Llevaban cuatro días en el mar. Su cayuco había salido de Senegal el 21 de agosto con 184 personas a bordo. El destino era Canarias, hasta que un buque de la Guardia Civil se cruzó en su camino. Un agente cogió un micro. “Nos dijo que iban a hablar con su superior para decirnos si podían llevarnos a España o si nos dejaban en Senegal”. Aliou y Babacar recuerdan bien ese día. Desde la localidad pesquera de Joal, cuentan por videollamada a esta redacción cada detalle. Les dijeron que desembarcarían en España, pero no fue así. Todos ellos, incluidos 18 menores, fueron devueltos a Senegal.
Un día después de salir del pueblo costero de Joal avistaron “un avión blanco con un poco de color verde”. Tres días después, el buque Río Tajo de la Guardia Civil los alcanzó. En grupos de diez fueron entrando en el barco español. Una vez dentro, los 18 menores fueron separados de los adultos. Respiraron con alivio, creyendo que su sueño europeo estaba cada vez más cerca. Sin embargo, cuando la tierra comenzó a estar cerca, algunas personas del grupo advirtieron que la costa les resultaba familiar.
Ellos conocían bien Mauritania, y supieron que estaban en la costa de la ciudad de Nuadibú. A la mañana siguiente, según cuentan los jóvenes senegaleses, la Guardia Civil hizo un intento de entrar en la ciudad, pero las autoridades mauritanas rechazaron el desembarco. Así, casi 184 personas se mantuvieron hacinadas en el barco durante cuatro días, fondeadas en los alrededores del país. La cifra que los migrantes manejan es distinta a la ofrecida por el Ministerio del Interior, que aseguró que se trataba de 164 personas.
La negativa de Mauritania sorprendió a las autoridades españolas, ya que ambos países son colaboradores habituales en materia migratoria. Este país africano es un socio clave de España en materia migratoria, donde hay patrullas conjuntas marítimas y terrestres entre la Guardia Civil, la Policía española y la Gendarmería mauritana.
Según informaron fuentes policiales a elDiario.es, las autoridades mauritanas alegaron verbalmente que la Guardia Civil había incumplido el procedimiento en la aplicación de operaciones mixtas de control migratorio, al no haber un gendarme mauritano en la tripulación del Río Tajo.
Tensión y hacinamiento
Aliou y Babacar recuerdan que tras el episodio de Mauritania, los nervios fueron en aumento. “Golpearon a varias personas para darnos miedo y que paráramos de discutir. Nosotros les respondimos que debían parar. Entonces, dispararon al aire”, relatan. El intento de entrar en el puerto de la ciudad mauritana les generó desconcierto. Creían que iban a España. Así que decidieron parar de comer e iniciar una huelga de hambre.
Aún fondeados en las costas de Mauritania, los agentes, según el relato de los supervivientes, mantenían que el barco se dirigía a las costas españolas. “Muchas veces nos dijeron que íbamos a España y que incluso podríamos buscar un trabajo. Jamás nos dijeron que íbamos a Senegal”. Mientras tanto, la versión oficial que el Ministerio del Interior ofrecía a los medios españoles rechazaba la posibilidad de atracar en Canarias.
Aliou recuerda que no fue hasta un día y medio antes de llegar a Senegal cuando ellos pudieron constatar que serían devueltos. “Una vez que el barco tomó su ruta, fue cuando nos dimos cuenta de que íbamos a Senegal. Nosotros en ese momento no hicimos nada. Nos mantuvimos en nuestros sitios desanimados. No podíamos hacer nada”, sostiene.
El regreso
Una vez que el barco emprendió la ruta hacia el norte de Senegal, los jóvenes indican que la comunicación entre las dos partes se cortó: “Ellos se mantuvieron en la parte de arriba del barco. No bajaron nunca más. Algunos de nuestros compañeros entraban para recoger la comida, pero no les decían nada”.
