Espacio de opinión de La Palma Ahora
Una hora
Aún falta una hora. Tengo que mantener la calma y no desesperarme, porque lo único que consigo con apurarme es ponerme nervioso. Y si me pongo nervioso, pierdo los estribos y no mido las consecuencias de lo que pudiera hacer. Así es que lo mejor será seguir canturreando y seguir pensando en Penélope. ¡Qué guapa es Penélope!
Aún falta una hora, y eso es mucho tiempo. Quedamos a las seis, y ahora son las cinco. Falta una hora. ¿Cómo era esa canción, que tanto le gusta a ella? Sí, la que dice?, la que dice que “aunque te vayas lejos, nunca te olvidaré”. Bueno, ya me acordaré? Penélope es guapa, sí señor.
¿Le gustará el pescado o preferirá la carne? ¿Cómo no se me ocurrió antes esta duda? Reservé mesa en La Casa del Mar, sin planteármelo. A ver si metí la pata. Creo que voy a llamar a Casa Pedro y reservar allí también una mesa. Sí, eso haré, ya buscaré una disculpa para anular una de ellas. Serenidad ante todo y calma. Tengo que mostrarme seguro, agradable y, eso sí, un pelín interesante. Un hombre interesante tiene medio camino andado y, si tengo medio camino andado, la otra mitad resultará más fácil. ¡Qué guapa es Penélope, Dios mío!
A ver, a ver, ¿y si lo que prefiere es ir a casa? ¡Coño, la tengo toda desordenada! Claro, una chica como ella quizás lo primero que desea ver es la casa del hombre con el que se ha citado. Dios, Dios, Dios? ¿qué hago, qué hago?? Llamo a Luisa. Eso, llamo a Luisa, a ver si puede ir esta tarde mismo y poner un poco de orden en la casa.
?Sí, Luisa? Soy yo. Te quiero pedir un favor, un favor que te agradeceré eternamente: que vayas a casa y la limpies, porque esta noche tengo invitados. ¡Ah! y compra unas flores y unos bombones y? y una botella de cava y?, bueno, mañana te lo pago todo. Gracias, guapa, gracias.
Pescado, carne, o en casa, creo que lo tengo todo controlado. ¡Virgencita, qué guapa es Penélope, ay!
Lo primero que le debo manifestar son mis aficiones y? No, no, eso deberá ir saliendo poco a poco en nuestros inagotables diálogos, eso debe formar parte de mi faceta de galán interesante. Entonces, lo primero será dejar relucir mi saneada economía, eso seguramente le interesará. Pero, claro, si eso es lo que le va a interesar de mí, no es lo que a mí me interesa que le interese a ella. Así no, le hablaré de lo bonita que está la tarde, de las estelas del mar, de la brisa del monte? Eso haré. Pero, ¿y si le resulta cursi? Me estoy poniendo nervioso. Tendría que haber quedado un poco más tarde, así tendría más tiempo para planificar nuestro encuentro.
No sé si la colonia que me puse es la más adecuada. Uno se la juega en una mala elección de perfume, pero es el mismo de siempre, el que tenía el día que nos presentaron. No me pareció observar en ella ningún gesto de desagrado cuando nos saludamos. Claro que fue en su belleza en lo que yo me fijé. ¡Qué guapa es!
Faltan cincuenta minutos: qué poco para no dejar nada a la improvisación y qué larga se me hace la espera para verla. A ver, a ver, tengo que buscar un tema de interés, que parezca poco trillado, y no debo darle muestras de una excesiva erudición, eso no se lleva. Creo que voy a usar mi recurso favorito ?otras veces ha resultado?. Sí, las variaciones de las letras de mi nombre dan mucho juego, quizás mis padres ya lo intuyeron cuando decidieron llamarme Omar; no lo sé, nunca hemos hablado de eso. Amor: encierra mi nombre, pero, claro, no cometeré el error de decirle que eso es lo que siento por ella. Ramo: ramo de sugerentes rosas rojas para regalarle a la mujer más bella, pero, así de pronto, empezando a conocerla, no parece muy apropiado. Roma: un lugar para soñar y compartir ilusiones, puede ser un buen sitio para visitar más adelante, pero insinuarle eso ahora, se me antoja muy precipitado. Mora: su tez morena, su pelo azabache y su mirada profunda sería la envidia de la más atractiva odalisca; pero soy idiota, con esta comparación me revelaría como un redomado machista, nada más lejos de mí? No, no, mejor dejo lo de mi nombre para otro momento, para cuando haya más confianza.
