La ruta migratoria canaria cambia de rumbo y sorprende a Fuerteventura y a Lanzarote sin recursos suficientes

Natalia G. Vargas

Santa Cruz de Tenerife —
9 de noviembre de 2021 21:39 h

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La población africana sigue teniendo razones para marcharse de sus países, pero no hay alternativas seguras que les salven de optar por la ruta migratoria canaria. Así, cerca de 17.000 personas han llegado al Archipiélago en lo que va de año en pateras, cayucos o lanchas neumáticas. Una cifra que supera el número de llegadas que vivió Canarias entre enero y noviembre del año pasado. En estas fechas, el puerto de Arguineguín hacinó a miles de personas y las administraciones buscaban a contrarreloj espacios donde acoger a los supervivientes del Atlántico. Ahora, las travesías se redirigen hacia Lanzarote y Fuerteventura, donde las infraestructuras disponibles están al límite. 

El pasado 30 de octubre, la falta de espacio suficiente los CATE (Centro de Atención Temporal de Extranjeros) de Fuerteventura empujó a dormir a la intemperie en un muelle a 48 hombres, tres menores y doce mujeres, entre ellas tres embarazadas. Ese mismo día, Salvamento Marítimo había auxiliado a 171 personas en aguas próximas a la isla. Esta estampa ya se produjo en Arguineguín en agosto de 2020, cuando por primera vez un grupo de 70 personas pasó la noche al raso.

Txema Santana, asesor en materia de migraciones para la Vicepresidencia del Gobierno de Canarias, explica en una entrevista a Canarias Ahora que la provincia de Las Palmas ha recibido el 85% de las personas que han salido desde las costas de África Occidental. “Esto tiene que ver con que el epicentro de la ruta migratoria se ha desplazado hacia el norte. Este año, Dajla y El Aaiún (Sáhara Occidental) están asumiendo más protagonismo”, explica. Las embarcaciones que parten del sur de Marruecos suelen llegar a Lanzarote, las que salen de El Aaiún, a Fuerteventura y aquellas que dejan Dajla y Mauritania, a Gran Canaria. 

Por el contrario, la isla de Tenerife ha experimentado un acusado descenso y El Hierro mantiene la tendencia del año pasado. “La ruta más larga está mucho menos activa, pero todo puede cambiar en una semana cuando hablamos de migraciones”. Esta caída, según Santana, puede deberse al aumento de control en las fronteras de Senegal y Mauritania. “Es muy peligroso este control, porque las personas se desplazan cada vez más mar adentro para evitarlos, y ahí entramos en la pérdida de embarcaciones”, valora Santana. Para él, la solución es clara: habilitar vías seguras que no pongan en peligro la vida de la población en movimiento. 

La ruta canaria ha sido tradicionalmente una vía masculinizada, pero cada vez son más las mujeres que arriesgan su vida en esta travesía, así como el número de niños que viajan en soledad. “Hay islas que están más feminizadas que otras”, cuenta el asesor. El 20% de las personas que han alcanzado Gran Canaria y Fuerteventura son mujeres. En Tenerife y Lanzarote, la cifra cae a un 11%. En El Hierro, las mujeres suponen un 1% del total de supervivientes. “Esto quiere decir que en El Aaiún y Dajla hay mayor presencia de mujeres dispuestas a salir”, describe. 

Las mujeres pasan las primeras 72 horas en espacios compartidos con hombres. Así sucede en la nave industrial de Arrecife habilitada como CATE por el Ministerio del Interior. “Teniendo en cuenta las lesiones de derechos que sufren las mujeres en la ruta migratoria convendría distinguir sus espacios en esas primeras horas, para preservar la seguridad”, subraya el especialista en migraciones. A veces, el tiempo en el que permanecen bajo custodia policial supera este máximo legal.

Por el contrario, el Ministerio de Migraciones gestiona espacios diferentes para hombres y mujeres. Los últimos datos ofrecidos por la Delegación del Gobierno a esta redacción revelan que en la comunidad autónoma hay acogidas un total de 2.989 personas. De ellas, 2.505 en los campamentos del Plan Canarias: Las Canteras y Las Raíces en Tenerife; la nave de Bankia, Canarias 50 y el CEIP León en Gran Canaria y El Matorral en Fuerteventura. La ocupación de estos campamentos, instalados como recursos de emergencia a principios de 2021 y con capacidad para alojar a 7.000, es del 35%.

