Venezuela es mucho más
que un país americano,
es un territorio hermano
que preside Nicolás.
Para el canario, además,
es una tierra querida,
que le ha salvado la vida
a familias que no hallaban
el pan que necesitaban
como mísera comida.
Jócamo, 2.VIII.2024
NOTA: Para los canarios en general, resulta imposible hablar de Venezuela como algo ajeno o distante. Fue la tierra prometida que a mediados del siglo XX abrió sus puertas para acoger a miles de isleños que se aventuraban a cruzar el Atlántico en busca del pan que estas siete peñas les negaban. Fue entonces cuando se acuñó el nombre de “octava isla” para el rico país caribeño.
Ahora, cuando desde el vecino continente africano, otros pueblos buscan amparo similar en nuestras costas, mirar atrás ayuda a comprenderlos, si bien es verdad que las épocas y las circunstancias son diferentes, aunque no tanto como algunos pretenden argumentar. En ambos casos se trata de personas desesperadas que buscan un futuro mejor para los que salen, con la esperanza de poder aliviar también las penurias de los que dejan atrás.
Los tiempos cambian y hoy Venezuela ha dejado de ser tierra de promisión para transformarse en país de expulsión, del que huyen millones de venezolanos maltratados por un régimen político que no sabe o no quiere gestionar sus enormes recursos naturales.
Un régimen oligárquico, pseudodemocrático, presidido por Nicolás Maduro, heredero “por la gracia de dios”, del polémico Comandante Chaves, reencarnado en un pajarito, que le inspira a guiar el futuro del pueblo venezolano, al que encarcela sin escrúpulos cuando simplemente reclaman transparencia en las recientes elecciones generales ¡Pobre Venezuela!