Las Raíces, el macrocampamento de Tenerife que retiene miles de sueños en medio de la nada

Poco más de siete kilómetros separan el aeropuerto de Tenerife Norte del campamento para migrantes de Las Raíces. Un breve trayecto en coche de diez minutos aleja a las más de seiscientas personas acogidas en este antiguo acuartelamiento militar del objetivo de su proyecto migratorio: la Europa continental. Un tortuoso camino de tierra conduce hacia el recurso de emergencia con más capacidad de Canarias (2.000 personas), que el pasado viernes comenzó a alojar a hombres llegados en pateras y cayucos al Archipiélago. Entre los árboles, que tapan los escasos rayos de sol que atraviesan el lugar, un conjunto de casetas blancas captura las miradas de los pocos vecinos que transitan por la zona, apartada del núcleo urbano de La Laguna. Sentado sobre un tronco cortado, Adib* deja pasar el tiempo con un papel que recoge una decena de expresiones españolas traducidas al árabe. “Hola, ¿cómo estás?”, puede leerse en el folio. Si le preguntan a él, su respuesta es contundente: “La situación es catastrófica. Estamos helados, la comida es poca y dormimos muchas personas en una misma celda”, intenta explicar con un traductor online. 

Con 26 años, Adib dejó atrás Dajla con el propósito de trabajar en el tomate en Almería. Hace 52 días llegó a Gran Canaria en una patera con 25 personas, y hace una semana desembarcó en Tenerife. Karim está a su lado, y solo piensa en su familia, en sus hijos y en el futuro. “No tenemos ni idea de cuál es nuestro destino. A Marruecos no queremos volver, pero si el Gobierno nos expulsa, nosotros no podemos hacer nada’’. En el campamento de Las Raíces conviven personas procedentes de Marruecos, Sáhara Occidental, Mauritania y Senegal. Adib y Karim explican que a veces pasan miedo, porque hay conflictos dentro del recurso. ”Lo entiendo. Estamos aquí sin trabajo, sin dinero, sin poder hacer nada. Hay muchos nervios“, relatan. Además, explican que muchas personas diferentes conviven en carpas pequeñas donde duermen al menos doce en catres y con una sola manta cada uno para abrigarse, en una zona donde las temperaturas mínimas están por debajo de los diez grados por las noches y la humedad relativa es muy alta.

Baba, nacido en Nuakchot, pasea por los fríos alrededores del centro. A su derecha, un hombre mauritano de sonrisa amable le acompaña con las manos en los bolsillos. A su izquierda, otro compatriota vestido con ropa deportiva y una toalla al cuello intenta hacer algo de deporte. Baba llegó en un cayuco a El Hierro tras una travesía de cinco días. Pasó casi un mes en la isla más occidental del Archipiélago y luego fue derivado a Las Raíces. Ha pedido protección internacional, porque en Mauritania la situación es “insostenible”. Con habla pausada y mirada fija relata cómo es la vida en su país. “Nos hemos convertido en una especie de esclavos modernos. Trabajamos mucho por un sueldo miserable”. Además, las disputas entre las diferentes etnias han dejado un clima bélico. El joven mauritano habla francés, wolof y fula. Durante un tiempo vivió en Senegal, pero no ha podido continuar con sus estudios.

Mientras habla, un grupo de marroquíes se acerca. Entre ellos, un joven de ojos verdes y mirada desesperada quiere hacerse oír. “Por favor, no queremos ropa, no queremos dinero, no queremos esto. Solo queremos trabajar y aprender para enviar dinero a nuestra familia”. Sus compañeros asienten con la cabeza, y sonríen cuando el chico confiesa que su sueño es ser peluquero. 

A todos les entristecen las malas miradas de algunos residentes canarios. “Nos dicen que nos vayamos a nuestro país. A veces preferimos no acercarnos mucho al pueblo”, cuenta Adib. “Hay un poco de todo. No podemos decir que todos los españoles son racistas”, matiza Baba. El Ayuntamiento de La Laguna ha apostado por la comunicación para evitar los brotes racistas entre la población tinerfeña. La corporación ha habilitado un correo electrónico para que los vecinos consulten sus dudas sobre el centro de Las Raíces. La intención es que “la ciudadanía conozca toda la información sobre este dispositivo de emergencia’’. También se prevé que miembros del gobierno municipal recorran los barrios con este propósito. 

La plataforma Canarias Libre de CIE ha organizado una asamblea para acompañar a las personas recluidas en el macrocentro de La Laguna gestionado por la ONG Accem, después de denunciar su traslado al antiguo acuartelamiento. “La derivación del primer grupo se produjo en medio de una tormenta de granizo, con alerta por nieve, lluvia y viento. Es una de las zonas con temperaturas más bajas y más humedad. Las carpas y su distribución difícilmente cumplen con la normativa sanitaria vigente contra la pandemia”, critican. 

