El patrimonio artístico africano: del despojo colonial a la lucha por su restitución
Miles de bienes culturales saqueados durante la época de la colonización en África ocupan los museos occidentales desprovistos de todo contexto o pertenecen a coleccionistas privados que subastan los objetos, también durante la pandemia
La restitución del patrimonio artístico africano sale de nuevo a debate. En plena pandemia y crisis económica la conocida casa Christie´s de París ha subastado recientemente varias piezas obtenidas durante la época colonial en Nigeria, Costa de Marfil o Benín. La devolución a sus países de origen de este tipo de objetos, ahora mismo en museos occidentales y colecciones privadas y desprovistas de todo contexto, es una reivindicación defendida desde hace tiempo por parte de africanos y afrodescendientes.
“Los colonialistas europeos y sus agentes cometieron o patrocinaron actos espectaculares de saqueo y confiscación de arte y bienes culturales de varias sociedades africanas con el pretexto de librar al continente de la superstición y como parte del proyecto de modernización colonial. El resultado de todo esto es que África fue despojada de su patrimonio artístico y cultural”, subraya el nigeriano y profesor de Historia del Arte de la Universidad de Princeton, Chika Okeke. Por ello, defiende que su restitución es la “única forma de expiar la depredación colonial” que se cometió contra las sociedades africanas.
El informe realizado por el economista senegalés Felwine Sarr y la historiadora Bénédicte Savoy para el Gobierno francés en 2018 se dirige de la misma manera a estos objetos “arrancados de sus culturas de origen a través de la violencia colonial”. El documento hace un repaso histórico para señalar que esta acometida se produjo principalmente durante el siglo XIX con expediciones militares realizadas por Inglaterra, Bélgica, Alemania, Holanda y Francia y que derivaron en saqueos y adquisición de objetos culturales. El informe prosigue que de la mercancía llegada a Europa (procedente de Camerún, Mali, Benín, Nigeria, etc.), los objetos más espectaculares entraron a formar parte de las grandes salas nacionales como los museos del Louvre, el Británico, la Biblioteca Británica o museos coloniales construidos para este fin. Otros objetos fueron subastados, otros han pasado en herencia a nuevos propietarios y más tarde fueron donados a museos nacionales y otros quedaron en manos de familias de militares durante generaciones hasta ser entregados también a espacios museísticos estatales.
Como consecuencia, el informe revela que solo en el Museo Real del África Central en Bélgica hay 180.000 piezas procedentes del continente africano; en el Museo Británico, 69.000; en el Foro Humboldt de Berlín, 75.000 y en el Museo Quai Branly-Jacques Chirac de París, 70.000. Pero, además, los museos Peter The Great de Antropología y Etnografía de San Petersburgo, el Smithsonian de Arte Africano de Washington, el Metropolitano de Nueva York o el Instituto de Arte de Chicago tienen en sus colecciones miles de objetos africanos. Paradójicamente, este documento recoge que el especialista en museos africanos, Alain Godonou, señaló en 2007 que “con ciertas raras excepciones, los inventarios de los museos nacionales en África casi nunca superaron los 3.000 objetos culturales”.
Ante la desigual distribución del patrimonio artístico africano, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, pronunció en 2017 un discurso excepcional por su novedad ante los estudiantes de la Universidad de Uagadugú, Burkina Faso, en el que reconocía que no podía aceptar que una gran parte de la herencia cultural africana estuviera en Francia y expresó su deseo de que en los próximos cinco años se dieran las circunstancias para la restitución definitiva o temporal del patrimonio africano.
Sin embargo, aunque ya se ha producido recientemente alguna restitución puntual, como la del sable de El Hadj Oumar Tall, el fundador del imperio Toucouleur, una de las entidades culturales de Senegal, y está en proceso la de 26 objetos a Benín, la mayoría de este legado sigue en manos de Occidente. El Museo Quai Branly se ha defendido en una respuesta a esta redacción que el informe de Sarr y Savoy en el que se recomienda la restitución, “no es una hoja de ruta para el museo” ya que esos objetos pertenecen al Estado francés y no al Quai Branly, que solo es su custodio. Por su parte, la casa de subastas Christie´s asegura que todas sus ventas son compatibles con los marcos legales y recurre a la defensa de la globalización del arte: “Si el mercado público transparente se daña, estará en riesgo por completo. Esto puede significar que el público, los académicos y todos los demás interesados ââen esta área no verán, examinarán, ni disfrutarán estas obras de arte”.
