Un grupo de trece migrantes, entre ellos dos que aseguran ser menores, han pasado la noche a las puertas del campamento de El Matorral (Fuerteventura) después de abandonar el centro, cansados del trato que reciben y de la poca comida, según relatan.
Hamza Kanbi asegura tener 17 años, mientras muestra el certificado de nacimiento expedido en Marruecos donde aparece escrito que nació el 23 de agosto de 2003 en la ciudad de Safi. El joven es uno de los dos menores que anoche durmió en una acera a las puertas del campamento que el Ministerio de Migraciones instaló en el antiguo cuartel de El Matorral. Cuenta que viajó en patera hasta Lanzarote hace seis meses con la intención de llegar a la península y poder estudiar o trabajar para ganar dinero y ayudar a sus padres y, ahora, se queja de llevar todo el día sin comer, solo bebiendo agua, mientras se agarra el estómago.
La historia de Hamza es similar a la de sus compañeros del grupo, algunos de ellos expulsados del campamento junto a otros que, cansados de las condiciones del centro, decidieron dormir a la intemperie. En un primer momento, se instalaron en el campo de fútbol de El Matorral, pero la Policía los echó y acabaron durmiendo en una acera frente a una de las puertas del centro, la habilitada para que entren los inmigrantes al campamento.
Los usuarios de El Matorral llevan semanas quejándose de la escasez de comida, con raciones que describen como “menús para niños”, sin apenas pan, con pocas mantas y con agua fría en las duchas. Los migrantes han tenido este mediodía la visita de los miembros de la Asociación Arenas Marroquí, después de que anoche recibieran una llamada de socorro de los jóvenes en la que pedían mantas y comida.
Su presidenta, Sana Chehaib, ha explicado a los medios de comunicación a las puertas del campamento que los inmigrantes les han contado que “uno de ellos está enfermo y lleva una semana recibiendo pastillas de los trabajadores de Cruz Roja para el dolor, pero al ver que persistía pidieron ayuda sanitaria y les dijeron que no hay y que, si no les gustaba, que cogieran la puerta”. Al final, ha relatado, “decidieron abandonar el centro y pasar la noche en la calle”.
Chehaib se queja del trato que están recibiendo los inmigrantes por parte de Cruz Roja, la ONG que se encarga de la gestión del centro: “Si se les permite llegar y estar no se pueden desentender de ellos, lo que pedimos es que tomen medidas, esto no puede seguir así porque tampoco es una buena imagen para Fuerteventura”.
“La comida es muy mala y hace mucho frío”
Mohamed tiene 56 años. Permanece sentado en la acera con la cabeza apoyada en la pared de una vivienda. Sus compañeros cuentan que sufre dolores y que, pese a llevar días pidiendo ir al hospital, no ha conseguido que lo vea un médico. A su lado, su tocayo Mohamed, de 21 años, muestra unas gafas rotas, sin una de las patillas desde hace semanas. También se queja del dolor de una muela y de que no le dan ninguna pastilla para calmar las molestias. A la conversación se suma Wahid, que lleva dos noches durmiendo en la calle después de que fuera expulsado: “Estuve tres meses en Lanzarote y la comida era buena, aquí 23 días y la comida es muy mala y hace mucho frío”, explica.
Mientras los marroquíes cuentan sus quejas, aparece un grupo de subsaharianos en la zona. Ellos también quieren dejar claro que las condiciones en el campamento no son buenas. De nuevo, vuelven a quejarse de la falta de comida y de frío. Entre ellos, hay un senegalés que acaba de llegar del aeropuerto después de que la Policía le impidiera coger un vuelo con destino Madrid.
Con la cabeza gacha y el billete en las manos entra al centro. Antes, los miembros de la seguridad le toman la temperatura y marcan en una hoja el número que lleva anotado en la pulsera identificativa.