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Turismo, una marcha más

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El verano está a la vuelta de la esquina y el turismo no despega. Y aunque nuestra profesión de fe en la clase dirigente está muy maltrecha, echar la culpa a los políticos cuando hemos tenido en el sector representantes de todos los colores equivaldría a opinar de forma poco meditada o lo que es lo mismo ofrecer una prueba muy pobre de inteligencia. Podríamos, eso sí, hacer una crítica apoyándonos en las afirmaciones peregrinas que nos llegan a diario, sin atender a ese claroscuro en el que, desde siempre, se ha movido el turismo en nuestra Isla. No es que no sigamos con interés los comentarios de los ciudadanos medianamente preocupados por nuestras cosas, ni tampoco que dudemos de la capacidad de quienes con abnegación dicen buscar, desde la calefacción del poder, “soluciones turísticas” a nuestra medida. Es el cuento de la vieja majadera o historia de nunca acabar...

No les vamos a negar haber oído exabruptos, exageraciones y ridiculeces dirigidos a aquellos que intentan canalizar, como mejor pueden y saben, la apuesta turística de la Palma de acuerdo con el modelo sostenible que “dicen” tener. Pero llegado a este punto preguntamos: ¿Es el tema de la conectividad el único que nos quita el sueño y nos impide impulsar una estrategia turística consustancial con nuestra oferta e indispensable para que La Palma sea competitiva en el sector y pueda consolidar un crecimiento económico sostenido? Respuesta: No. ¿Promovemos la excelencia en el turismo, reconociendo los esfuerzos que hacen empresas, profesionales e investigadores para potenciar la imagen de La Palma, crear nuevos productos que renueven la oferta e investigar para impulsar la evolución de este mercado desde el conocimiento y el análisis? Respuesta: No, que sepamos. Y al seguir con nuestro particular interrogatorio nos preguntamos si poseemos recursos turísticos o contamos con productos característicos que mejoren la proyección de la Isla en el mercado nacional e internacional. La respuesta, en este caso, es sí.

Desde 1985, año de su inauguración, venimos oyendo en noticiarios de varios países, textos similares a este: “En el Observatorio del Roque de los Muchachos, al borde del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, en la Isla de La Palma, a 2.396 metros de altitud, se encuentra una de las baterías de telescopios más completa del mundo”. Esta es una afirmación con imagen. Y la imagen es un concepto fundamental en turismo, puesto que para aquellos que no han visitado un destino, se convierte en un referente esencial, al tiempo que es uno de los criterios básicos en los que sustentan la decisión de elegir una oferta determinada entre varias opciones disponibles. ¿Queremos mejor imagen que la del Observatorio del Roque de los Muchachos? La nuestra es una isla pequeña en la que es un pecado malversar tamaña oportunidad. Y sin embargo, resulta lamentable que veintiocho años después no tengamos un centro de visitantes establecido en ese lugar emblemático.