Aliou y Babacar recalcan que únicamente el primer día, una vez entraron en el Río Tajo, la Guardia Civil les ofreció agua embotellada. El resto del trayecto, bebieron agua destinada a la limpieza de la embarcación e hicieron sus necesidades en uno de los bordes donde finalizaba la embarcación, cuenta Aliou.
“Nos dimos cuenta de que cuando comíamos, 10 minutos después, casi todos nos dormíamos; es por eso que decimos que la comida no era buena. Nos dimos cuenta en el último momento. Entonces no comimos, y ya no nos dormimos”, advierten.
Ya en aguas próximas a la ciudad de Saint Louis, descendieron en grupos de 10 a una pequeña embarcación que los transportó al buque Fouladou de la Marina senegalesa. Una vez en tierra, fueron trasladados a una comisaría de Dakar, donde detuvieron a siete jóvenes del grupo acusados de dirigir el cayuco, los cuales permanecen en prisión. El resto, para volver a sus casas, tuvieron que recurrir a la ayuda de amigos, puesto que las autoridades no les ofrecieron ningún tipo de recurso económico ni acompañamiento.
Aliou y Babacar, como cientos de jóvenes que han llegado a Canarias en este último año, comparten la desafección por la situación económica del país. De hecho, el primero de ellos, volvió a intentar una salida a Canarias un poco después del percance con la Guardia Civil. Se embarcó en un cayuco que presentó problemas a la altura de Mauritania, por lo que el grupo se vio en la obligación de regresar a Senegal.
Los dos tienen claro que lo seguirán intentando: “En España hay discriminación por el color de piel, pero aquí hay discriminación económica. El viaje es peligroso, pero la pobreza sí que es peligrosa”, incide Aliou.
Las dudas legales sobre la devolución
Los dos senegaleses afirman que los agentes del instituto armado no les ofrecieron en ningún momento la posibilidad de solicitar protección internacional. Tampoco tuvieron asistencia de un abogado. Por esta razón, la devolución de los migrantes a Senegal ha suscitado importantes dudas legales.
Fuentes jurídicas han explicado a este periódico que podría tratarse de una devolución el caliente. Quienes están dentro de un buque con bandera española “están en territorio español”, por lo que “deberían cumplirse las garantías de la legislación española”. Asimismo, estas fuentes apuntan que si alguno de los migrantes verbalizó en Río Tajo su intención de pedir protección internacional, debería haberse tramitado. Por las condiciones de hacinamiento en la que estuvieron, se refleja que fue imposible que recibieran una asistencia jurídica individualizada y personal.
Los senegaleses protagonizan en la actualidad la ruta canaria. La crisis política que atraviesa el país ha llevado a muchos jóvenes a las calles a protestar, siendo reprimidos con violencia. Según los datos oficiales, al menos 20 personas han muerto en estas manifestaciones desde 2021. Otras muchas han muerto en el mar en su intento de huir.
Por esta razón, cuando las ONG tuvieron conocimiento de que los migrantes iban a ser devueltos a Senegal, solicitaron al Ministerio del Interior que paralizara el traslado. Las entidades especializadas en derechos humanos advirtieron que podría tratarse de una devolución colectiva, incumpliendo así la normativa en materia de protección internacional.
También el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) exigió al departamento de Fernando Grande-Marlaska información sobre el perfil de los náufragos, para detectar posibles vulnerabilidades. Acnur no obtuvo respuesta por parte del Gobierno de España.
Amnistía Internacional también se pronunció de forma rotunda: “Llevar a cabo una devolución sin que las personas hayan accedido a una adecuada e individualizada asistencia letrada, en la que se le informen de sus derechos, entre ellos, el de pedir asilo y protección internacional, y que esta asistencia se produzca con traductores y en espacios adecuados, es una vulneración de derechos humanos”.
Aunque su viaje fue frustrado, Aliou y Babacar encuentran razones de sobra para seguir intentándolo, y tienen claro que lo harán. “En España hay discriminación por el color de piel, pero aquí hay discriminación financiera. El viaje es peligroso, pero la pobreza sí que es peligrosa”, incide Aliou.