El llanto de los niños

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Como si partiéramos una pequeña rama. Como partir una pata a un pequeño animal. Como el crujido de sus huesos al pisarlo. Como una pequeña cáscara de almendra entre los dientes. Como el maullido constante de un gato debajo de una ventana. Así suena el llanto de un niño en la noche. Como un vendaval de viento levantando las tejas de tu casa. Así suena cuando el llanto dura horas y horas. Desgarrador e impaciente. Como si todas las desdichas de la tierra fueran a caer sobre uno. Conozco ese llanto producido por el hambre, por el miedo, por la sensación de abandono, por los malos tratos, por la tortura, por las bombas. Conozco esos gritos que te revientan la cabeza cuando son constantes y no cesan; cuando duermes con la almohada pegada a un lugar donde hay niños que lloran sin cesar abandonados a su suerte en mitad del desierto, en una cama de hospital, en un vertedero, en una guardería, en un contenedor de basura.

En África los he oído durante horas en el hospital. Eran niños llenos de quemaduras por una lámpara de petróleo que se les pegó al cuerpo cuando volvían por la selva, ya de noche, después de servir en casa del “masa” blanco; niños ciegos por una enfermedad que nadie remedió a tiempo con las vacunas necesarias; niños acurrucados debajo de un árbol en mitad de la tormenta que no tuvieron tiempo de llegar a su poblado. En España los he oído cerca de casa o en la calle; niños apaleados por un adulto por haberse meado encima o por querer que alguien los coja en brazos cansados de andar; niños recién nacidos en la ciudad moderna y sofisticada que alguien tira al contenedor como si fueran trapos sucios… Y sigo y sigo y sigo relatando casos hasta estallar de rabia y de dolor. Porque no hay peor visión que un niño reventado por la mano asesina de un adulto que arroja las bombas que fabricamos todos. Y ahora, cuando ya crees que lo has visto todo y has oído todos los llantos del mundo, te enseñan en los diarios los rostros de nuevos niños masacrados gracias al patrocinio de hombres y naciones; niños azotados por la guerra y la ambición de unos pocos que sueñan con un mundo feliz sólo para ellos.

He visto a la mano derecha del presidente de Estados Unidos, enfermo de rabia y de ambición y coproductor de alianzas y muertes, reírse con su hijo sobre los hombros al lado del dictador mientras éste firmaba sentencias de hambre y desolación. Ese individuo se llama Elon Musk. Tiene muchos hijos. Pienso que creados artificialmente para mayor complacencia de sus mujeres y seguidores. Pero eso ya no importa. Lo que importa es que mientras juega a ser padre con sus hijos invierte millones en destruir la vida de hijos ajenos.  Vean ustedes, por ejemplo, el paraíso que la inteligencia artificial ha creado para los multimillonarios que dicen van a recuperar las costas del Mediterráneo después de haber arrasado con todos los niños de Gaza. ¿Han visto los niños de Gaza? ¿Han oído sus llantos, sus lamentos, sus gritos de dolor a causa de las heridas, el hambre y el frío? ¿Los han oído? Yo sí. Y ustedes también. Noticias de última hora anuncian que Israel pone un puerto y un aeropuerto al servicio del plan de Trump de vaciar Gaza. Ni la música a todo volumen, ni los gritos de júbilo de fiestas y conciertos, ni la algarabía de niños aparentemente sanos y felices que crecen a nuestro alrededor pueden sofocar los aullidos. Y lo digo como lo siento: malditos sean todos aquellos que causan tales heridas, tantas muertes y tanta desesperación. Malditos ellos y malditos nosotros que nos cubrimos los ojos y los oídos para no escuchar tanto lamento. Cuando llegue el día del juicio universal que los condene a todos ellos, veremos desfilar a padres honorables en apariencia, a eruditos del mundo de la cultura y a grandes personajes de la historia moderna que volvieron la cabeza para no ver tanto horror. Trump o Putin o Netanyahu sólo son una máscara. Ellos son los que nos representan cuando bajamos la cabeza y escondemos la mirada para no ser descubiertos en plena matanza. Dictadores hay muchos y algunos duermen en nuestra propia cama. Y los conocemos. Y sabemos que tan crueles son los que asesinan niños como los que callan ante tanta masacre.

Elsa López

28 de febrero de 2025

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