El reconocido neurocirujano Jesús Martín-Fernández preserva 5 idiomas y las emociones durante una cirugía despierta
Jesús Martín-Fernández (Santa Cruz de La Palma, 1992) se ha convertido con tan solo 30 años en referente mundial en la Neurocirugía despierta de tumores cerebrales y el cambio de paradigma: ya no solo vale con identificar las zonas que se encargan del lenguaje y el movimiento, sino que ha creado el primer test basado en inteligencia artificial para identificar, en vivo, el procesamiento emocional de la paciente. Un hito histórico en la neurocirugía, que, como todo cambio de paradigma, cuenta con la reticencia que supone dejar a un lado el “siempre se ha hecho así”.
Este test (EmotionArts) dio la vuelta al mundo, y ahora se encuentra en fase de validación en cuatro idiomas diferentes: español, portugués, francés e italiano, tras unos primeros resultados prometedores.
Martín-Fernández, que lidera un equipo internacional de investigación sobre este cambio de paradigma hacia las emociones y la cirugía despierta en hemisferio derecho, en gran medida impulsado por su mentor, el profesor Hugues Duffau, cuenta con Gabriela Ruilova, Natalia Navarro, Isabel Monzón, Alba Roca (neuropsicólogas); Gloria Villalba, Augusto Esmeraldo, Pedro Pérez del Rosario, Hugues Duffau (neurocirujanos); Kilian Abellaneda (neurocientífico); Esteban Félez, Estefanía Hernández, José Antonio Pérez Carrasco (neuroingenieros); Janok Paniagua, Alba León (neurofisiólogos); Juan Fernández (neuroanestesista) y Eduardo Vera (psiquiatra).
En los últimos meses, su figura ha alcanzado una dimensión internacional que lo ha llevado a grabar un documental, a firmar un libro con Planeta y a dar conferencias por todo el mundo, entre las que se encuentran las dos conferencias TED que ha dado en el último mes.
Ahora vuelve a la carga con otro hito: preservar 5 idiomas en una paciente de 36 años que acababa de ser madre hacía pocos meses, y que tenía un tumor que, si volvía a sangrar, podría dejarle sin la capacidad de hablar. Este tumor, llamado ‘cavernoma’, estaba en el lado izquierdo del cerebro, en una zona profunda. Para ello contó con su compañera Gloria Villalba, que según ha contado Martín-Fernández a este periódico, es “una neurocirujana con mucha experiencia en todos los campos de la neurocirugía y quien ha confiado en mí haciendo estos casos en los que estamos demostrando que el procesamiento emocional se ve en vivo, y puede respetarse”. “El reto era triple: preservar cada uno de sus idiomas para que la paciente volviera a una vida normal, respetar el movimiento, y conservar el procesamiento emocional, comportamiento y funciones complejas como la atención, memoria a corto plazo y otras funciones ejecutivas”, explica.
Acumula en menos de dos meses más de 6 millones de visualizaciones en varios podcasts como ‘The Wild Project’. ¿Qué ha supuesto este impacto siendo tan joven, posicionándose como un referente?
No soy referente de nada. Solo he seguido mi sueño, formarme con el profesor Duffau, y continuar esta filosofía de la cirugía despierta, que tanto ha costado ser aceptada por la comunidad. Hemos creado un test novedoso, con algo que no se había hecho antes y está dando grandes resultados. El impacto mediático es algo bastante complejo emocionalmente, y nunca mejor dicho. Tiene lo mejor y lo peor. Desde que gente de todo el mundo te escriba para decirte que ha encontrado una motivación en la vida, hasta perder privacidad en el día a día. Me quedo con lo bueno: ser fiel a mí mismo, seguir buscando la verdad, y saber lo complejo de ir un paso más allá en la ciencia: no tener demasiados apoyos y aceptar el riesgo de ser molesto. Quizás me ha sorprendido la dificultad de emprender y seguir tus ideales dentro de la propia comunidad neuroquirúrgica. Pero con lo que viví con mi tío tras ser operado y sintiendo el apoyo de mi mentor, me siento tranquilo.
¿Cuándo se sabe que hay parar la cirugía? ¿Hasta dónde se puede llegar?
Hasta que el cerebro nos dice basta. El conectoma, que es como llamamos al conjunto de conexiones cerebrales, nos dice cuándo parar, y siempre es al llegar a las carreteras profundas del cerebro. Al identificarlas, las preservamos para poder mantener toda la conectividad cerebral. En este caso fue por una incapacidad para crear familias semánticas y una crisis de llanto. De pronto, al estimular el IFOF, una de estas carreteras, probablemente provocamos un desequilibrio emocional que hizo que la paciente tuviera este cambio de comportamiento durante unos instantes. Ahí sabíamos que no podíamos continuar. Por suerte fue resecado totalmente. La paciente hizo un trabajo fantástico durante toda la cirugía. Y sin Gloria Villalba no podríamos haber hecho esto. Ella apostó por todo esto, creo que somos un gran equipo.
El diario ‘El País’ publica una imagen en la que se le ve no solo operando, sino al lado de la paciente, comprobando cada una de sus respuestas. ¿Por qué?
Siempre he pensado que más allá de la Neurocirugía, lo que me interesa es la función cerebral. Soy neurocientífico y en este caso, donde queríamos comprobar si realmente había zonas críticas de las emociones en el lado izquierdo (algo que hasta ahora no había sido descrito), quería estar seguro de lo que sentía la paciente en cada momento. Y lo vimos. Vimos cómo se bloqueaba su procesamiento emocional durante la estimulación. Creo que cada vez tenemos más evidencia de que todo está conectado, y que la neurocirugía tiene que dar un paso más allá: del pensamiento rígido de ubicar las regiones en una zona, a aceptar la abstracción de que haya una constante dinámica entre redes neuronales donde las funciones complejas no están en un sitio concreto.
¿Cuáles son los próximos retos?
Continuar publicando evidencia científica con el profesor Duffau (quiero traducir al español su libro de ‘El error de Broca’) esta perspectiva de que el cerebro es algo en movimiento constante que la neurocirugía debe instaurar, terminar de validar el test e irme a varios países de Latinoamérica a implantarlo. Tengo varios compañeros como Matías Baldoncini e Ignacio Barrenechea que están a la vanguardia e interesados por seguir creciendo. ¡Ah, por cierto, y acabar el libro para presentarlo el próximo Sant Jordi en Barcelona!
¿De quién se acuerdas en los últimos meses?
De Gloria Villalba, que me ha apoyado hasta la saciedad. De Víctor Pérez, director del IMIM, por respaldar esta figura un poco extraña de ser 50% neurocirujano y 50% neurocientífico. De mis padres y de Gabriel. De Pedro Pérez del Rosario, neurocirujano y mejor amigo, por los consejos y por impulsarme hasta aquí. De mis compañeros y mi jefe del Hospital de La Candelaria, de Natacha, Conrado, Elizabeth y Elena Espinosa, que siempre me respetaron y entendieron mis inquietudes: Ángel, Eglis, Jaime, Luis… He tenido mucha suerte.
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