En Tazacorte el día empieza y termina barriendo cenizas y mirando la colada que avanza muy cerca en dirección al mar. Unas veces parece que la llegada será inminente y otras se ralentiza. Los niños y niñas no acuden al colegio de forma presencial ante el riesgo que pueda suponer la humareda blanca que se produce al entrar en contacto la lava con el océano y varios núcleos poblaciones estaban prevenidos para ser confinados cuando este fenómeno se produzca (San Borondón, La Condesa, Marina Alta y Marina Baja, que finalmente fueron evacuados durante la noche). La Policía Nacional custodia el límite entre las zonas evacuadas y estos barrios, afectados por la proximidad al mar. En el bar San Borondón los ánimos están caídos. La población palmera amanecía con la amarga noticia de la entrada de la lava en el centro de La Laguna (unos 1.600 habitantes), que ha supuesto un auténtico shock. En el bar y en las calles no se habla de otra cosa mientras se siguen con atención las noticias de la Televisión Canaria. Jacqueline se encuentra barriendo la entrada de su casa cuando nos explica que apenas puede dormir por las noches y que vive en la incertidumbre constante. Ni siquiera puede ir a trabajar. Lleva con su marido el restaurante Casa Kiko, a la entrada precisamente del barrio de La Laguna. “Yo temo por mi restaurante”, señala ya que, aunque se encuentra en una zona que no se prevé que sea afectada por el volcán, teme que la situación pueda cambiar.
“El confinamiento por la COVID-19 lo llevé mejor”, explica Jacqueline, que asegura que ahora está pasando mucho calor y molestias por la ceniza. “Me he llegado a poner paños mojados en el cuerpo”, asegura mientras explica que en su casa no paran de limpiar puertas y ventanas que vuelven a amanecer impregnadas de ceniza. El viento las empuja con más fuerza sobre el cuerpo este miércoles. “Este ha sido un mes de tortura”, insiste Jacqueline, que añade que tenía solo seis años cuando erupcionó el Teneguía y que entonces se vivió como una fiesta porque no produjo esta cantidad de destrozos. Un poco más arriba de su casa se encuentra la tienda de Autoservicio María Nieves donde, mientras atienden a la clientela, explican que el establecimiento no se va a cerrar porque venden artículos de primera necesidad y no todo el mundo puede desplazarse lejos al supermercado. En especial trabajadores de la zona no dejan de entrar para comprarse el desayuno, ya que hacen bocadillos al momento.
De camino hacia el centro del municipio se encuentra el centro de salud. Cuadros de ansiedad y problemas respiratorios así como afecciones en los ojos por la caída de la ceniza están a la orden del día. Así lo explica el coordinador del centro, Rafael Medina, valenciano afincado desde hace 36 años en La Palma y que llega justo a medio día de ver a un paciente en su domicilio. “Yo soy un palmero más”, asegura. Durante 18 años trabajó en el Hospital de Las Nieves, en la isla y otros tantos lleva en este centro de atención primaria. Cuando un médico lleva tantos años en la misma zona (4.600 habitantes es la población de Tazacorte), se convierte en un profesional cercano con el que también poder desahogarse y así le está ocurriendo con las vecinas y vecinos que le han contado las difíciles situaciones con las que han tenido que lidiar este mes. La pérdida de plataneras y con ello el puesto de trabajo ha sido un duro golpe. El doctor resalta que todo el municipio y toda la isla está “arrimando el hombro” y muy unidos.
Medina insiste en que hay que extremar las medidas de precaución, utilizando mascarilla y gafas cuando se salga a la calle. Además, recuerda que las personas que procedan de otras zonas afectadas o que hayan sido evacuadas tienen derecho a ser atendidas en otro centro de salud. “Que tengan claro que aquí se les va a atender”, insiste. En un principio, afirma que también se produjo demanda de medicamentos ya que hay personas a quienes no les dio tiempo de sacarlos de casa. El centro de salud cuenta con tres profesionales de medicina, tres de enfermería, una matrona, dos limpiadoras y dos administrativas. “Somos un equipo y trabajamos muy coordinados”, resalta. El médico también apunta que el personal está prevenido por si la situación cambia en algún momento y el centro tiene que abrir más horas. También se mantienen las visitas a domicilio. “Tenemos pacientes de 96 y 97 años que han vivido los tres volcanes”, remarca.
A muy pocos metros se sitúa el pabellón municipal, donde al igual que en el de Los Llanos de Aridane se encuentra un apartado con comida y enseres de primera necesidad, y en el otro, la ropa. Distintos vehículos cargan parte de este material ya que, según explican fuentes municipales, hay quien prefiere que se lleve al domicilio donde se encuentran porque no pueden venir a buscarla o les da reparo también. No permiten fotografiarlo en ese momento, ya que la presencia de periodistas en ocasiones ha generado rechazo entre las personas que vienen a buscar enseres. Una trabajadora social explica en el propio Ayuntamiento que se están facilitando ayudas económicas fundamentalmente para las personas afectadas, así como vales para gasolina y bombonas de butano. También los trabajadores sociales se coordinan con el pabellón municipal para el reparto de enseres y comida. A través de Cruz Roja y Cáritas se han puesto en marcha tarjetas monedero. Asimismo, hacen mención a un convenio con Worten ante la demanda de electrodomésticos.
Las puertas del Ayuntamiento se mantienen abiertas para facilitar información a quien la requiera. Una de las vecinas evacuadas de la zona de El Pampillo, y que ahora vive con otras diez personas de su familia en un piso de 80 metros cuadrados, se ha dirigido al consistorio en busca de respuestas. Con multitud de documentos en la mano explica que su casa se había levantado con mucho esfuerzo y que ahora no quiere ni volver a esta zona, pues le causa mucho dolor. Señala que sus nietos ahora se encuentran sin clases presenciales en Tazacorte y que esto también ha sido otro inconveniente en la rutina ya que “no es lo mismo” estar conectados que ir a clase con los compañeros.
En el centro del municipio la vida sigue entre limpieza de ceniza, terrazas que no se llenan tanto como antes, cafés y restaurantes que ahora saben un poco más amargos por la situación que está viviendo la población palmera y mucha angustia por lo que está ocurriendo en La Laguna. Las imágenes de la gasolinera empujada por la lava han sacudido a la población. En la entrada del barrio se encuentra el restaurante Casa Kiko, una serie de viviendas y vehículos de la policía que controlan la entrada y salida de las personas residentes que pueden acceder por momentos con un acompañante y vigilancia solo para recoger lo imprescindible. Allí se forman algunas colas y los agentes hablan con los propietarios de los vehículos explicándoles la situación. El barrio estaba evacuado desde hace días por prevención, pero las malas noticias que llegaban desde anoche han supuesto un duro revés del que será difícil recuperarse. La población teme que vuelva a repetirse la historia que corrió hace apenas unas semanas el barrio de Todoque.