Espera, ahora caigo, el día que nos presentaron creo recordar que me dijo que estaba fascinada por la luz diáfana de esta isla. Claro, le puedo decir que desde su llegada a la isla, la habitual luminosidad que nos acompaña se ha hecho más evidente con su presencia. Bonito, sí, pero cursi también. No logro hilvanar una idea sólida, una idea que me dé seguridad, que no sea una banalidad, pero que tampoco anide en el árbol de la metafísica. No pensé yo que mi deseo de compartir una tarde con la mujer más guapa que nunca antes hayan visto mis ojos, me pusiera tan nervioso, tan torpe y tan limitado en mis habilidades seductoras.
Tal vez sea ella la que lleve la iniciativa. No en vano ha venido por primera vez a la isla y seguro que deseará saber muchas cosas de nosotros. Si yo fuese a visitar un lugar, seguro que me interesaría por conocer muchas de sus peculiaridades. Eso suele ser lo habitual, así que debo esperar que a ella le ocurra lo mismo. Pero ya lleva una semana aquí. Seguro que ha tenido tiempo de preguntar, a las distintas personas con las que se ha relacionado estos días, por todo lo que más le ha interesado; así que, si me pregunta por algo, no será un tópico. Y fuera de ahí, ¿qué sé yo?, nada. Madre mía, madre mía, ya me figuro la cara de pazguato que se me va a poner, cuando me pregunte por algo de lo que no tengo ni pajolera idea.
¿Y si simulo cierta cojera nada más saludarnos? Se interesaría por lo que me haya podido ocurrir, y seguro que su sensibilidad femenina mostrará cierta preocupación por mi estado. Claro que su actitud podría turbarme y hacerme perder el control sobre mi aparente cojera, y achacarle mi pronta recuperación a su presencia no dejaría de ser una patraña. Además, no debo mostrar ninguna debilidad en mi constitución física, que sin ninguna duda es mi carta de presentación. No, no, este recurso, no.
Si por lo menos supiera el nombre del cantante que cantaba la canción?, sí, con la que ella parecía disfrutar la noche que nos presentaron? ¿cómo decía?? ¡Coño!, me parece recordar que decía algo así como: “aunque te vayas lejos nunca te olvidaré”. Pero la música no la recuerdo, aunque lo raro sería que, con el oído que tengo, la recordara. Ya sé, voy a llamar a mi sobrina Daniela, que seguro que con decirle lo poco que recuerdo de la letra, identifica al cantante. ¡Bah, está todo el día con un auricular pegado a la oreja!
?¿Dustin Martin, dices? ¿De dónde es ese cantante? ¿Cómo que es un icono del mundo gay? A ver, a ver si te entendí bien, ¿dices que es un secreto a voces que quiere fijar su residencia aquí? Lo de sus preferencias amorosas no me interesa. Sabes, mi querida sobrina, que a mí me importa un comino lo que cada persona haga con su vida íntima. Bueno, bueno, gracias por la información.
En fin, todo lo que me acaba de decir Daniela también me vale como tema de conversación: un cantante dominicano, que arrasa con su primer disco y una de cuyas canciones se está convirtiendo en un auténtico himno para los gais, está fascinado con esta isla y quiere fijar su residencia entre nosotros. ¡Ah!, y que está liado con una modelo transexual que los modistos se la rifan? ¡Pero esto qué más da! ¡Me importa un carajo! Un punto de coincidencia por el gusto musical podría ser una buena justificación para iniciar una grata conversación, pero?, no sé, también podría resultar un tanto pueril. ¡Chacho, no se me ocurre nada de fundamento, y solo faltan veinte minutos!
