La Palma iba a sufrir la furia de los volcanes: lo dice el primer poema canario de la historia

Toni Ferrera

El Paso —
25 de noviembre de 2021 09:33 h

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Una maldición que pide volcanes para una isla volcánica. Dicho así parece no tener mucha lógica (y que quien la formuló tampoco arriesgó mucho). Pero hace 500 años, poco después de la primera erupción conocida en Canarias, la del volcán de Tacande, en La Palma, este ruego no se hizo con el conocimiento actual de que cada isla del Archipiélago es producto de lava y piroclastos, sino como respuesta a la muerte de Guillén Peraza, hidalgo castellano que murió a manos de los aborígenes canarios en 1447, mientras intentaba conquistar la tierra virgen. Él falleció. A pedradas, apuntan los cronistas. Y quien lloró su caída en las Endechas a la muerte de Guillén Peraza, el primer poema canario de la historia, pidió para La Palma la furia de los volcanes. Desde entonces, la tierra se ha abierto siete veces para expulsar material incandescente.

Guillén Peraza no fue un hombre cualquiera. Era el hijo de Fran Peraza e Inés de Bracamonte, los señores de Canarias a principios del siglo XV que ya se habían asentado en Fuerteventura y seguían en busca y captura del resto de islas, según cuenta la cronista oficial de Los Llanos de Aridane, María Victoria Hernández. Guillén, el “heredero” del Archipiélago, marchó a La Palma para esclavizar a su población. Y cuando llegó a la playa de Puerto Naos (hoy zona de exclusión por el volcán) con “500 hombres de armas, con brillantes armaduras, a la grupa de caballos andaluces enjaezados de guerra”, sufrió la ira de los aborígenes palmeros. Lo mataron a pedradas, literalmente.

“Las pretensiones de conquista y de comercio de esclavos blancos se vieron truncadas por la valentía de un pueblo del que decían era ”bárbaro e infiel“ y que, con solo palos, piedras y venablos, consiguió repeler al invasor y defender su tierra y sus gentes”, expone Hernández en uno de sus artículos sobre el asunto. Según el historiador Tomás Arias Marín de Cubas, que falleció hace más de 300 años, Peraza fue el objetivo de los palmeros por “la gala con que iba vestido”.

Tras su muerte, se da un momento histórico: nace la literatura en Canarias. Las plañideras, las mujeres que cobraban por llorar, sollozaban por la muerte del frustrado conquistador. “Las damas le lloraron desconsoladamente, clamaron ante Dios para que lo acogiera en su desdicha”, comenta Hernández. Y se piensa que fue precisamente una mujer la que escribió la obra Endechas a la muerte de Guillén Peraza, el primer poema en la historia de las Islas. “Cuando se habla de la literatura en el Archipiélago, lo primero que te sale son esas endechas, recogidas por Juan Abreu Galindo en un manuscrito. La Palma es la cuna histórica. Si no llega a haber ese suceso, no habría surgido esa obra literaria”.

El poema es un lamento. Las endechas son composiciones poéticas de tres o cuatro versos que lloran la muerte de alguien. En esta, el autor o autora habla de “la flor marchita” de la cara de Guillén Peraza mientras reclama venganza: “no eres palma, eres retama, eres ciprés de triste rama, eres desdicha, desdicha mala. Sus campos rompan tristes volcanes, no vean placeres, sino pesares, cubran sus flores de arenales”. Hay una maldición, dicen algunos. Que La Palma se vea asolada por las erupciones volcánicas. “Sí, le desea mal a la isla. ¡Es que lo habían matado!”, exclama Hernández.

La maldición se ha rescatado ahora. Lo hace mucha gente. Jesús Pérez Morera, licenciado en Geografía e Historia, señala en su último artículo Todoque: el hombre, la tierra y el volcán que “hoy como ayer toca sobreponerse a la cruel maldición” y que los palmeros lo volverán a hacer “cubriendo de flores los arenales”. Para Hernández, sin embargo, la obra tiene otro mensaje. “El poema termina diciendo: Guillén Peraza, ¿dónde está tu escudo? ¿Dónde está tu lanza? Todo lo acaba la mala andanza. Maldice a La Palma, sí, pero es que el recado a Peraza es peor. Yo siempre he estudiado el poema al revés. Para mí la enseñanza que tiene es eso: que las malas andanzas pueden dar malos resultados”.

“Las Endechas a la muerte de Guillén Peraza es una maravilla de composición”, continúa Hernández. “A los canarios nos enorgullece. Se ve que Abreu Galindo es posterior, pero que el pueblo las cantó durante muchos años”. Lo hizo a pesar de lo que demandaban para ella. “La gente era analfabeta. No sabían leer ni escribir”, remata.

Hace unas décadas se creía que la obra no hacía referencia a ningún volcán. La primera erupción registrada en La Palma había sido en 1585, en Tajuya, más de cien años después de la muerte de Peraza. Pero eso cambió a finales del siglo pasado. En 1982, según el estudio Canarias, volcanes en el mar, firmado por, entre otros, Juan Carlos Carracedo, prestigioso geólogo que ha estudiado durante toda su vida el vulcanismo de las Islas, se hicieron pruebas con Carbono-14 (técnica que se utiliza para determinar la edad de materiales que contienen carbono) que situaron al volcán de Tacande entre 1470 y 1492.

La colada de lava, en esta ocasión, no alcanzó el mar. Pero en su recorrido al océano dejó enormes piedras por el término municipal de El Paso. Curioso o no, los palmeros llamaban “tacande” a la piedra quemada. Y así lo recoge Abreu Galindo en su texto Historia de la Conquista de las Islas Canarias. “Que se vaciase esta montaña se deduce de la forma que le quedó, como reloj de arena… Alta por los lados y en medio honda, y quebrada por donde corre la piedra quemada, que dicen malpaís; el cual es tan estéril y sin sustancia, que ni árbol ni yerba se da en todo cuanto corrió”. La calle (o camino, como diría Hernández) Piedra Hincada se encuentra en este municipio.

De este modo, se reconoce que antes de la conquista, en 1492, La Palma ya había sufrido una erupción volcánica, como afirmó la investigadora tinerfeña María Rosa Alonso, filóloga y ensayista canaria, en 1949. “En 1585 tuvo lugar el primer volcán histórico de que se había tenido noticia en La Palma (…) pero mucho antes que este volcán histórico de Tajuya, sabemos por el libro del mismo historiador Abreu, recolector de las Endechas, que hubo otro volcán, el de Tacande, que se ”derritió“ en los tiempos del padre del caudillo indígena palmero Jedey, precisamente el que capitaneaba la región atacada por Guillén Peraza”.