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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

20-D: Paisaje después de la batalla

Cuando llegan los resultados de las urnas, casi todos se sienten felices. Es una condición imprescindible de los humanos: como todos somos conscientes de que somos efímeros en este mundo, y que estamos condenados a desaparecer, conviene consolarse con las pequeñas felicidades cotidianas. Pues bien: los políticos que se presentan en las listas de este domingo 20 de diciembre se sentirán mayormente felices. Unos porque ya estaban en el poder y, aunque habrán sufrido algún batacazo, todavía habrán conseguido suficientes escaños como para poder perpetuarse en posiciones de privilegio. Otros porque, siendo completamente novedosos, partían de cero y por lo tanto toda ganancia en diputados y senadores será recibida con botellas de champán o cava.

Tras el rifirrafe del debate, los dos partidos en los cuales se ha asentado la vida pública tras la transición, acuden a la arena con múltiples heridas. Son los rasguños de la corrupción, del cansancio, de las peleas internas, de la falta de renovación de esa clase política esclerotizada, añeja. Pero se sentirán felices de que el presumible descenso en apoyos no los borre del mapa. Es decir que, mal que bien, han luchado para mantenerse.

Luego hay otras opciones que en apariencia aportan juventud, virginidad. Como casi no han estado en el poder, salvando los feudos que hayan conquistado en las pasadas elecciones locales del mes de mayo, se presentan a la contienda con mochilas de ilusión. Todo eso está muy bien, pero ahora vendrán los apretones. Hay que formar gobierno, y casi todo indica que nos pareceremos a Italia, donde surgen mayorías tenues en base a variados pactos. De cualquier modo, el consenso y la negociación volverán a imponerse porque la mayor parte de la gente ya no quiere mayorías absolutas.

Dicen los que saben de estas cosas que hay hasta siete opciones posibles de gobierno. La primera sería un gobierno de don Mariano Rajoy en solitario, en el caso de que supere los 130 escaños y contando con el apoyo exterior de Ciudadanos o del PSOE según los temas o las leyes que se vayan presentando. Parece que es difícil de imaginar.

La segunda opción sería una coalición al estilo de Alemania, es decir juntando a los partidos PP y PSOE en ese gobierno de concentración que excluiría a los nuevos. Pedro Sánchez no lo ve muy viable pero, según se dice, doña Susana Díaz, la lideresa de Andalucía, sí la ve aceptable.

La solución número 3 parece que sí tiene muchos números paga ganar. PP con Ciudadanos sería una alternativa de centro-derecha en la que los populares tendrían que ofrecer cosas serias a los de Albert Rivera, para evitar que este pacte con el PSOE y con Podemos. ¿Incluiría esta salida la presidencia de doña Soraya en vez de don Mariano? ¿Va en serio eso que llaman Operación Menina, para renovar la cara de la presidencia de la nación, al fin con una mujer al frente de las instituciones? Esta salida parece ser la preferida por la mayoría de los electores de este domingo.

La oferta número 4 sería la del PP con el PSOE y además con Ciudadanos. Sería una gran coalición de más de 200 escaños y capaz de realizar una reforma de la Constitución. Acaso podría ayudar en el conflicto de Cataluña, el paro, la ley electoral, etc. Aunque sobre el papel, se pinta como muy bella, a nosotros particularmente nos parece retorcida. Pero ya se ha hecho en Italia y en otros países comunitarios.

La salida número 5 es la que podría juntar a PSOE con Ciudadanos. Una coalición de centro-izquierda presidida por Pedro Sánchez o por Albert Rivera, el que obtenga mejores resultados, pero precisa apoyos exteriores. Bien de Podemos, del PNV, de los independentistas de Artur Mas o de vaya usted a saber.

La propuesta número 6 sería de coalición de izquierdas, favorable a la reforma constitucional, la ley electoral y otras normas importantes como educación, justicia, seguridad, pactos económicos, reforma laboral, etc. etc. Juntaría a PSOE con Ciudadanos y Podemos. También hay una parte importante de la ciudadanía que lo aceptaría.

La opción número 7 es la de PSOE y Podemos, coalición preferida por la izquierda pero que necesita de otros apoyos más radicales como Izquierda Unida, ERC, BNG, Mareas, Compromís, Bildu (ex ETA), etc. No parece fácil llegar a los 176 escaños, y generaría rechazo en una parte notable de la opinión.

Lo que sí puede suceder es que los profesionales de la política tengan que avenirse a practicar algo que ya estaba olvidado: el diálogo, el consenso, la búsqueda de soluciones imaginativas a los muchos problemas generados por la crisis, el independentismo de los catalanes, la reforma de la Constitución, el fracaso de la educación, la política salarial, etcétera.

¿Podría suceder que ni unos ni otros lleguen a entenderse y sea preciso convocar nuevas elecciones, como ha sucedido recientemente en Grecia? No creemos que la ciudadanía comparta esta estrategia, pero todo puede suceder si ningún candidato logra sumar los diputados suficientes para lograr la investidura. Asimismo, podría darse el caso de que, una vez conseguido un pacto de gobierno, este se rompa por desavenencias entre socios y se acorte la legislatura.

Si don Artur Mas ha tenido y tiene serios problemas para presidir la Generalitat ¿podría suceder lo mismo con respecto a La Moncloa?

Las urnas de este domingo 20 propiciarán, acaso, nuevas maneras de que la gobernabilidad salga adelante. Es de esperar que, por encima de los intereses egoístas de cada cual, todos piensen en la conveniencia de hacer transacciones y renuncias que parecen imprescindibles a la hora de lograr un gobierno que funcione. Quedan muchas preguntas en el aire, y la cultura de pactos se ha de imponer. Cuando hace más de un año y medio en alguna tertulia telefónica defendíamos la idea de que el bipartidismo puro y duro iba a desaparecer, ya despertábamos la sonrisa displicente de los otros tertulianos. Pero el tiempo todo lo remedia.

En todo caso, que ganen los mejores, y que por favor los debates en el futuro sean, como mínimo, a cuatro voces.

blogdeleonbarreto.blogspot.com

Cuando llegan los resultados de las urnas, casi todos se sienten felices. Es una condición imprescindible de los humanos: como todos somos conscientes de que somos efímeros en este mundo, y que estamos condenados a desaparecer, conviene consolarse con las pequeñas felicidades cotidianas. Pues bien: los políticos que se presentan en las listas de este domingo 20 de diciembre se sentirán mayormente felices. Unos porque ya estaban en el poder y, aunque habrán sufrido algún batacazo, todavía habrán conseguido suficientes escaños como para poder perpetuarse en posiciones de privilegio. Otros porque, siendo completamente novedosos, partían de cero y por lo tanto toda ganancia en diputados y senadores será recibida con botellas de champán o cava.

Tras el rifirrafe del debate, los dos partidos en los cuales se ha asentado la vida pública tras la transición, acuden a la arena con múltiples heridas. Son los rasguños de la corrupción, del cansancio, de las peleas internas, de la falta de renovación de esa clase política esclerotizada, añeja. Pero se sentirán felices de que el presumible descenso en apoyos no los borre del mapa. Es decir que, mal que bien, han luchado para mantenerse.