Otro año más estamos celebrando el Día Internacional de la Biblioteca, que nace de un suceso terrible, la destrucción de la Biblioteca de Sarajevo durante la Guerra de los Balcanes. Siempre me he preguntado cuántas se han destruido desde aquel, ya lejano y triste, 1992.
No creo en este día, no creo en ningún día internacional de “algo ”con el único pretexto de ofrecer una visibilidad sin resultados, y más sabiendo que el resultado es una bonita fotografía, un vídeo, unos edificios coloreados, y poco más. Ni planes reales, ni aumento de la inversión, ni análisis de la situación en la que nos encontramos, ni empatía entre compañeros y compañeras, ni agenda única bibliotecaria y cultural para no colapsar y poder disfrutar y aprender para crecer, para inspirarnos, ni tantas circunstancias más que no caben en un solo artículo.
Las Bibliotecas no son importantes para las personas que dirigen nuestro sistema, y el que quiera afirmar que sí, directamente: está equivocado. Ni es suficiente, ni se acerca a la suficiencia, ni se genera la transformación que necesitamos, ni se realizan evaluaciones, ni tan siquiera nuestra Ley de Bibliotecas (canaria) es atractiva, ni obliga a tener la posibilidad, las herramientas y los medios para cambiar el rumbo, y ahí están los resultados desde que existe, ¿Están?
Y el rumbo pasa por una reflexión hacia el interior de todas las compañeras y compañeros profesionales de las Bibliotecas que permanecemos muchas veces inmóviles ante los cambios que creemos, sabemos con certeza y experiencia, son necesarios. Porque nos cortan las alas cuando los proyectos se extienden demasiado, porque nos cortan las alas cuando el éxito les abruma, porque nos cortan las alas cuando ven que la población está demasiada entusiasmada con la idea. Y cuando no sucede todo eso, o bien lo dejan morir de forma elegante en la que nadie se entera, o bien la desgana se apodera porque no somos inmunes a nada.
Creo en otra biblioteca. Expurgar masivamente, sí. El libro como un ser vivo latente, si lo quieren poetizar así, también nace, vive y se muere, y cuando se muere o se reutiliza para otras funciones artísticas, solidarias, o se va al contenedor azul. Sin duda alguna se ha demostrado, yo particularmente he demostrado, que es más importante la calidad ante la cantidad, que la efectividad en el marco lector es mucho mayor en la calidad que en la cantidad, y nos asusta ver estanterías vacías, ¡pero si es maravilloso! Tendríamos espacios gigantescos para colocar sillones, mesas con café, té y calentadores, algún fruto seco, fruta, actividades autónomas con la lectura, cojines, mantas, Makerspace, tecnología, zonas cómodas para compartir, el fin de los carteles de silencio por favor, pero, sobre todo, instar, obligar a las instituciones públicas a que habiliten salas de estudios, quizás en las propias bibliotecas de forma insonorizada o bien en otros espacios. Las Bibliotecas no son espacios para estudiar, no son lugares para estar anclados memorizando un temario, porque esas Bibliotecas ya no existen, no por un capricho de los bibliotecarios si no porque así lo reclama la sociedad, la que quiere avanzar: decrecer y transformar, los que desean compartir conocimiento, lectura, tardes de bienestar social y comunicativo, de diversión cultural, de ocio cultural y educativo, de un tejido social más que necesario y como lugar de importancia dentro de la educación. Este último párrafo redundante y repetitivo, porque es la forma de gritar en silencio.
Me niego a seguir celebrando días, sabiendo que aún estamos detrás de un mostrador y ya está, esperando al lector o lectora y en ese procesamiento técnico del libro, que también por supuesto, faltaría más. Pero igual que todo se transforma, las bibliotecas no son ajenas a esos cambios, aunque nos empeñemos en que sí.
Somos capaces de ser rentables, de tener superávit no solo económico si no en todas las áreas que puedan imaginar. Pero seguimos sin verlo, siguen sin verlo.
Mientras todo siga igual, este día es un día de palabras huecas y arcaicas, de lamentaciones y protestas, de sonrisas agridulces iniciando un taller diferente que tiene un recorrido final porque no nos dan los medios para que sea infinito, y así un largo y extendido horizonte de deseos sin resolver y frustraciones con flores.
Felicidades a todas las Bibliotecas que se empeñan en creer en sí misma como posibilidad y alternativa dentro de la cultura, la educación y el espacio social, y que mañana volveré a felicitarlas y pasado, y dentro de unos días.
Y esta vez no voy a terminar mi escrito pidiendo perdón por opinar así, en lo que se refiere a las reacciones en mi gremio, que parece que hay que pasar ciertos filtros para llegar a todos los fines. Es mi opinión personal, es para lo que me he formado y trabajado en los últimos 15 años de mi vida, que se dice pronto, y por lo que pienso luchar siempre, porque decidí desde muy pequeño estar entre los libros y sus historias, y convertirlos en armas poderosas y reales para acabar con ciertas injusticias que parecen inalcanzables pero que se acaban destruyendo con tesón y valentía. Creo en la biblioteca que llevo dentro, que la recubre un enjambre de abejas de claveles. Cuando quieran un tarrito de esa miel ya saben dónde ando.
PABLO DÍAZ COBIELLA
Bibliotecario