Dipo Faloyin, periodista: “Para acabar con los estereotipos sobre África es esencial enseñar en los colegios las realidades colonialistas”

¿Que tienen en común las películas Memorias de África y Tarzán o la canción de los años 80 de Michael Jackon We are the world? Todos esos productos de masas reconocidos a nivel mundial se sustentan en los prejuicios vinculados al continente africano, tal y como recoge el periodista Dipo Faloyin en su libro África no es un país. Y otros estereotipos que debemos erradicar. El autor nigeriano, en la actualidad redactor y editor jefe de la revista VICE en Londres, presentará su obra, distribuida en España gracias a la editorial Capitan Swing, en el Festival Periplo que tendrá lugar la próxima semana en Puerto de la Cruz. A través de sus páginas hace un recorrido por aquellos estereotipos que vienen a la mente cuando se habla de África y de los africanos, el sustrato histórico que ha propiciado estas construcciones mentales y las heridas abiertas sin reparación que ha causado Occidente a las naciones africanas y a su diáspora. Faloyin cuenta, a veces, a través del sarcasmo y con una cascada de datos y referencias históricas el simplismo con el que ojo occidental mira a África, por el cual pierde todos los matices que entraña el continente y el daño que esta visión causa a las personas africanas: “Se suele creer que las personas negras tienen que estar subyugadas”, remarca.

A unos días de viajar a Tenerife, en una entrevista por videollamada desde Londres, Faloyin resume en dos ideas lo que una persona occidental piensa sobre África cuando cierra los ojos: safaris y pobreza. Critica que una parte del mundo imagina que los africanos son todos iguales, sin un día a día en el que van al colegio o al trabajo y sin habilidades para gestionar sus vidas. “No tienen en cuenta la diversidad del continente, que tenemos vidas e historias de alegría, de felicidad y de éxito, y también de dolor y sufrimiento” destaca. Para contrarrestar esta narrativa, Faloyin muestra a través de su obra la diversidad del continente. También su magnitud social y cultural: África es un vasto territorio compuesto por 54 países en el que se hablan más de 2.000 idiomas y con ciudades como Lagos, en Nigeria, con más habitantes que Londres, Nueva York y Uruguay  juntos. Y donde Faloyin nunca ha visto un elefante. 

Sin embargo, los prejuicios llevan tiempo ganando la partida frente a la diversidad y sostienen entre otras ideas, como expresa el periodista, que la población negra no puede gobernarse a sí misma y que no está avanzada a nivel tecnológico y cultural en comparación con otras partes del planeta. “La historia colonialista ha propiciado esta ideología de que las personas negras necesitan siempre a alguien”. Para esa aproximación histórica, el periodista dedica una parte del libro a hablar sobre la Conferencia de Berlín de 1885. Durante esa reunión entre las potencias europeas, Estados Unidos y el Imperio Otomano se decidió la suerte de todo un continente y se definieron las fronteras que han llegado hasta la actualidad. 

El autor señala que, por una parte, la Conferencia propagó los ideales de que las personas africanas eran salvajes, que no podían regir sus territorios y que tenían que seguir una serie de reglas que les hicieron perder parte de su identidad: “Crearon este mito. Y lo crearon para justificar que iban a conquistar el continente”, matiza. Por otra parte, se crearon países muy grandes, forzaron a convivir a comunidades que no tenían que ver entre sí y separaron a grupos culturales que habían convivido durante siglos. Al mismo tiempo, recuerda que “también crearon unas reglas para robarnos esta tierra”. Faloyin recalca que esta construcción de las naciones africanas, en la que no se habló previamente con los africanos, ha dificultado la creación de un sentimiento de patriotismo. “Se han visto forzados a formar parte de un país, no se sienten más o menos identificados, sino que se les ha obligado a ello”. De ahí, señala que se hayan creado comunidades inestables con tensiones en las fronteras y que surjan conflictos, como las 20 guerras civiles que ha padecido el continente desde la época de la independencia de sus naciones.

Además, de ese ideal por el cual las personas africanas deben ser ayudadas, ha surgido la figura del salvador blanco que va desde personas individuales que viajan al continente africano a hacer un voluntariado sin tener en cuenta las necesidades locales a las campañas de donación en las que se muestra a algún niño muriéndose de hambre. “Creo que estas campañas benéficas han perpetuado la idea de que a África hay que enviar dinero y nada más”. Faloyin mantiene que las personas de los países africanos querrían que el resto del mundo los visite en sus vacaciones o que participen en sus negocios, que se les valore como los países que son. “Normalmente se ha animado a la población a que done dinero a África, que es algo muy rápido pero no a crear vínculos sostenibles con los países africanos”. 

Los países africanos deberían poder contar su historia”

El tiempo pasa y Occidente sigue contando la historia de los países africanos. El libro también contiene varios capítulos sobre el expolio del patrimonio cultural africano durante el siglo XIX por parte de las potencias coloniales mediante la violencia. Se calcula que el 90% de los objetos culturales africanos están fueran del continente, alojados en museos occidentales desprovistos de todo contexto, guardados en sus almacenes o en manos privadas. “Los países africanos deberían poder contar su historia porque cuando las personas van a estos museos y exposiciones, los objetos no se describen como arte africano y si lo hacen no es para dar crédito a África y a sus culturas”, reclama. A pesar de algunos tibios acercamientos por parte de países como Francia o Bélgica hacia la restitución, Faloyin se lamenta de que esta tendencia va a seguir produciéndose, esa en la que Occidente cuenta la historia de África. 

Por ello, según el autor, para terminar con todos estos estereotipos es esencial la educación: “He tenido la suerte de dar charlas en los colegios y creo que lo que más consecuencias positivas tiene es la educación, enseñarle a los más pequeños las realidades colonialistas” y, añade, que de este modo, las nuevas generaciones puedan cómo se crearon las naciones africanas para así saber de dónde surgen estos estereotipos y mitos.