Tengo que reconocer que mi inseguridad no proviene de mi incapacidad para encontrar un tema de interés; es la desazón en la que estoy sumido desde que Carmen decidió tomarse un tiempo ?un mes, dijo? para dejarlo definitivamente o darnos una segunda oportunidad. Desde que se fue de casa no sé nada de ella, y me duele hasta lo indecible su ausencia. La verdad es que siempre nos hemos amado, pero mi carácter impulsivo y sus injustificados celos terminaron empañando nuestra relación. ¡Qué guapa es Carmen! Ayer se cumplió el mes y hoy ando con la esperanza rota.
Tengo las pulsaciones a mil y solo dispongo de diez minutos. ¡Ojalá fuera Carmen a quien esperara! No necesitaría decirle nada, bastaría con que nos miráramos sin reproches y pusiéramos una sonrisa en el futuro.
La mujer que espero es la más guapa de cuantas he visto en mi vida, pero de ella solo sé eso: que es bella. Tan bella que uno tardaría una eternidad en reconocer sus defectos, embelesado en su contemplación física. Ni siquiera sé por qué aceptó mi invitación. Lo que sí sé es que, desde que salió de sus labios el “sí”, mi cerebro quedó noqueado y estoy abrumado por la incertidumbre de nuestro encuentro.
Tan ensimismado he estado estos días soñando con mi cita con Penélope, que ni siquiera se me ocurrió llamar a la amiga que me la presentó. Ella me podía haber dado alguna información... Quizás todavía esté a tiempo de recabarla. Creo que tengo el teléfono de Carla, a ver, a ver?, sí, aquí lo tengo.
?¿Qué tal, Carla? Soy Omar. Esta tarde he quedado con Penélope, la chica que me presentaste hace unos días. La verdad es que no sé nada de ella. Quizás tú me puedas dar alguna información. Sí, sí, ya sé que tu relación seguramente es meramente formal, pero, bueno, algo me podrás decir. ¡Ah, es la pareja del cantante Dustin Martin! Sí, sí, sé quién es el cantante. Entonces, ella es la que está haciendo las gestiones para comprarse una casa, y por eso se relaciona con mucha gente para recabar información. Te dijo que hoy se tenía que reunir con cinco personas a lo largo de distintos momentos del día. Bueno, pues dentro de unos momentos una de esas personas soy yo. Gracias, Carla, gracias.
Ahí está, puntual, elegante y bella. Segura de sí misma. Su sola contemplación es un regalo para la vista, y yo soy un privilegiado. Ahora no me preocupa de qué hablar con ella. La amistad, como el amor, surge, y admiro a quien se enfrenta con determinación a un sino equivocado. Lo cierto es que un “sí, podemos tomar una copa de buen vino juntos” ?fue lo que dijo cuando la invité a vernos esta tarde?, desencadenó en mí tal torrente de testosterona, que obnubiló mi cerebro llevándome a imaginar supuestos, que no son más que deseos de mi mente calenturienta. La desesperación, por no recibir, con el paso angustioso de los días, una llamada de Carmen, me tiene trastornado. ¿Por qué no es Carmen la que se acerca? ¿Por qué, por qué? No tiene su elegancia, ni su belleza, pero es la mujer que quiero.
?Espero que podamos volver a vernos pronto y que podamos disponer de más tiempo, por lo menos para compartir una comida. ¡Ah!, y recuerda lo que te dije: en este lugar de la isla, la casa que compres procura que esté orientada al sureste.
Es una persona encantadora. Apenas si hemos compartido una hora y me parece que entre nosotros ha surgido una sólida amistad.
Tengo que anular las reservas que hice en los restaurantes y llorar en soledad la definitiva ruptura con Carmen, mi querida Carmen. Me voy a casa.
Aún falta una hora. Tengo que mantener la calma y no desesperarme, porque lo único que consigo con apurarme es ponerme nervioso. Y si me pongo nervioso, pierdo los estribos y no mido las consecuencias de lo que pudiera hacer. Así es que lo mejor será seguir canturreando y seguir pensando en Penélope. ¡Qué guapa es Penélope!
Aún falta una hora, y eso es mucho tiempo. Quedamos a las seis, y ahora son las cinco. Falta una hora. ¿Cómo era esa canción, que tanto le gusta a ella? Sí, la que dice?, la que dice que “aunque te vayas lejos, nunca te olvidaré”. Bueno, ya me acordaré? Penélope es guapa, sí señor.