Las travesuras de las ‘catanas’, grajas

Los Llanos de Aridane —
9 de febrero de 2024 11:46 h

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El anecdotario popular de la isla canaria de La Palma está lleno de relatos amables y cariñosos de las ruindades y travesuras de las grajas domésticas, las conocidas por el nombre genérico de catanas. Desde muy pequeñas se convertían en lo que hoy llamamos mascotas de compañía. Estas peculiares aves palmeras son de “carácter sociable y sedentario”.

Según el testimonio de nuestros mayores algunas de estas aves domésticas llegaban, incluso, a “hablar” como si de loros se tratara. Me cuentan, varias fuentes de informantes, que para que llegaran a “hablar” se les debía cortar la “punta de la lengua siete viernes seguidos”. Así nos lo han contado y así lo recogemos. Hoy las leyes de protección animal estimarían ese hecho ancestral de barbarie, cruel maltrato animal y sancionable penalmente. Estamos totalmente de acuerdo con las actuales normativas nacionales e internacionales.    

Según publica en redes sociales el Gobierno de Canarias la graja “es una subespecie endémica de las Islas Canarias, también conocida como ‘chova piquirroja” ‘, ‘grajo»’ o ’catana’. Es un ave de plumas negras que contrasta con el rojo del pico y las patas. Actualmente en Canarias se encuentra únicamente en la isla de La Palma“, donde la consideran símbolo animal de la isla según determina la Ley 7/1991, de 30 de abril. Así es, la graja la tenemos por símbolo del reino animal de La Palma de igual modo que el pino canario es el símbolo vegetal insular.

Las grajas y la tradición meteorológica

Según mi abuelo aridanense Tomás Hernández Martín (1894-1983) las grajas avisaban días antes de los cambios meteorológicos. Cuando una bandada de grajas, con su característico y peculiar graznar coral, atravesaban el valle de Aridane de norte a sur “estaban huyendo del temporal de agua, con fuertes lluvias” días antes de que se produjeran.

El instinto animal, de igual manera que otros animales, las empujaba a refugiar en zonas más cálidas de la isla. Los decires viejos se han convertido en señales de anuncio de lluvias, tesoro de la cultura popular de la isla.

El pueblo y la tradición ha recogido un conocido dicho, digamos meteorológico, de las grajas o grajo palmero: “Cuando el grajo vuela alto, ¡viento del carajo…!”. No falla, la ventolera es tremenda. 

La catana, graja doméstica, traviesa y “ladrona” de objetos brillantes

El periódico palmero El pancista en el año 1898 publica varios cortos, pequeñas crónicas, que dan cuenta del libre deambular libre de un grupo de grajas, en una ocasión tres y en otro cinco, por las calles de Santa Cruz de La Palma.

El rotativo recoge: “Por segunda vez llamamos la atención de quien corresponda, para que se manden a recoger por su dueño, cinco grajas que andan por la calle de Santiago, destrozando el baldosado, y molestando a los vecinos”. Curiosamente la dirección social del periódico El pancista se encontraba en la calle Santiago número 39, misma vía urbana que hacían las travesuras el grupo de grajas con dueño, es decir catanas. La calle Santiago corresponde hoy a la conocida calle Anselmo Pérez de Brito.   

La memoria colectiva del pueblo palmero guarda con cariño especial el recuerdo de las travesuras de las catanas, graja doméstica. Muy pequeñas, unos pollitos, eran criadas con mimo en las casas. La familia se esmeraba en los alimentos diario mientras iban creciendo en libertad, no enjauladas. Así formaron parte de las familias.

El término catana ha pasado el amplísimo repertorio de apodos, nombretes, de Los Llanos de Aridane. Según hemos podido averiguar Cayetana González Viña, nacida a mediados del siglo XIX, fue la primera persona de su familia apodada catana. De ella pasó a su hija Nieves González Viña, la recordada partera aridanense doña Nieves. Las biznietas de Cayetana, Manola y Rosa, (a) las catanas, atribuyen el origen de su apodo a una graja que tuvo su bisabuela.

Nieves González Viña, la catana, contrajo matrimonio con Pedro Martín Rodríguez (a. valiente). Según la memoria de la familia el apodo valiente arranca con María, madre de Pedro Martín, quien tuvo 18 hijos, algunos de parto doble, y por ese hecho así la apodaron, la valiente. Esta familia conserva aún hoy los dos apodos, unos son conocidos por catana y otros por valiente.

Por testimonio y memoria de la aridanense Carmen Ferraz Capote, nacida en 1930, a sus 94 años recuerda que siendo joven su vecina doña Dolores Rodríguez, (a. la papera), tenía en su casa una graja.

El vecindario de la zona de la Carrilla y la calle Convento comenzaron a echar de menos pequeños objetos brillantes, zarcillos, dedales, pulseras, tijeritas y otros. Todos conocían las mañas y vicios de las catanas y se pusieron en alerta. Nadie sabía dónde había hecho el nido con el tesoro brillante y reluciente la catana de doña Dolores. Un buen día saltaron los rumores. En la torre de la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, haciendo trabajos de limpieza y mantenimiento, habían encontrado un nido de graja repleto de objetos pequeños y brillantes. La travesura de la graja de la Carrilla tuvo un final feliz y los vecinos recuperaron sus preciados objetos.

En el barrio aridanense de La Laguna, antigua Tajuya de Abajo, recuerdan las travesuras de Catana, así la llamaban y era su nombre propio. La propietaria fue Andrea Amaro Pérez (1891-1984), alias la gomera, apodo heredado por su padre Antonio Ramón Amaro natural de La Gomera, del municipio de Alajeró.

Según testimonios verbales Andrea Amaro recibió la graja de su yerno Santiago García que la trajo del municipio de Garafía. Vivían en una casita terrera en la calle Baile Bueno, La Laguna, dedicada a los trabajos del campo como asalariada y trabajos domésticos. Entre esos trabajos ocupaban una gran parte del tiempo el bordado, para la venta, y el zurcir y vuelta a zurcir de la maltrecha ropa del campo. Las preciadas y brillantes agujas y dedales, útiles propios para las labores de costura y borde, eran un goloso reclamo para la graja Catana.

En aquellos años inmensamente lluviosos cada año se limpiaban los tejados, una teja “rodada” podía ser causa de daños en la vivienda de Andrea Amaro. En esos trabajos saltó la sorpresa y aparece el “tesoro” acumulado por la graja Catana, agujas, dedales ….

Muy pocas traviesas catanas deben quedar hoy en La Palma. En un tiempo, no muy lejano, llegaron a formar parte de algunas familias de la isla. Sus dueños las alimentaban y cuidaban. Eran un divertimento cariñoso, simpático, amable compañía que bien vale recordar.

*María Victoria Hernández es cronista oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002), miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009)