La Palma en la encrucijada entre la luz y la oscuridad

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Santa Cruz de La Palma, 31 de diciembre de 1893. La luz eléctrica ilumina por primera vez las calles de la ciudad. Es el primer espacio público de Canarias en poder disfrutar de este nuevo avance tecnológico que tanto mejorará y cambiará la vida de sus habitantes. La Palma pasa a ser una ciudad pionera en el mundo gracias a una central hidroeléctrica, el Salto del Electrón, y a un grupo de personas emprendedoras con visión de futuro.

Con este inicio pretendía escribir un artículo de opinión sobre la situación y oportunidades de futuro de las energías renovables en La Palma, pero creo que necesita el texto convertirse en una carta más personal y más transversal debido a la importancia del momento histórico en el que nos encontramos.

La Palma es un sitio muy especial, con una desbordante energía vital. Su naturaleza lo anuncia a los cuatro vientos en cada instante. Sin embargo, tengo la sensación de que los humanos que la habitamos, no sé si porque nos cuesta integrar tanta belleza y vitalidad, o por otra razón, parece que suframos una bipolaridad temporal, entre unos períodos de luz y sensatez, y otros de oscuridad y derrotismo. Ciclos que fluctúan entre la ilustración y la depresión colectiva. Entre ser foco y faro mundial, a pasar a ser olvidada entre las sombras. Sin medias tintas y acarreando el trauma que tal contraste provoca.

Y es que en su apogeo histórico de ilustración palmera no está solamente el Electrón, sino, como sabrán mejor que yo, un pasado pionero en democracia, siendo Santa Cruz la primera ciudad del Estado en elegir democráticamente a sus representantes. O en cultura, siendo La Palma cuna de nuevas ideas y buena parte de los periódicos de Canarias. Un territorio con mujeres increíblemente resilientes y emprendedoras que han sostenido la vida por difíciles que fueran las condiciones, con erupciones volcánicas incluidas, que no es decir poco. La Palma ha sido ese fascinante punto de paso que mezcla las ideas de las personas que vienen y van de manera exquisita, concibiendo tantas de esas creaciones que nos hacen sentir orgullosos de formar parte de la humanidad.

Pero La Palma también puede ser oscuridad y depresión colectiva. Conocí esta isla de adulta, y desde que llegué se me rompe el corazón cada vez que escucho a un padre decir a sus hijos que se vayan porque aquí no hay futuro alguno. Visto desde mi perspectiva, en esta isla hay trabajo infinito, de hecho, está todo por hacer. Solamente viendo los datos de la enorme dependencia energética y alimentaria que sufrimos, un cambio radical de modelo económico es necesario. Así que no es que no haya futuro, sino todo lo contrario. Lo único que tenemos que conseguir es entender lo que está pasando y organizarnos para cambiarlo, poniendo los recursos donde realmente es necesario.

Ahora mismo en el mundo se está hablando de cambio climático, colapso de ecosistemas, guerras, inteligencias artificiales y otros retos que tienen todos el riesgo real y no muy lejano de acabar con la civilización humana tal y como la conocemos. En La Palma hemos tenido una erupción volcánica y todavía hay demasiadas familias sufriendo situaciones desesperadas e ignoradas. Sin embargo, en el ámbito de debate político se habla de campos de golf y hoteles de lujo como si no fuera con nosotros los retos de la humanidad o nuestra propia humanidad, y como si ignorando los problemas y escondiendo la cabeza bajo tierra se solucionaran por sí solos. Como si con cemento, ladrillo y asfalto pudiéramos tapar las carencias y falta de visión por las que estamos pasando. Un periodo de oscuridad más en los ciclos de esta isla.

Siento que este periodo está queriendo acabar. Hace 7 años, cuando llegué a esta isla, se escuchaba una débil palpitación de cambio. No obstante, percibo cómo esta pulsación se va fortaleciendo y haciendo más clara y valiente. La luz quiere colarse entre las grietas. Mucha gente joven, preparada, con las ideas claras, con coherencia, madurez y responsabilidad que deslumbran, quieren volver. Están volviendo. Vienen. Se están quedando.

Lo sé, porque cada vez nos contactan más personas preguntando cómo unirse a lo que estamos construyendo en la transición energética. Y quieren participar en empujar este enorme trabajo que tenemos por delante. Lo sé, porque conozco tantísima gente dejándose la piel en proyectos maravillosos, con ideas maravillosas, con productos maravillosos que esta tierra tan generosamente da, que trabajan con todo su cariño y obteniendo resultados de otro mundo.

La ciencia es clara, la queramos ignorar o no. Tenemos entre 4 y 7 años al ritmo de emisiones actuales de gases de efecto invernadero para no pasarnos de un incremento de 1,5 grados centígrados establecidos en el acuerdo de París sobre cambio climático. Saltarnos este límite significa jugar a la ruleta rusa y empujar irresponsablemente la civilización humana a un precipicio incierto. Las sequías y el clima extremo que ya estamos viviendo no son nada comparado con lo que viene. Necesitamos tener presente que tan sólo hemos alcanzado un incremento de 1,2 grados y ya este país se está preguntando cómo va a mantener su agricultura y ganadería. ¿Cómo vamos a aguantar con otra subida de precios más por la falta de agua y alimentos?

Desde este punto en el que nos encontramos, La Palma puede volver a brillar. Ser pionera. Situarse otra vez en la ruta de parajes admirados y respetados en el mapa mundial. Ser faro al aportar soluciones innovadoras y revolucionarias para sí misma y para el mundo. O puede empecinarse en querer quedar perdida en la mediocridad. En querer ser una copia barata de modelos económicos ya fallidos que aportan más problemas que soluciones. En quedarse olvidada entre sombras. Está en nuestras manos. Yo elijo abrir puertas y ventanas y dejar entrar toda la luz, aportar al mundo desde nuestra mejor capacidad, clarividencia y humanidad. Ya ocurrió en el pasado, y como muchas personas sentimos, está volviendo a ocurrir, emergiendo de lo más profundo de las entrañas de este volcán que tanto nos ha dolido, pero también tanto nos puede aportar. Para que nuestra querida isla vuelva a ser pionera en energías renovables, en democracia, en cultura, ciencia y en todas esas cosas que seamos capaces de construir colectivamente. Una economía por y para las personas que nos haga sentir orgullosas de lo que hacemos y lo que somos.

Núria Albet Torres