Espacio de opinión de La Palma Ahora
El ‘xenófogo’
Y que quede claro que no soy ni racista ni xenófogo. Se leía esta brillante presentación hace unos días en uno de esos abiertos foros de opinión que fomenta la prensa electrónica. Seguido de esto el anónimo y animado contertulio despotricaba contra toda inmigración, actual y futurible, y a cuenta de la acogida que los estados europeos darán a personas con estatus de refugiadas de guerra. Lo cierto es que los términos ‘xenófogo’ y ‘xenófoga’ se volvían a repetir en este y otros espacios, siempre como autodefensa de posturas racistas. Se entiende que no se ha hablado de la xenofobia lo suficiente para saber cómo se pronuncia y escribe, pero al albur de lo observado tal vez se puede concluir que xenofobia e ignorancia viajan, indefectiblemente, de la mano. Sepa usted, amigo ‘xenófogo’, que hoy se ha ganado el privilegio de ser el testaferro de una serie de posturas dañinas, culturalmente enquistadas y, por desgracia, muy populares. A ver. El ‘xenófogo’ no está solo, hay toda una masa de gente muerta de miedo hacia lo que no conoce ni quiere conocer que repite que de ningún modo se puede permitir que vengan musulmanes a construir mezquitas y decapitar infieles (no exageramos, así está el nivel). Tranquilos y tranquilas: la persona refugiada de guerra no tiene por qué ser necesariamente terrorista de primer nivel, además, si quieren rezarle a Alá en vez de al dios de los católicos, ¿qué más nos da?, ¿de dónde ese miedo? El ‘xenófogo’ además piensa que las personas que viajan a Europa huyendo de la guerra lo hacen como quien sale de puente a disfrutar de un poco de turismo y a aprovecharse de las bondades de países con economías más prósperas. No. Están en medio de una guerra encarnizada que no tendrá fin a corto ni medio plazo. Cierto que no hemos vivido que nos bombardeen y ametrallen en nuestros barrios, no sabemos lo que es eso, pero podemos y debemos pedirle al ‘xenófogo’ que haga un ejercicio de empatía. Otra cuestión que le preocupa es la económica, la laboral, es decir, dónde se van a colocar y con qué medios. Este debería ser el debate inicial, éstas son las soluciones que hay que buscar: tenemos que acogerles ¿cómo lo hacemos? Es la postura deseable en vez del ‘No’ sistemático, porque, querido ‘xenófogo’, no hay otra opción posible, le guste o no. Se argumenta que con estos niveles de desempleo, precariedad, expolio y corrupción se hace imposible que venga más gente a vivir al archipiélago. Verán, ya estábamos en el fondo del pozo antes de esta crisis humanitaria, y aquí no nos metieron las personas migrantes, tampoco vamos a salir antes si no recibimos a nadie, el sistema económico es inhumano seamos más o menos, y los problemas son estructurales, no a causa del número de habitantes, además, tampoco es que vayamos a acoger a un millón de personas en las islas, no se agobien. La controversia está servida, y el debate es sano siempre y cuando no superemos el límite de hacer del odio una bandera, pero, si hay una parte de la población que no quiere que vengan personas refugiadas quizá es el momento de obviarla y seguir con el proceso, no como imposición ni altivez, sólo es que no podemos permitir colocar al humanismo en estándares tan bajos, los derechos humanos siempre estarán por encima del capricho de un puñado de ignorantes.
Y que quede claro que no soy ni racista ni xenófogo. Se leía esta brillante presentación hace unos días en uno de esos abiertos foros de opinión que fomenta la prensa electrónica. Seguido de esto el anónimo y animado contertulio despotricaba contra toda inmigración, actual y futurible, y a cuenta de la acogida que los estados europeos darán a personas con estatus de refugiadas de guerra. Lo cierto es que los términos ‘xenófogo’ y ‘xenófoga’ se volvían a repetir en este y otros espacios, siempre como autodefensa de posturas racistas. Se entiende que no se ha hablado de la xenofobia lo suficiente para saber cómo se pronuncia y escribe, pero al albur de lo observado tal vez se puede concluir que xenofobia e ignorancia viajan, indefectiblemente, de la mano. Sepa usted, amigo ‘xenófogo’, que hoy se ha ganado el privilegio de ser el testaferro de una serie de posturas dañinas, culturalmente enquistadas y, por desgracia, muy populares. A ver. El ‘xenófogo’ no está solo, hay toda una masa de gente muerta de miedo hacia lo que no conoce ni quiere conocer que repite que de ningún modo se puede permitir que vengan musulmanes a construir mezquitas y decapitar infieles (no exageramos, así está el nivel). Tranquilos y tranquilas: la persona refugiada de guerra no tiene por qué ser necesariamente terrorista de primer nivel, además, si quieren rezarle a Alá en vez de al dios de los católicos, ¿qué más nos da?, ¿de dónde ese miedo? El ‘xenófogo’ además piensa que las personas que viajan a Europa huyendo de la guerra lo hacen como quien sale de puente a disfrutar de un poco de turismo y a aprovecharse de las bondades de países con economías más prósperas. No. Están en medio de una guerra encarnizada que no tendrá fin a corto ni medio plazo. Cierto que no hemos vivido que nos bombardeen y ametrallen en nuestros barrios, no sabemos lo que es eso, pero podemos y debemos pedirle al ‘xenófogo’ que haga un ejercicio de empatía. Otra cuestión que le preocupa es la económica, la laboral, es decir, dónde se van a colocar y con qué medios. Este debería ser el debate inicial, éstas son las soluciones que hay que buscar: tenemos que acogerles ¿cómo lo hacemos? Es la postura deseable en vez del ‘No’ sistemático, porque, querido ‘xenófogo’, no hay otra opción posible, le guste o no. Se argumenta que con estos niveles de desempleo, precariedad, expolio y corrupción se hace imposible que venga más gente a vivir al archipiélago. Verán, ya estábamos en el fondo del pozo antes de esta crisis humanitaria, y aquí no nos metieron las personas migrantes, tampoco vamos a salir antes si no recibimos a nadie, el sistema económico es inhumano seamos más o menos, y los problemas son estructurales, no a causa del número de habitantes, además, tampoco es que vayamos a acoger a un millón de personas en las islas, no se agobien. La controversia está servida, y el debate es sano siempre y cuando no superemos el límite de hacer del odio una bandera, pero, si hay una parte de la población que no quiere que vengan personas refugiadas quizá es el momento de obviarla y seguir con el proceso, no como imposición ni altivez, sólo es que no podemos permitir colocar al humanismo en estándares tan bajos, los derechos humanos siempre estarán por encima del capricho de un puñado de ignorantes.