Espacio de opinión de La Palma Ahora
El hombre que comía gatos
Queridos amigos míos:
El juego de Fellini en la Playa del Roque duró hasta cuando ni Dios sabe, pero a nadie se le vio aspecto de cansado, más bien cara de todo lo contrario. Se volvió a acabar el ‘Cava Integral Brut Nature de Llopart’. Le dijeron a Miguel, el de ‘Las Cosas Buenas’, que si podía ir a por más, y que si lo podía traer frío. Miguel apenas tardó en hacerlo, lo volvió a traer frío, junto con ibérico de jabugo ‘Montesierra’, queso de Zamora de Vicente Pastor, ‘Chatka’, y conservas de la mar de ‘Herpac’ y ‘Frinsa’. Cuando Miguel regresó, estaban de nuevo en ‘Casa Katia’. Se abrió el ‘Integral’, y Miguel le dijo a La Mistola y a Magi que le echasen una mano para servir en una mesa lo que había traído. El día empezó a clarear. Fellini quería llamar por teléfono a Nelson ‘Niño Bueno’ para regresar con La Mistola y Magi, pero Miguel le dijo que él los llevaba. Al llegar a su habitación en el Hotel Patria, Fellini escuchó las campanadas de El Salvador llamando para misa de ocho. Lo tuvo claro, no dudó. “Me baño, cambio y voy a la iglesia, que me queda media hora”. El hotel tenía un zaguán entre el patio interior y la puerta que daba a la Calle Real; entre el patio y el zaguán había una puerta de verja de hierro que Fellini abrió para cruzar el zaguán. Aunque la puerta de la calle estaba abierta, no se veía, encendió la luz y se encontró, casi tropieza con ella, a una mujer de cuclillas meando en medio de un charco de orines. De la boca de Fellini se escuchó: “Mi pobre Cabiria. ¿A dónde has venido a dar?”. Fellini no supo mas de Cabiria desde que Mario, su último novio, le robó todo lo que tenía, y por lástima no le arrebató la vida. No se sabe porque dijo esa frase. ¿Quizás Fellini se lo dijo a Miguel cuando fue a visitarlo a eso de las dos? La mujer se incorporó y estuvo a punto de escupirlo, como siempre hacía cuando era sorprendida en cualquier zaguán, pero no, esta vez no. Por el contrario, le preguntó amablemente: “¿Cabiria, la de la película? ¿Y tú de qué la conoces?”. Fellini le dijo que él era el director de ‘Cabiria’. Sonaron las penúltimas campanadas llamando a misa y ambos se dirigieron a la iglesia. Durante el corto y escalonado trayecto ella le fue diciendo: “Tú piensas que yo soy ‘La Cabiria’ que tu creaste, la de después del holocausto con Mario. Yo vine a la vida mutilada, no solo de una pierna que algo arrastro, también de los dramas vividos por Cabiria. Mi comportamiento de despecho está marcado por esas tragedias de otra vida. Tengo una cara llena de forúnculos, por eso me llaman en plan de burla Acidalia; arrastro filas de hombres por las noches a que maten su deseo; inicio adolescentes; voy a todas las misas que se celebran en la ciudad con un misal y las hojas parroquiales debajo del brazo, por eso me llaman ‘Sobaco Ilustrado’; aparte de todo esto, zaguán que trinco, zaguán que meo”. Habían llegado al portal del Salvador.
Al salir de la iglesia, Fellini recordó bajando las escaleras de la plaza que le habían hablado de las famosas papas fritas del antiguo Bar La Palma de Manolo y Frisco. Se sentó en la terraza, La Pérgola, y pidió para acompañarlas ‘Integral de Llopart’. Le hizo algo de mella la pasada noche sin dormir, y al terminar la última copa de cava se dirigió derechito a su habitación en el Patria. Se hizo un sueño, y a las doce en punto estuvo en la Delegación del Gobierno. El delegado lo primero que hizo fue pedirle disculpas por el comportamiento que había tenido con él, la mañana anterior, el miembro del cuerpo que le había pedido y retirado la documentación. “Discúlpelo Fellini, es un hombre que lleva casi toda su vida comiendo gatos que él mismo se procura”. Fellini pensó que ya sabía entonces por qué tenía cara de gato ‘El Chupasangre’, y le comentó al delegado: “¡Pues con la cantidad de ‘Cosas Buenas’ que tiene Miguel para comer y no se te pone cara de nada, solo de alegría!”. El delegado pasó a hablar de cine, hizo un recorrido por sus películas y le preguntó que si tenía que elegir una escena de entre todas ellas que con cuál se quedaría. Fellini no se lo pensó, le respondió que con la de Amarcord (‘Mis Recuerdos’), en la que un adolescente, que era el mismo Fellini, entra en el estanco de tabaco de su ciudad y acaba buceando entre los prominentes pechos de la rubia y obesa estanquera. La conversación siguió siendo plácida, el delegado le entregó la documentación, le volvió a pedir disculpas por lo del hombre que comía gatos, y le dijo que por motivos de trabajo, iba a celebrarse una manifestación, tenía que despedirse de él.
