La cafetería del quiosco de la Alameda ha reabierto sus puertas este lunes con instalaciones renovadas, dos nuevas pérgolas para la protección de las personas usuarias de la terraza y un mobiliario unificado y respetuoso con los valores históricos de este templete del siglo XIX. El Ayuntamiento ha adjudicado la gestión de esta instalación tras un concurso público de arrendamiento y durante un periodo de 5 años, para contribuir a la reactivación económica, turística y comercial en uno de los lugares más emblemáticos de la capital insular, se informa en nota de prensa.
En un momento en el que la actividad municipal comienza recuperarse del impacto de la pandemia, con la situación actual motivada por la erupción volcánica, el regreso de la actividad de cruceros y ante el inicio de las campañas comerciales más importantes del año, el Ayuntamiento está abriendo nuevas instalaciones y servicios que mejoren la oferta y vuelvan a poner en valor los atractivos de la localidad, como la licitación del Museo Naval del Barco de la Virgen, las actuaciones en la plaza de la ciudad o la reapertura del quiosco de la Alameda, un elemento que funciona como elemento de dinamización de la zona para residentes y visitantes.
El quiosco cuenta con 12 mesas, adaptadas a las actuales medidas de control sanitario, y con 2 pérgolas que unifican y mejoran la estética de la zona frente a la suma de sombrillas individuales que ocupaban la plaza de la Alameda anteriormente, ganando más espacio para las personas y mejorando la accesibilidad. El coste de esta intervención estaba recogido en los pliegos y corre a cargo de la empresa concesionaria.
Asimismo, el quiosco ha sido remodelado por completo y se ha aumentado el espacio subterráneo destinado a almacén, una intervención que se ha realizado con todas las garantías de respeto a los valores patrimoniales del edificio.
El quiosco de la Alameda, de planta octogonal y una decoración conforme a los dictados del estilo neomudéjar propio de la época, preside el centro de esta plaza, concebida en el segundo tercio del siglo XIX como lugar de esparcimiento y ocio públicos. Poblada de laureles de indias, palmeras canarias y araucarias, la plaza se articula a través de dos largos pasillos pensados para el paseo, que amenizaban los músicos alojados en el templete central.