Nos acaba de abandonar Don Álvaro, el cirujano que durante muchísimos años marcaba el caminar del Hospital de Las Nieves y también del de Dolores.
Nadie es profeta en su tierra, pero créanme si les digo que más allá de los años dedicados en cuerpo y alma a la sanidad palmera, se desvivía por todos los ciudadanos de esta isla.
Cuando uno ejerce la medicina siempre sabe que va a ser duro, que nos quitará el sueño, que nos llevaremos para casa el lastre de lo vivido.
Que no siempre acertarás, porque somos humanos… ¿Alguien en su sano juicio piensa ni siquiera por un momento que erramos queriendo? No. Podemos equivocarnos, pero nuestro trabajo siempre está marcado por el desvelo, el de hacer lo correcto, el de no equivocarnos, el de procurar el mejor rumbo y desarrollo de la enfermedad de los pacientes que tratamos.
Más allá de lo trabajado, que fue mucho (muchísimo), era una persona que dedicó su vida al ‘arte de curar’ haciendo de su Hospital ‘su casa’. Me dice una de sus hijas que ha muerto en su ‘segunda casa’ y yo le he contestado que durante muchos años fue la ‘primera’.
No puedo olvidar los años del Hospital de Las Nieves donde los anestesistas estaban de guardias localizadas y veíamos llegar a Don Gregorio de madrugada en su mercedes desde Los Llanos de Aridane sin decir una sola palabra y dirigirse al quirófano sin más. No puedo tampoco olvidar el trabajo inmenso de los cirujanos (bajo la batuta de Don Álvaro). Creo que teníamos entonces la misma población que ahora.
Le costó dejar el ejercicio de la medicina, de eso somos testigos.
Y en los últimos tiempos me han contado que ya cuando su mente estaba extraviada por la edad y la enfermedad, seguía lavándose las manos como un cirujano… eso lo tenía ‘grabado a fuego’. Que descanse en paz, el gran cirujano, el marido y mejor padre que unas hijas han podido tener. Les quedará el recuerdo de todo lo vivido.
La Palma tiene una deuda de honor con él.
Y yo en estos momentos tengo roto el corazón.
D.E.P.
Mercedes