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¿Qué pasa con Pepe Mújica?

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José Mújica es actual presidente de la República Oriental del Uruguay, fue guerrillero tupamaro, represaliado por la dictadura militar, preso, y líder de la coalición de izquierdas Frente Amplio desde 2009.

Las palabras de Mújica no dejan indiferente a nadie que le escuche bien, porque parece imposible que ese discurso nazca de la boca de un dirigente político, y estamos tan acostumbrados a la total falta de contenido y sentido común en el mensaje que uno se pregunta qué hay de cierto en este hombre, si su reflexión es pura demagogia, si es un poeta del populismo o si se está riendo de todo. Uruguay es un país desigual como todos, y la población está cansada, necesita y pide cambios profundos que inviertan esta corriente criminal que nace de las leyes del mercado y arrasa pueblos como los ríos crecidos y desbocados. Pero Mújica no puede con esta tarea, ni él ni nadie desde su posición. Lo fascinante de este hombre es que es consciente de las limitaciones del poder político y lo manifiesta a viva voz: al mundo lo rigen las corporaciones financieras y estas se alimentan del modelo de consumo en el que estamos estúpidamente buceando ya casi sin oxígeno en las botellas.

La última sorprendente intervención que hemos conocido de Mújica ha sido en la cumbre de la CELAC este pasado mes de enero, donde hizo un llamado al pueblo hacia el cambio de conciencia, a la revolución del pensamiento y a la unidad de las masas libres y contestatarias. En su discurso comenzó criticando la rigidez y la occidentalización de los gobernantes latinoamericanos y acabó lamentando la pérdida de contenido y principios filosóficos en el pensamiento político. Pero, ¿este hombre es consecuente en su proceder cotidiano, en su labor ejecutiva? En su vida personal está claro que sí, ahí no existe mayor debate. Mújica cree en la libertad individual y el gobierno que preside ha reformado la ley del aborto, ha legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo y está introduciendo un programa experimental que regule el comercio de marihuana, situando al país a la cabeza de un progresismo más que necesario en su realidad continental. Pero, ¿y los cambios más profundos? Esos cambios precisos que desde la raíz acaben con la desigualdad social y con la influencia de los mercados en las políticas de desarrollo, ¿se están dando? Pues no, o no al menos con la velocidad deseada. ¿Es Pepe Mújica un ecologista? No bajo el concepto que manejamos nosotros de ese término, él necesita que la economía crezca y que la gente coma, y en ese terreno han nacido sus grandes contradicciones. Dice que ya le gustaría a él solucionar los grandes problemas de la humanidad, pero que en su pequeña labor de pequeño dirigente no le alcanza, y traslada la responsabilidad del cambio a una completa metamorfosis del modelo de consumo individual y colectivo. El Capitalismo no es una palabreja altisonante y vacua, ni es un monstruo de siete cabezas que la izquierda haya inventado para tener hacia dónde dirigir sus frustraciones, es el sistema que hoy domina las voluntades nacionales, maniatando a los gobiernos populares, y sólo se combate desde la base, desde la cesta de la compra, desde el desdén hacia las grandes marcas transnacionales. Eso lo sabe Mújica y lo explica a la perfección, de palabra y de obra, ha decidido que su cargo como presidente de un país no acabe con la sencillez con la que vive su vida y prefiere seguir siendo una persona normal que un ente encorbatado y sin sustancia ideológica, como lo es la totalidad de la casta política que aquí hemos decidido alimentar. A Mújica le llueven y le lloverán críticas y palos porque para la ciudadanía hoy es impensable volver al origen del pensamiento humanista como camino hacia la plenitud individual y el equilibrio social, porque necesitamos que el mercado nos dirija como a un rebañito, enseñándonos a ser felices trabajando un millón de horas para seguir consumiendo banalidades. Pepe Mújica no es un mesías ni un visionario, no hay que creerle a ciegas, tampoco su voluntad es, como sí lo ha sido la de otros dirigentes americanos, acaudillar a las turbas descontentas. Es un hombre que todavía piensa cuando casi nadie piensa, eso es lo que nos descoloca, ni más ni menos.

José Mújica es actual presidente de la República Oriental del Uruguay, fue guerrillero tupamaro, represaliado por la dictadura militar, preso, y líder de la coalición de izquierdas Frente Amplio desde 2009.

Las palabras de Mújica no dejan indiferente a nadie que le escuche bien, porque parece imposible que ese discurso nazca de la boca de un dirigente político, y estamos tan acostumbrados a la total falta de contenido y sentido común en el mensaje que uno se pregunta qué hay de cierto en este hombre, si su reflexión es pura demagogia, si es un poeta del populismo o si se está riendo de todo. Uruguay es un país desigual como todos, y la población está cansada, necesita y pide cambios profundos que inviertan esta corriente criminal que nace de las leyes del mercado y arrasa pueblos como los ríos crecidos y desbocados. Pero Mújica no puede con esta tarea, ni él ni nadie desde su posición. Lo fascinante de este hombre es que es consciente de las limitaciones del poder político y lo manifiesta a viva voz: al mundo lo rigen las corporaciones financieras y estas se alimentan del modelo de consumo en el que estamos estúpidamente buceando ya casi sin oxígeno en las botellas.