¡Oh capitán, mi capitán!
Como decía García Márquez, recordar es fácil para los que tenemos memoria y olvidar es muy difícil para los que tenemos corazón. Cuando el amigo Luis Martín cambió el perfil de su teléfono móvil me mostró orgulloso la fotografía de un velero con la que le había obsequiado uno de sus nietos. ¡Oh capitán, mi capitán! Exclamé en medio de nuestra tertulia, haciendo alusión, de forma inconsciente, al poema de Walt Whitman, homenaje a Abraham Lincoln, presidente de Estados Unidos, después de su asesinato en 1865. La letra habla de un capitán que ha muerto y ha dejado huérfana a su tripulación. La muerte de nuestro amigo Luis Jesús Martín Herrera nos ha dejado, a los que fuimos testigos de su existencia y trabajo, algo desamparados… En mi caso, que como a veces él decía, se me juntan las palabras a racimos, hoy esas palabras callan, como si el dolor las hubiese adormecido o fueran silenciadas por el llanto. Tal vez por eso, recurro al título, a la frase de Whitman con la que, de paso, recuerdo la historia de El Club de los poetas muertos, la película de John Keating, protagonizada por Robin Williams, que nos enseñó a todos a no conformarnos con lo ordinario. El film nos muestra a grupo de alumnos que descubre la importancia de perseguir los sueños gracias a un profesor (¡Oh capitán, mi capitán!), que despierta sus mentes con métodos poco convencionales. El amigo Luis, como él decía, no fue profesor… fue maestro. Y como maestro siempre tuvo la certidumbre de estar presente en el vivir de otros, alumnos y familiares de la Escuela Hogar de Mirca con los que mantuvo siempre erguida la esperanza de los sueños. No lo hizo sólo. Estaba con “Mañe”, su compañera, con la que creó un proyecto de vida y que estos días, como tantos amigos y amigas, aunque ella en mayor medida, llora su ausencia. Maestros aquí y allá, docentes que veían, en los alumnos, su imagen desdoblada. Un milagro que solo se da en la magia de enseñar.
En la película citada, también en algún que otro libro, se atribuye el poema Carpe Diem a Whitman, aunque en realidad es mucho más antiguo, pertenece a Quinto Horacio Flaco y la traducción literal del latín es “coge el día”. Una exhortación a aprovechar el presente, algo que Luis Martín sacaba a relucir en nuestras tertulias ante la constancia de la fugacidad del tiempo. De ahí la importancia de saber apreciar y vivir el momento. No dejes que acabe el día sin haber crecido un poco más. / Sin haber sido un poco más feliz. / Sin haber alimentado tus sueños. / No te dejes vencer por el desaliento. / No permitas que nadie te quite el derecho de expresarte que casi es un deber. / No dejes nunca de soñar porque solo a través de los sueños puede ser libre el hombre. / No te resignes… No traiciones tus creencias. / Aprende de quienes pueden enseñarte y no permitas que la vida te pase por encima.
Querido Luis, tu ejemplo es la herencia que dejaste a tus alumnos y que hoy dejas a tus amigos… Una herencia que recibimos, junto al recuerdo de tertulias imborrables en las que tu saber halló eco. Sabemos que tu trayectoria como docente fue reconocida por la Consejería de Educación del Gobierno de nuestra Comunidad. Lógico. En ese mundo de la educación, nos consta que siempre tomaste decisiones basadas en el sentido común y, aunque te dolieran algunas cosas, dejabas a un lado los impulsos emocionales y con los ojos poblados de preguntas siempre hablabas desde el corazón. Prudencia y sabiduría que llevarías también a la política.
Para aquellos que creemos en el diálogo y en el respeto a los demás como norma de vida… Para quienes creemos que no hay otra política que la que surge de los valores cívicos y que, con una fuerte carga ética nos preocupamos por los deseos e intereses comunes, tus actuaciones como servidor público fueron ejemplares. Como concejal del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma y como consejero del Cabildo Insular de La Palma, tu labor es gratamente recordada, y para aquellos que no compartimos el maniqueísmo feroz de buenos y de malos, casi siempre contrarios a las ideas de una democracia plural, tu paso por la vida pública fue una corriente de aire fresco, alejado de la ambición del poco o mucho poder y realizando un servicio honesto, incluso por encima de ideas y dogmas partidistas.
Una vez me contaste que tu padre te había demostrado que la política es la consecuencia de un proceso educativo en la búsqueda de acuerdos. Siendo funcionario del Cabildo tuvo que redactar el acta de una sesión, y al ver que no se empleaba en hacerlo, le preguntaste por ella, y te la mostró… página en blanco con sólo dos frases: -Discusiones: muchas… -Conclusiones: ninguna. Aprendiste cómo era la política en esta Isla nuestra que, como alguien dijo: tiene una hermosa piel, pero muy pocas tripas… Luis, con tu manera de actuar nos demostraste que un intercambio de pareceres no tiene por qué acabar en discusión; qué las cosas no siempre son blancas o negras, sino que suelen estar llenas de matices; para llegar a un buen acuerdo -afirmabas- es bueno conocer las reflexiones e inquietudes de los demás antes de llegar a un juego dialectico desafortunado y poco constructivo.
Gracias por tus consejos y por esa anchura de miras y de espíritu. Me consta que una angustia subconsciente golpea desde las sombras a tu familia y amigos. Para “Mañe”, tus hijos y nietos, no será un camino de rosas tu ausencia…, en cuanto a nosotros, tus amigos, en el acontecer vital de nuestras tertulias, entre copa y copa, te recordaremos a sabiendas de que sin ti, será un poco más torpe la asamblea.
0