Para el intelectual senegalés y profesor de la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar (UCAD), Babacar Mbaye Diop, el marco legal es el principal obstáculo para la restitución. Los detractores de estos retornos artísticos aducen al principio de inalienabilidad de los bienes de dominio público. Sin embargo, Diop se cuestiona: “¿Cómo podemos hablar del principio de inalienabilidad de las colecciones públicas francesas de estos objetos cuando sabemos que son el resultado de robos, saqueos o ventas ilegales? El sentido común o la moral no pueden aceptarlo”.
El docente de la UCAD califica el argumento de la globalización del arte como una “trampa para África”, ya que la ubicación de bienes culturales africanos en museos occidentales siempre viene determinada por “un conocimiento occidental que decide sus condiciones de visibilidad”. Del mismo modo, la escritora senegalesa Fatoumata Ngom Sisi, a pesar de que, según su opinión, el arte debe ser universal, percibe una anomalía en la construcción mundial del mercado artístico: “Es injusto y anormal que la juventud africana no pueda beneficiarse de la herencia de su propio continente”.
“El silencio” de los objetos artísticos africanos en museos occidentales
Tótems, máscaras, cabezas antropomórficas, placas procedentes de África…lucen en las paredes y vitrinas de museos occidentales sin apenas una explicación de su contexto histórico y social. Diop sostiene que muchos de estos objetos no fueron creados originalmente para ser exhibidos y que a través de esta falta de contextualización, estas piezas pierden su significado para adoptar el que impone el coleccionista o curador occidental.
“La escenografía de estos museos es parcial porque aplica una perspectiva etnológica occidental. Hay algo que se pierde y que no está bien”, subraya Sisi, quien además publicó su primera obra, El silencio del Tótem, inspirada en la ausencia de contexto en las piezas artísticas africanas alojadas en museos de Europa o de América del Norte. Durante una visita al museo Quai Branly recuerda que sintió “un silencio forzado en estos llamados objetos de arte primitivo que se exhiben en espacios reconstituidos que no cuentan suficientemente sus historias y sus seres”, rememora.
Esta privación cultural tiene una consecuencia más que afecta a la juventud del continente africano, pues muchos estudiantes de arte no pueden acceder a los objetos de sus estudios. “Imagine a estos miles de jóvenes africanos que no tendrán la oportunidad de ver estos bienes culturales africanos con sus propios ojos, imagine a todos estos investigadores africanos que hablan de objetos que nunca han visto. ¿Crees que esto es normal?”, reprocha Diop y añade que la persona que estudia arte africano sin poder acceder a muchas de estas piezas, debido a que que se encuentran en Occidente, provoca que sus estudios sean insuficientes.
Ngom Sisi considera que “la pelota” está ahora en el tejado de los gobiernos africanos que deben solicitar formalmente la devolución de las piezas robadas durante la colonización. “Cada país debe, con la condición de estar preparado materialmente, elaborar listas de obras importantes para reclamar y proceder a las solicitudes oficiales de restitución”. Una de las posibles ubicaciones son los museos de arte repartidos por el continente, como por ejemplo el de las Civilizaciones Negras de Dakar, un edificio de casi 14.000 metros cuadrados. En cualquier caso, Diop desvía el foco hacia esa pretensión occidental de controlar también aquello que no es de su propiedad: “Todos sabemos que hay miles de objetos de arte africano almacenados en museos occidentales que no podrán ser exhibidos al mismo tiempo, algunos rara vez se muestran al público en exposiciones temporales y otros nunca se mostrarán porque hay muchos de ellos. ¿Y habla Europa de la capacidad y autonomía de los países africanos para gestionar su patrimonio? Este paternalismo debe detenerse”.
Diop recurre a una juventud africana que, asegura, no aceptará más las imposiciones de Occidente: “Estos objetos pertenecen a África y deben devolverse a los africanos que decidirán por sí mismos qué hacer con ellos”. Okeke, de manera similar, defiende que cuando estos objetos “regresen de su largo exilio serán investidos de nuevos significados por sus propias comunidades, estados y naciones”.
“El regreso de las obras de arte saqueadas es esencial para un África que se está reconstruyendo y que está curando sus heridas. Es un componente importante para el renacimiento del continente” destaca Sisi, que también ve en la juventud africana el ánimo y la predisposición para revertir la imposición colonial: “Sanar, redescubrir el capital cultural histórico y restaurar la confianza de los jóvenes. Este es el verdadero significado de las luchas”.
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