SiÌ: la Navidad, los Reyes, son diÌas en que se evidencian las desigualdades econoÌmicas. ¡Pero son tan hermosos estos diÌas! RogariÌamos que, en ellos, excepcionalmente, se olvidara la severa denuncia.
Por otro lado, la ilusioÌn, el aire de fiesta, son bienes tan divinamente comunes como el sol y la lluvia que se reparte tanto a buenos como a malos; y al alba del 6 de Enero nadie es capaz de discernir diferencias en el asombro de los ojos de los ninÌos, igualmente intenso, rutilante y encantador, aunque distinto sea el caudal de cada padre. Que exista un diÌa asiÌ ¡es tan hermoso! ¡CoÌmo ha de temblar el sol, un instante antes de alumbrar un diÌa de ojos asombrados y labios sonrientes, en el que la ilusioÌn y la alegriÌa pueden a la desesperanza y la tristeza!
QuieÌn sabe si el sol, en cada 6 de Enero, recibe de tantos ojos ninÌos la luz que necesita para alumbrar el resto de los diÌas. No sabemos si en la ninÌez de JesuÌs hubo Reyes Magos y tal vez lo que sigue no sea teologiÌa ni historia sino, simplemente espiÌritu de JesuÌs: que ha gozado cada 6 de enero a lo largo de maÌs de dos mil anÌos. Ese JesuÌs nos cuenta cosas que a veces no se pelean con la teologiÌa ni la historia. Entre esas cosas estaÌ lo que nos dijo: a eÌl, cuando era ninÌo, le pusieron un diÌa de luz hecha de ojos ninÌos y que se llamaba DiÌa de Reyes.