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Lucía R. González: el cambio climático arruina La Palma

Lucía Rosa González ha sido enseñante y es escritora con libros de poesía, narrativa para niños y teatro. Fue animadora de varios grupos escénicos en su etapa de docente, sobre todo en el instituto de enseñanza media Eusebio Barreto Lorenzo. Hablamos de asuntos literarios y se hará un análisis sociológico de su isla natal, y las adversidades de la historia. Hace largo tiempo, allá por los 80 del siglo pasado, el premio de poesía Pedro García Cabrera le abrió las puertas de la literatura regional, y le pregunto cómo analiza su evolución personal desde sus primeros textos hasta ahora. Dice que, en un principio, escribía bajo la fascinación imaginativa, desconocedora de estéticas poéticas que más tarde descubrió, libre de influencias externas, presentía la poesía como un experimento, un pretexto para indagar el mundo y, de camino, exteriorizar la rabia. Más tarde, añade, “aprendí a mirar con otros ojos el entorno que hasta ese momento sentía hostil y, por consiguiente, transformar desde el interior la respiración de las cosas y transcribir su gemido me tocó la intuición alterándolo todo; ahora entiendo que el alrededor comunica; tengo la tendencia a ejercer de canal. De esta forma ambigua, casi íntima, me había relacionado con la escritura desde chica; así que un día envié esos poemas al García Cabrera y este concurso evitó que se hicieran fango; se publicó Casta de rosas ausentes, mi primer poemario que sobrevivió y me facilitó el despegue.”

Le pido que me hable de un libro que está en puertas y se expresa así: La escritura de La voz alrededor, mi próxima publicación, se agarra con incertidumbre al mundo sin descartar nada; las sensaciones percibidas alteran la conciencia de las cosas entablando un diálogo, sin jerarquías, con la naturaleza a la que se le reclaman respuestas para calmar la frustración, sin disfrazar la violencia de estrategia frágil; aquí es bien tangible, casi con descaro, el ruido de la perplejidad. Y de un modo atrevido, hay una indagación sobre el proceso creativo, quizá se trate de una intrusión deshonesta, pero ahí está.

Pienso que su poesía ha caminado desde lo sensorial-personal a un toque panteísta, de diálogo con la naturaleza, con las emociones. Una poesía declamatoria, en la que el poeta les pregunta a los árboles, al paisaje. Ese paisaje rico, peculiar, del mundo rural y tradicional de su isla, con su fuerte presencia en cumbres, de gente esforzada que hizo agricultura de primor tanto en la isla como cuando ese pueblo emigró a Cuba y Venezuela, y allí dejaron huella de su labor.

-Sí, sí, absolutamente cierto. En mi manera de construir el mundo no interviene el azar, hay una relación perdurable con el medio; y un rastro dramático que no rechazo; alternativas conscientes, o no, con las que indago a ver qué certezas encuentro en lo que miro. Y no creo que esté hecho a propósito. Cada poeta desgrana su realidad que no atiende a un plan preconcebido; el pensamiento creativo es inexorable; afirmaría que la escritura tiende a modificar esquemas, a alterar la expresión o la idea, incluso, pero, en el fondo de los fondos, las sensaciones son omniscientes, todo lo infectan o embellecen.

Amparadas por la estética, claro.

-Como persona fuertemente integrada en su entorno me interesa conocer su opinión sobre el pasado, el presente y el futuro de La Palma: cultura, sociedad, economía, agricultura, turismo, etc. ¿Cómo ve la isla?

-Aunque escrutar con lupa el lado oscuro de la isla nos causara aprensión, sería conveniente rastrear su historia, en la que los acontecimientos vividos pesan. Porque hay un halo romántico en la historia de la isla: yo la observo desde los paredones que las familias levantaron, no para mirar el cielo, que también, sino para hincar las piedras en medio del terreno, y desbaratar dichos monumentos en la próxima cosecha con la intención de someter a los sarmientos rebeldes; así que ojalá disfruten por siempre las piedras de tal privilegio, significa que habría un tratamiento exquisito con respecto a la flora, y también a la fauna, que tristemente caen en desequilibrio en esta isla singular de abrupta orografía. Ay, nuestras tuneras, que agonizan en los barrancos por la cochinilla mejicana; mientras los parlamentarios redactaban, durante años, el protocolo y el estudio y las propuestas contra esta plaga invasora, las pencas se arrugaron acurrucadas como orugas entre sus espinas, esas espadas.

