja una imagen de la vida en velocidad, una imagen que responde a la proliferación visual y al reinado de lo inmediato, una imagen que, a menudo, se presenta al tiempo de un clic. Martín Prada va componiendo a partir de cada palabra un relato en presente que nos sitúa en el momento del desenfreno y que, lamentablemente, nos aleja de todas aquellas prácticas que requieran de una parada, de un tiempo. Coincidiendo con este autor, podríamos pensar que la narrativa contemporánea no se encuentra en ningún libro, no se está escribiendo, se está transmitiendo en directo en algún perfil de Instagram o se encuentra en algún post o tweet. Podríamos pensar que la historia del presente se está componiendo a partir del texto fragmentario y la difusión del espectáculo. Nuestra historia, el relato biográfico que componemos día a día toma forma de caracteres, de emoticonos, de stickers, de audios escuchados en x2, de un margen mínimo para una vida escasa de tiempo.

Nadie tiene tiempo, nadie se permite parar, nadie escucha, nadie lee, nadie escribe y, al final, ese nadie nos volvemos todos. La velocidad nos engulle en un amasijo de instantes mal cortados que se suceden rápidamente y, lo que es peor, que ni somos conscientes de que están ocurriendo. Nadie tiene tiempo para verlo. Quizás podríamos cambiar el orden de los términos, y en vez de decir que no tenemos tiempo, decir que estamos a tiempo. A tiempo de vivir, a tiempo de escuchar, a tiempo de leer.

Hoy, 23 de abril, se celebra el Día Internacional del Libro y se reivindica la necesidad de la lectura, porque aunque la nuestra sea la época de la atención dispersa, del modo ahora, de tenerlo todo al alcance y disponible como enlace de descarga, los libros siguen siendo una necesidad básica. Los libros nos siguen permitiendo perdernos y encontrarnos, vivir a través de otras vidas, saborear a través de otros labios, descubrir, viajar, conocer; nos siguen permitiendo tener un respiro acompasado entre letras y páginas, tener un momento de soledad y sentirnos acompañados. Los libros nos siguen permitiendo acomodar el silencio entre sus márgenes y escuchar voces en donde solo hay palabras, nos siguen permitiendo estar y nos siguen permitiendo ser. Los libros nunca nos quitarán demasiado tiempo, en cambio, nos permitirán darle sentido a nuestro tiempo. Los libros escriben vida y regalan tiempo.