Arqueología en el Sáhara: grabados rupestres, cazoletas y abrigos neolíticos

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La riqueza arqueológica del desierto del Sahara es tan abrumadora, aunque cueste creerlo, que no solo destacan los miles de túmulos de todas las formas y tamaños que son omnipresentes por todo el territorio, sino que también aparecen otras manifestaciones antiguas que van desde asentamientos neolíticos, conjuntos de cazoletas y, sobre todo, innumerables grabados rupestres que, muchas veces, están asociados a los amontonamientos de piedras y alineaciones de piedras hincadas, como ya hemos visto en artículos anteriores.

 El primer día en el desierto fue espectacular y un magnífico aperitivo de lo que nos esperaba en el resto de la semana. Y todo ello a pesar de que el primer contacto con la inmensidad del Sahara fue a partir del mediodía y las distancias para llegar de un lugar a otro son enormes y campo a través. El primer conjunto de arte rupestre en el que estuvimos, asociado a túmulos, fue el de Zemul. Los petroglifos tienen como soporte un pequeño afloramiento rocoso que apenas si destaca en el terreno circundante, excepto por el hecho de que están sobre una pequeña elevación natural. No son demasiados paneles pero si una magnífica representación de todos los motivos característicos del Sahara: alfabetiformes, inscripciones geométricas, antropomorfos y zoomorfos. Algunos animales son claramente identificables, si bien hace mucho tiempo que dejaron de vagar por estos parajes.

Esa misma noche y toda la mañana del día siguiente prospectamos una zona conocida como Gafrat Legraf donde, además de los omnipresentes túmulos, destacan unas piedras enormes totalmente llenas de cazoletas muy peculiares, puesto que aparecen distribuidas, esencialmente, por la cara vertical de los paneles. Por otro lado, las cazoletas, ni muy grandes ni profundas, presentan una forma alargada que, incluso, se hace en la parte superior de estrechas cavidades naturales. Así mismo, es interesante reseñar que este tipo de yacimiento arqueológico solo existe en una amplia llanura en la que, alejadas unas de otras, sobresalen estas piedras inmensas. También aparecen otro tipo de cazoletas, similares a las de La Palma, en el conjunto de grabados rupestres de Bu Lerllah.

Aunque, sin ningún género de dudas, la estación de grabados rupestres más interesantes en la que estuvimos por su similitud con los petroglifos benahoaritas fue la de Bu Lerllah, junto a la presa del mismo nombre, y asociado a un gigantesco yacimiento de túmulos. Cuenta con una treintena de paneles. La gran mayoría de los motivos, ejecutados con la técnica del picado, son geométricos, destacando el grupo de las espirales y los círculos concéntricos. También aparece algún antropomorfo y un panel de motivos alfabetiformes que, en este caso, se realizaron mediante la incisión. En medio del conjunto también aparece un pequeño túmulo.

Es interesante reseñar que el soporte es un afloramiento rocoso de basalto, de un color negro brillante que destaca poderosamente en medio del terreno circundante. Está situado en medio de un barranco (oued), cuyo cauce está cerrado por una presa, a unos 300 metros de distancia, tras el cual se forma una gran laguna en la que, como ya vimos en otro capítulo, aparece una gran estela hincada. A simple vista, nos parece evidente la asociación entre estos motivos y la presencia de agua. Los motivos geométricos son relativamente pequeños, puesto que oscilan entre los 40 y los 10 centímetros de anchura. Así mismo, es interesante reseñar que algunos paneles de con petroglifos también cuentan con cazoletas circulares de entre 5 y 10 centímetros de profundidad y tamaño

Pero también aparecen otro tipo de grabados rupestres que, si bien no son demasiado espectaculares, tienen un gran interés porque nos permiten conocen la lengua que hablaban los pueblos que vivieron en estos parajes y, así mismo, permiten establecer una relación con las inscripciones alfabetiformes que nos encontramos en el Archipiélago Canario Estos motivos, generalmente, se realizaron con la técnica de la incisión y pueden aparecer aislados, mezclados con símbolos geométricos, antropomorfos y zoomorfos y, sobre todo, asociados a los omnipresentes túmulos.

Los grabados zoomorfos son igualmente interesantes, entre otras cosas, porque nos hablan de una fauna salvaje que hay ha desaparecido de estos lugares. Y, al mismo tiempo, nos hablan de unas condiciones climáticas muy distintas a las actuales, con mucha más vegetación y agua para que pudieran sobrevivir avestruces, caballos y hasta elefantes. El rastro de los avestruces no solo ha quedado inmortalizado en los petroglifos sino que, además, las cáscaras de sus huevos aparecen por muchos puntos de las zonas que visitamos. Seguramente, no solo se utilizaban como alimentos, sino también para transportar la preciada agua.

También tuvimos ocasión de descubrir y estudiar algunos asentamientos neolíticos que podrían ser, aproximadamente, de 3.500 años a. C. En realidad, los fragmentos de cerámica están por todos lados, si bien su localización es muy difícil porque los fragmentos están muy erosionados, desgastados y, con el transcurrir del tiempo, se han mimetizado con el suelo. Pero también aparecen trozos de morteros, hachas pulimentadas, etc. El yacimiento más interesante que vimos se aglutina en torno a unos afloramientos lávicos de color negro, que forman montañas, que destacan poderosamente en medio del terreno circundante. Estas elevaciones cuentan con infinidad de cejos y covachas que constituían refugios naturales en los cuales se cobijaba la gente de las inclemencias del tiempo. Además, se suelen formar oquedades y hoyos en los que se almacena el agua durante las lluvias. Pero, hasta en estos parajes, los túmulos siguen estando presentes por todos lados.