La Palma, entre su apretada exuberancia verde, esconde sobrecogedores paisajes lunares donde la vida brota entre el inhóspito basalto. Son sitios recónditos y poco conocidos. Gracias a ello conservan todos los trazos dibujados por la fuerza telúrica de la naturaleza. Uno de estos enclaves se localiza en un tramo de la colada del cráter Duraznero. En este paraje se pueden contemplar las huellas petrificadas de un antiguo bosque de pinos.
El lecho vegetal está cubierto por un manto de lava solidificada. La existencia de huellas de árboles abrasados por el magma que, en 1949, surgió por el cráter Duraznero del volcán de San Juan, constata que la colada, al no volcar los pinos, debió ser de poco grosor, según Ángel Palomares, ingeniero de Montes y director conservador del Parque Nacional de La Caldera de Taburiente.
Palomares subraya que “este tipo de estructuras son frágiles y no es conveniente que reciban visitas masivas”. Señala que, en el incendio registrado en 2009 en los montes de los municipios de Mazo y Fuencaliente, “había visto alguno de estos moldes de los troncos en lava de la parte basal”. Ahora, durante el fuego desatado este año por la zona, dice, “observé algunos más cuando bajaba del volcán Nambroque, pero no me pude detener mucho tiempo porque estaba anocheciendo y, en ese terreno, donde todo está suelto, es bueno ver bien donde pisas”.
En algunos huecos, comenta, “quedan los restos de tea”. La mayor parte, detalla, se encuentran “en zonas de borde”. Los más expuestos a los vientos, abunda, “ya están cubiertos de líquenes”. Precisa que “estos huecos son la vía de comunicación entre el exterior mineral, con una vida muy incipiente (líquenes), y el suelo formado con anterioridad a la erupción, que permitía una vegetación arbórea de baja densidad”.
La colonización, continúa Ángel Palomares, “no es total, pero en algunos huecos ya se han instalado helechos, poleos, escrofularias, etcétera”. Contempló, añade, distintas oquedades “en posición horizontal de reducido tamaño y solo una estructura larga donde en un pequeño tramo se encontraba el hueco completo, pero en la mayor parte solo se conservaba intacta la mitad inferior”. La superior, apostilla, “se había derrumbado en casi todos los sitios”. Igualmente pudo ver “varias estructuras colapsadas” donde, estima, “en su momento debió de haber un tronco”.
Los moldes de los árboles formados por el magma, precisa, “a veces tienen todos los bordes a la misma altura, por lo que la lava debió fluir rápidamente”. En otros casos, remarca, “la mitad orientada a la cumbre es bastante más elevada, lo que indica que al enfriarse y hacerse más viscosa, al chocar con un obstáculo, se acumulaba material detrás, terminando de solidificarse rápidamente al tener más superficie de contacto con el aire”. En fin, resalta, “un paisaje lunar con suelo por debajo. ¡A ver cuánto dura!”, concluye.