Pese a que estos recursos se instalaron como una solución de emergencia ante la falta de una red estable de acogida, son ahora la principal herramienta en la que se apoya Canarias. ''La agilidad de las derivaciones a la Península hacen que las plazas de acogida sean suficientes. Estamos en una tendencia de llegadas que, en el momento más álgido, es de unas 500 personas cada dos semanas. El sistema de acogida no debería colapsarse, aunque no hay ninguna estructura adaptada para un pico de 3.000 personas en dos días. Eso sería un caos'', señala Santana.

Los que mueren de frío y sed

Solo en el mes de octubre, unas 20 personas murieron en su intento de llegar a Europa por Canarias. En todo el año, las cifras prudentes de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) hablan de 898 muertes y desapariciones en la ruta. Mientras tanto, el colectivo Caminando Fronteras ha adelantado que el dato real podría ascender a 2.000. Los hospitales, los campamentos y los centros de Canarias reciben cada día a decenas de familiares de distintos puntos del continente para localizar a sus seres queridos. 

¿Qué están haciendo las autoridades para facilitar esta búsqueda? Según Txema Santana, las organizaciones no gubernamentales están “supliendo esta función, que debería tener ente público, para aminorar el dolor y la incertidumbre” de familias cuyos parientes están en tránsito migratorio y desaparecen a su paso por Canarias. “Las personas vivas que llegan a las Islas están lanzando un grito de necesidad, pero el grito de las que murieron de sed o frío es mucho más sonoro y no le prestamos la atención adecuada. El silencio de los muertos nos interpela”, defiende. 

Para hablar sobre este asunto, Gran Canaria acogerá Migratlantes, un encuentro sobre migraciones atlánticas donde participarán profesionales y personas especializadas en la materia de diferentes partes del mundo. En este acto, que tendrá lugar los próximos 11 y 12 de noviembre, también se debatirá sobre los refugiados climáticos y sobre los factores que han golpeado a la pesca tanto en Senegal como en Canarias. 

Un año después de los brotes racistas

En lo que va de año, han llegado a Canarias más personas migrantes que en este mismo período en 2020. Sin embargo, no se han vuelto a repetir las persecuciones organizadas contra personas migrantes. “El año pasado a estas alturas estaba funcionando el campamento de Arguineguín. Nadie podía salir por puertos y aeropuertos y se estaba empezando a derivar a hoteles”, recuerda Santana. “El año pasado vivimos las consecuencias de una gestión mala que cosificaba a las personas”.

Para el especialista, estos dos años donde la intensidad de la ruta ha sido mayor ha ofrecido aprendizajes tanto a las administraciones como a la sociedad. ''Ha sido muy importante el cambio respecto a 2020, cuando la vida y la economía estaban prácticamente paralizadas'', apunta. Asimismo, Santana apunta que el CATE de Barranco Seco es menos precario que cuando se instaló.

Más allá de los intentos por ofrecer una acogida digna, el Gobierno de España sigue apostando por la deportación. El Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Barranco Seco, donde los migrantes pasan un máximo 60 días antes de su deportación, ha vuelto a funcionar después de unos meses sin actividad por el cierre de fronteras. Allí permanecen hasta el momento dos senegaleses y 15 nacionales de Gambia. ''Tengo muchas dudas sobre si devolver a gente a sus países es una solución o si, por el contrario, incrementa el dolor, la frustración y la estigmatización'', asevera el asesor.

Ahora, desde su punto de vista, el principal reto es dar respuesta al número creciente de menores que llegan solos por esta ruta. ''Tiene que haber alguna norma a la que la región se pueda acoger para poder derivar menores a otras comunidades y así compartir la responsabilidad. Es evidente que la solidaridad no ha sido suficiente en ese aspecto'', sostiene.

Para Santana, las vulneraciones de derechos no empiezan ni terminan en las Islas. ''Hay que reformular las migraciones de una vez. Trabajar de la mano de los países de los que vienen para generar oportunidades, y si aún así las personas siguen decidiendo irse, que tengan oportunidades. Seguir sometiéndolos a la ruta migratoria los estigmatiza y los condena a la exclusión''.