-Sus palabras destilan pesimismo, pero nunca hay que rendirse a la adversidad de la sequía y a la escasa gestión de los políticos. Hace tiempo algunos alcaldes vienen reclamando desalinizadoras en la isla, porque en la considerada Isla Bonita cada vez cae menos lluvia, el clima se ha ido tropicalizando, el calentamiento global hace estragos. Hay fotos recientes de la Cascada de Colores de la Caldera de Taburiente sin una gota de agua.

-Y es que no llueve. Y la escasa agua que cayó se estancó en la profundidad de los pozos privados; ¿quién se arriesga a rescatar el lodo? Ni los propietarios. Ni la política de gestión de aguas. No se le ocurrió a la comisión administrativa enjaular la poca agua que cae para proveernos de ella en las futuras épocas de sequía. No se vio a tiempo el descalabro del cambio climático que tiene a la isla herida; merman los cultivos y el ganado, principales recursos del sector primario; así que auguro un futuro de mar, cuyas olas bravas seducen a los turistas; ojalá que el sector del turismo funcione por unos años, al menos, hasta que el mar sea mármol de sal, como Edith, la mujer de Lot. Y si determinan desalinizarlo, quizá resistan las fincas de plátanos, y los aguacates, y la economía no se distraiga. Porque la economía de La Palma fluctúa en consonancia con el vaivén de precios que los almacenes de empaquetado imponen a la fruta.

Ay, el desamparo de los agricultores que no recibieron la ayuda económica al transporte de la fruta, otorgada para ellos por el gobierno central, mientras ven atónitos cómo sus cooperativas decidieron unilateralmente quedarse con el botín. Ay, esos intereses privados camuflados de colectivos. Y no es baladí el comentario.

Hay una luz. Respaldado por el desbarajuste social, el talento artístico de la isla prospera en múltiples facetas; el emprendimiento, el riesgo. Ojalá el porvenir propicie menos la resignación que el regreso de nuestros jóvenes preparados, enamorados no caprichosamente hasta la médula de ella como una esperanza pobre; idiosincrasia exclusiva, inherentes contradicciones, y yo, como ellos, convertida en su amante.

Blog La Literatura y la Vida

Lucía Rosa González ha sido enseñante y es escritora con libros de poesía, narrativa para niños y teatro. Fue animadora de varios grupos escénicos en su etapa de docente, sobre todo en el instituto de enseñanza media Eusebio Barreto Lorenzo. Hablamos de asuntos literarios y se hará un análisis sociológico de su isla natal, y las adversidades de la historia. Hace largo tiempo, allá por los 80 del siglo pasado, el premio de poesía Pedro García Cabrera le abrió las puertas de la literatura regional, y le pregunto cómo analiza su evolución personal desde sus primeros textos hasta ahora. Dice que, en un principio, escribía bajo la fascinación imaginativa, desconocedora de estéticas poéticas que más tarde descubrió, libre de influencias externas, presentía la poesía como un experimento, un pretexto para indagar el mundo y, de camino, exteriorizar la rabia. Más tarde, añade, “aprendí a mirar con otros ojos el entorno que hasta ese momento sentía hostil y, por consiguiente, transformar desde el interior la respiración de las cosas y transcribir su gemido me tocó la intuición alterándolo todo; ahora entiendo que el alrededor comunica; tengo la tendencia a ejercer de canal. De esta forma ambigua, casi íntima, me había relacionado con la escritura desde chica; así que un día envié esos poemas al García Cabrera y este concurso evitó que se hicieran fango; se publicó Casta de rosas ausentes, mi primer poemario que sobrevivió y me facilitó el despegue.”

Le pido que me hable de un libro que está en puertas y se expresa así: La escritura de La voz alrededor, mi próxima publicación, se agarra con incertidumbre al mundo sin descartar nada; las sensaciones percibidas alteran la conciencia de las cosas entablando un diálogo, sin jerarquías, con la naturaleza a la que se le reclaman respuestas para calmar la frustración, sin disfrazar la violencia de estrategia frágil; aquí es bien tangible, casi con descaro, el ruido de la perplejidad. Y de un modo atrevido, hay una indagación sobre el proceso creativo, quizá se trate de una intrusión deshonesta, pero ahí está.