Fellini se dirigió a Correos, desde donde envió unas postales a Italia. Subió por la Calle Real, había quedado con Miguel en Las Cosas Buenas sobre las dos. A la altura de la Botica de Don Blas se encontró con la cola de la manifestación de la que le había hablado el delegado. Era la única manifestación que hubo en La Palma durante el franquismo, y lo fue a favor de la belleza de una mujer, Acidalia, a la que le fue usurpada un título por Tenerife, la isla mayor, que como siempre se traga a las menores, hasta en cosas de concursos de belleza. Fellini pasó al lado del coche descapotable en el que iba Acidalia y tomó conciencia de aquella belleza capaz de levantar un desafío a toda una férrea y sangrienta dictadura. Al llegar a los escalones de ‘La Casa del Millonario’ los subió para cruzar la plaza y evitar a la multitud vociferante. La policía estaba dando goma, la gente corría, otros lloraban. Fellini, que estaba a la altura del monumento al Señor Díaz, sintió el primer porrazo en su espalda acompañado del grito: “¡Subversivo!”. Después un segundo porrazo con más fuerza aún: “¡Masón!”. Y un tercero que casi lo hace estampar contra el suelo: “¡Anarquista!”. Fellini no tuvo que mirar para atrás para saber quién lo estaba queriendo tanto, con escuchar su voz también gatuna ya tenía. Y como el sonido va siempre acompañado de imágenes, y las imágenes de sonido, vio en la pantalla de su retina la cara agigantada de gato del hombre que comía gatos, pues de lo que se come se cría, o como se dice en estos tiempos de hoy, somos lo que comemos.
Abrazos por El Lado del Corazón. Salud y Alegría Interior.
Las Cosas Buenas de Miguel
Queridos amigos míos:
El juego de Fellini en la Playa del Roque duró hasta cuando ni Dios sabe, pero a nadie se le vio aspecto de cansado, más bien cara de todo lo contrario. Se volvió a acabar el ‘Cava Integral Brut Nature de Llopart’. Le dijeron a Miguel, el de ‘Las Cosas Buenas’, que si podía ir a por más, y que si lo podía traer frío. Miguel apenas tardó en hacerlo, lo volvió a traer frío, junto con ibérico de jabugo ‘Montesierra’, queso de Zamora de Vicente Pastor, ‘Chatka’, y conservas de la mar de ‘Herpac’ y ‘Frinsa’. Cuando Miguel regresó, estaban de nuevo en ‘Casa Katia’. Se abrió el ‘Integral’, y Miguel le dijo a La Mistola y a Magi que le echasen una mano para servir en una mesa lo que había traído. El día empezó a clarear. Fellini quería llamar por teléfono a Nelson ‘Niño Bueno’ para regresar con La Mistola y Magi, pero Miguel le dijo que él los llevaba. Al llegar a su habitación en el Hotel Patria, Fellini escuchó las campanadas de El Salvador llamando para misa de ocho. Lo tuvo claro, no dudó. “Me baño, cambio y voy a la iglesia, que me queda media hora”. El hotel tenía un zaguán entre el patio interior y la puerta que daba a la Calle Real; entre el patio y el zaguán había una puerta de verja de hierro que Fellini abrió para cruzar el zaguán. Aunque la puerta de la calle estaba abierta, no se veía, encendió la luz y se encontró, casi tropieza con ella, a una mujer de cuclillas meando en medio de un charco de orines. De la boca de Fellini se escuchó: “Mi pobre Cabiria. ¿A dónde has venido a dar?”. Fellini no supo mas de Cabiria desde que Mario, su último novio, le robó todo lo que tenía, y por lástima no le arrebató la vida. No se sabe porque dijo esa frase. ¿Quizás Fellini se lo dijo a Miguel cuando fue a visitarlo a eso de las dos? La mujer se incorporó y estuvo a punto de escupirlo, como siempre hacía cuando era sorprendida en cualquier zaguán, pero no, esta vez no. Por el contrario, le preguntó amablemente: “¿Cabiria, la de la película? ¿Y tú de qué la conoces?”. Fellini le dijo que él era el director de ‘Cabiria’. Sonaron las penúltimas campanadas llamando a misa y ambos se dirigieron a la iglesia. Durante el corto y escalonado trayecto ella le fue diciendo: “Tú piensas que yo soy ‘La Cabiria’ que tu creaste, la de después del holocausto con Mario. Yo vine a la vida mutilada, no solo de una pierna que algo arrastro, también de los dramas vividos por Cabiria. Mi comportamiento de despecho está marcado por esas tragedias de otra vida. Tengo una cara llena de forúnculos, por eso me llaman en plan de burla Acidalia; arrastro filas de hombres por las noches a que maten su deseo; inicio adolescentes; voy a todas las misas que se celebran en la ciudad con un misal y las hojas parroquiales debajo del brazo, por eso me llaman ‘Sobaco Ilustrado’; aparte de todo esto, zaguán que trinco, zaguán que meo”. Habían llegado al portal del Salvador.