Recordamos que en el año 2011, el Gobierno de Canarias encomendó al Cabildo de La Palma la gestión y ejecución de dos actuaciones: una de medio millón de euros, destinada al “pomposamente llamado” Parque Cultural del Roque, y otra, por una cantidad algo inferior, para el acondicionamiento de la Fuente Santa en el municipio de Fuencaliente. Por cierto ¿Qué ha sido de la Fuente Santa? ¿Qué ha sido de aquél manantial de aguas termales, citado en los escritos de Torriani y Abreu Galindo, con propiedades curativas que fluyó durante dos siglos dando fama, gloria y riqueza a La Palma, hasta que fue sepultado por el volcán de San Antonio en 1677? ¿Acaso la fuente no fue localizada y desenterrada mediante una obra de ingeniería singular dirigida por Carlos Soler y patrocinada por la Consejería de Infraestructura, Transporte y Vivienda del Gobierno de Canarias? ¿No se habló de llegar a un acuerdo con los propietarios de la zona para crear un balneario? ¿Tan complejo resulta poner en marcha el proyecto? Desde hace años el Cabildo ha reconocido que la Fuente Santa es un recurso para impulsar el futuro turístico de la Isla y por ello “se desea su pronto aprovechamiento”. Claro que no basta con las buenas intenciones por muy complejo que sea el proceso administrativo y la dificultad de las actuaciones que se han venido llevando a cabo en la galería. Los palmeros expectantes ven como las obras se eternizan, dando la razón a los que pregonan a los cuatro vientos que nuestra “apatía” es única e irrepetible. El alcalde del municipio sureño, Gregorio Alonso, señaló hace unos meses que el centro de visitantes e interpretación de la Fuente Santa que actualmente se acondiciona, abrirá sus puertas el próximo mes de septiembre. Esperamos que sea el primer paso para contar con el tan deseado balneario, pilar indispensable en el llamado turismo de salud. Ya va siendo hora de que el turismo en La Palma, a través de nuestros recursos endógenos, sea una actividad productiva y económicamente rentable, sin que para ello, deje de ser sostenible y ambientalmente responsable. Falta atrevimiento. Y así, mientras que en otros destinos hablan de innovación turística para preservar la competitividad y mantenerse en el negocio, nosotros todavía estamos “en pañales” sin saber cómo enfocar iniciativas tan necesarias y atractivas como los dos ejemplos citados.

Nos parece bien que se tenga claro el modelo turístico que se quiere para La Palma, pero tengamos en cuenta, que no hay modelos, empresas ni productos de calidad sin personas de calidad que los impulsen. Este “carro” necesita de una marcha más, Y para ello, es necesaria una corresponsabilidad de esfuerzos públicos, privados y sociales, obligados a abarcar la promoción de una oferta efectiva, sin olvidarnos de una eficiente capacitación empresarial, junto a una mayor sensibilización turística de los palmeros y la formación eficaz de los recursos humanos vinculados al sector. Si no apreciamos la confluencia de todos estos elementos, difícilmente podemos tomarnos en serio el futuro turístico de la Isla.

El verano está a la vuelta de la esquina y el turismo no despega. Y aunque nuestra profesión de fe en la clase dirigente está muy maltrecha, echar la culpa a los políticos cuando hemos tenido en el sector representantes de todos los colores equivaldría a opinar de forma poco meditada o lo que es lo mismo ofrecer una prueba muy pobre de inteligencia. Podríamos, eso sí, hacer una crítica apoyándonos en las afirmaciones peregrinas que nos llegan a diario, sin atender a ese claroscuro en el que, desde siempre, se ha movido el turismo en nuestra Isla. No es que no sigamos con interés los comentarios de los ciudadanos medianamente preocupados por nuestras cosas, ni tampoco que dudemos de la capacidad de quienes con abnegación dicen buscar, desde la calefacción del poder, “soluciones turísticas” a nuestra medida. Es el cuento de la vieja majadera o historia de nunca acabar...

No les vamos a negar haber oído exabruptos, exageraciones y ridiculeces dirigidos a aquellos que intentan canalizar, como mejor pueden y saben, la apuesta turística de la Palma de acuerdo con el modelo sostenible que “dicen” tener. Pero llegado a este punto preguntamos: ¿Es el tema de la conectividad el único que nos quita el sueño y nos impide impulsar una estrategia turística consustancial con nuestra oferta e indispensable para que La Palma sea competitiva en el sector y pueda consolidar un crecimiento económico sostenido? Respuesta: No. ¿Promovemos la excelencia en el turismo, reconociendo los esfuerzos que hacen empresas, profesionales e investigadores para potenciar la imagen de La Palma, crear nuevos productos que renueven la oferta e investigar para impulsar la evolución de este mercado desde el conocimiento y el análisis? Respuesta: No, que sepamos. Y al seguir con nuestro particular interrogatorio nos preguntamos si poseemos recursos turísticos o contamos con productos característicos que mejoren la proyección de la Isla en el mercado nacional e internacional. La respuesta, en este caso, es sí.