Roberto Mesa, miembro de la plataforma, explica que se han creado comisiones de materiales, de contactos, hogar, acompañamiento, comunicación y jurídica. El objetivo es buscar ropa y recursos para los migrantes, asesorarlos legalmente, buscar traductores, localizar lugares donde puedan alquilar una habitación y acompañarlos a hacer sus trámites. “El problema es que los concentran en un mismo lugar”, afirma. Canarias Libre de CIE propone que se les dé la opción de acudir a centros que puedan garantizar sus cuidados y su integración en la población. Pero su principal reivindicación es que las Islas no se conviertan en el tapón de acceso a Europa. 

“La muerte es mejor que la devolución”

El miedo a ser deportados se propaga también a la isla vecina. “Nos queremos ir de aquí, por eso protestamos”, dice Abdul Jalil. Hace días que dentro del campamento habilitado en el antiguo CEIP León, en el barrio de El Lasso de Las Palmas de Gran Canaria, cuelgan pancartas en las que pueden leerse “la inmigración no es un crimen, también somos seres humanos”; “la muerte es mejor que la devolución” o “la vida de los muertos”. Puesto en funcionamiento desde el 18 de diciembre con doce carpas y capacidad para 300 personas, fue el primero de los siete campamentos anunciados en noviembre por el Ministerio de Migraciones para albergar a 7.000 personas llegadas a las Islas a través de la Ruta Canaria y progresivamente desalojar los complejos turísticos habilitados en el sur de la isla. Dos meses después, alberga a más de 400 migrantes, en su mayoría marroquíes, que el pasado 6 de febrero quisieron mostrar su hartazgo al verse bloqueados en las Islas y manifestaron su temor a ser deportados. Además, Jalil añade que la comida es escasa y que en el interior del edificio que antaño fuera un colegio las condiciones “no son buenas”. 

Tienen libertad para salir del campamento, pero muchos prefieren quedarse por sus alrededores, sentados en la vegetación o en paradas de guagua, buscando la sombra que les resguarde del sol y que en el interior del centro de acogida solo existe dentro de las carpas. Oussman, Ahmad o Hassan han relatado a elDiario.es las agresiones racistas sufridas que también han confirmado representantes de Cruz Blanca, la fundación encargada de la gestión del dispositivo. El 30 de enero, decenas de personas se manifestaron a las afueras del CEIP León y lanzaron piedras al interior del recinto; ese mismo día, las protestas racistas se propagaron desde el barrio de San Fernando, al sur de la isla, a La Isleta, en la capital, después de varias semanas de escalada de tensión en Gran Canaria por la gestión institucional de la inmigración en el Archipiélago. 

El descontento de los vecinos de El Lasso, barrio con alto nivel de paro y pobreza, se puso de manifiesto desde el mes de octubre, cuando el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Augusto Hidalgo, y el ministro de Migraciones, José Luis Escrivá, visitaron las instalaciones que cedería el Ayuntamiento. Allí, vecinos del barrio increparon al máximo responsable del municipio al sentirse engañados por ofrecer el espacio para usos humanitarios “y no para sus hijos”. 

A unos 13 kilómetros del CEIP León, Muhammad vuelve a otro de los campamentos habilitados para albergar migrantes en Las Palmas de Gran Canaria: el antiguo regimiento de infantería Canarias 50 cedido por el Ministerio de Defensa. Dice que lleva más de 20 días en su interior y solo tiene en mente un pensamiento: “Quiero un trabajo para ayudar a mi familia en Marruecos, tener comida, ropa y una casa. Ese es mi sueño”. A sus 22 años, recuerda que trabajaba en la agricultura y en noviembre decidió embarcarse en una patera hacia España. Ahora pasa el tiempo hablando con sus compañeros, jugando al fútbol en su interior o paseando por los alrededores del centro de acogida, ubicado en el polígono industrial de El Sebadal, en el barrio de La Isleta. El campamento empezó a funcionar el 15 de enero con 442 plazas en una primera fase, pero cuando esté completado, podrá albergar a 1.320 personas. 

El pasado 5 de febrero, parte del espacio se encharcó con aguas fecales tras una fuerte tormenta en la capital grancanaria. El alcalde explicó que se produjo un reboso del alcantarillado y se trabajó con Emalsa, la empresa municipal de aguas, para desatascarlo. En las imágenes grabadas en su interior, se aprecia que el agua entró dentro de una de las carpas y llegaba por encima de los tobillos. A modo de protesta, los migrantes exhibieron una pancarta anunciando una huelga de hambre. Rodeado de altos muros coronados con alambres de espino, en su interior se observan doce tiendas de campaña en funcionamiento, separadas de otra decena que aún está inoperativa. La ropa tendida se extiende a lo largo del campamento.

Conscientes de que su destino se reduce a estos macrocentros, la deportación o la calle, una treintena de marroquíes protestaron en el sur de Gran Canaria el pasado 6 de febrero, manifestando su rechazo a ser expulsados o derivados al campamento de Las Raíces. “Queremos solución para los inmigrantes. No queremos ir a Tenerife, no queremos ir a Marruecos, queremos ir a Barcelona o a Madrid”, rezaba una de las pancartas.

*Nombre ficticio.

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