Renata Brito, periodista: “Detrás de cada migrante desaparecido hay una familia y todo un pueblo que se para en el tiempo”

En 2021 una embarcación con un grupo de migrantes a bordo salía de las costas de Mauritania con destino a las Islas Canarias. 135 días después, unos pescadores de una nación del Caribe se toparon con ella. Dentro, yacían los cuerpos de 14 personas y otros restos óseos. Esta es la historia contada por los periodistas Renata Brito y Felipe Dana, ambos de Associated Press (AP), con la cual pusieron nombre a 33 de las 43 personas que habían iniciado el viaje y cuya embarcación apareció en las costas de Trinidad y Tobago. Con el título A la deriva: una travesía de muerte y sueños perdidos, este trabajo de investigación les ha dado el Premio Saliou Traoré de periodismo en español sobre África de Casa África y de la Agencia EFE que se entrega este lunes en esta última institución en Las Palmas de Gran Canaria. A unos días de recibir el galardón, Brito concede una entrevista a este medio.

El barco fantasma que salió de Mauritania en 2021 y que acabó a 5.000km de su punto de partida,  en Trinidad y Tobago, es el hilo conductor del reportaje. Sin embargo, estos hechos en la ruta canaria no son aislados. En los últimos años, otras embarcaciones han llegado a República Dominicana o a Brasil con los cuerpos de migrantes que buscaban alcanzar las costas canarias pero que se perdieron en la inmensidad del Océano Atlántico. Aunque no es un término oficial, los barcos fantasmas son aquellos que aparecen a la deriva con cadáveres en su interior y que son encontrados por pescadores, tal y como explica Brito. Pero además, en esta ruta se añaden los naufragios invisibles, aquellos de los que no hay evidencias ni pruebas pero sí se sabe que las embarcaciones salieron rumbo a las Islas. La ruta atlántica, tan extensa y peligrosa, sufre de estos dos fenómenos. Aunque los datos de barcos desaparecidos son imposibles de contabilizar, la ruta migratoria canaria ya ha sido denominada por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) como la más mortífera. “Si las personas pierden el rumbo están condenadas a muerte”, destaca Brito. 

Durante dos años, los dos periodistas hicieron docenas de entrevistas y viajaron a Francia, Trinidad y Tobago y Mauritania para poder poner nombre y apellido a las 43 personas que salieron del continente africano con el sueño de mejorar sus vidas. Brito recuerda haber pasado momentos difíciles a nivel emocional durante la investigación: “Cuando llegamos a Trinidad y Tobago y nos encontramos con toda esa ropa, te pones a pensar en esta gente, sus historias, qué querían hacer, qué ilusiones tenían”, relata. También reconoce que tuvieron que enfrentarse a distintas dificultades para hacer su trabajo, sobre todo, en lo referente a la obtención de información. Por un lado, detalla que las autoridades españolas no proporcionan el número de llegadas ni de fallecidos, ni desgrana los datos por nacionalidades. Por otra parte, señala que en Mauritania, Senegal o Marruecos no hay prácticamente información oficial. “Las autoridades locales, por ejemplo, en Mauritania no nos contestaron ninguna pregunta. Pero ni siquiera a las autoridades de Trinidad y Tobago. Nunca obtuvieron respuesta”, subraya. La periodista se muestra aún más crítica cuando recuerda que todos estos gobiernos reciben financiación de la Unión Europea, “dinero español, de nuestros impuestos para frenar la migración”, y sin embargo, no tienen que dar cuenta del uso de estas partidas, ni explicar cuántas personas han rescatado o están encarceladas. “Esta información básica no existe en la ruta atlántica canaria”. 

“Hasta los fantasmas tienen familias”, cuenta el artículo premiado. Las desapariciones en el proceso migratorio han mostrado que las familias quedan sumidas en una aguda incertidumbre. Brito recalca, por ello, la importancia de visibilizar las historias de las personas que no llegaron con vida a su destino y de responder a las preguntas de “quiénes eran estas personas, qué les pasó, quiénes eran sus familiares”, ya que “detrás de cada persona hay un mundo, hay comunidad, hay una familia, todo un pueblo que se para en el tiempo”, destaca. La falta de respuestas tiene además un impacto en sus familias que va desde lo económico a lo emocional y legal: “Por ejemplo, una mujer cuyo marido ha desaparecido en el mar no puede considerarse viuda porque no tiene pruebas de que ha muerto, no puede rehacer su vida, no puede hacer su duelo”, recalca.

Son precisamente las personas que se quedan en los países de origen o tránsito los que dan la voz de alarma y gracias a las cuales se puede tener un hilo del que tirar.  Brito indica que son los que informan de que una embarcación ha desaparecido, el número de personas que iba a bordo y los vínculos familiares. Aún así, matiza que muchas veces son informaciones incompletas. De ahí, señala, que este tipo de trabajos de investigación en la ruta atlántica conlleven tanta dificultad. Por otra parte, en la labor de búsqueda, las familias se sienten “perdidas” y “solas”, cuenta la periodista. Una vez que comienzan las sospechas de que un familiar puede estar desaparecido, no saben a dónde ir para recabar información. Además, puntualiza que tienen miedo de acudir a las autoridades debido a la criminalización que sufre la migración irregular. “Sé de casos, que por intentar investigar que la policía era corrupta con las redes de tráfico y las redes de migración, se ha hecho daño a gente que quería saber qué había pasado”. También indica que en ocasiones las organizaciones internacionales que hacen trabajos de búsqueda no dan respuesta ni ofrecen un resultado eficaz y se quedan estancadas en la burocracia. Al final, como cuenta la reportera, los familiares dependen de lo que encuentran en los medios de comunicación.