El último apoyo de los migrantes de la ruta canaria que buscan llegar a Francia: “La fronteras solo sirven para defender privilegios”
Cada mañana, en la explanada situada en frente del Ayuntamiento de Irún se repite la misma estampa. Sin importar que llueva o haga calor. Esa mañana precisamente el cielo no ha dado tregua y el agua cae sin cesar. En la zona se encuentran varios miembros de la Irungo Harrera Sarea, la Red de Acogida de Irún. Minutos más tarde, llega un grupo de personas migrantes al punto informativo que la Red ha montado con una mesa y varias sillas. El despliegue tiene lugar a la vista de todos, de los viandantes que van a sus lugares de trabajo o de aquellos que van tomarse el café de la mañana en alguna de las cafeterías que lindan con la plaza. “Consideramos que el proceso migratorio no es nada vergonzoso y que no teníamos porqué escondernos”, subraya Jon Aranguren, miembro de la asociación.
Actualmente, la mayoría de las personas migrantes que llegan a la plaza del Ayuntamiento de Irún ha entrado a Europa por las Islas Canarias y comparte el objetivo de pasar la frontera entre España y Francia. Por su parte, los miembros de la asociación buscan que lo hagan de manera segura y en las mejores condiciones. Según cálculos de la Red, desde 2018 ha atendido a unas 40.000 personas. En la actualidad, pasan por el punto informativo una media de entre nueve y diez personas al día. Aunque el número de migrantes atendidos también fluctúa en función de los traslados desde Canarias a la Península o de la reactivación y desactivación de las rutas migratorias que conectan África con el territorio español. “Ha habido épocas en las que podíamos estar entre 40-50 personas de media y después, dentro de los mismos años, momentos en los que no ha habido nadie, y otros días, tres o cuatro personas”, señala otro de los voluntarios de la Red. En cualquier caso, la cifra de personas que han cruzado la frontera, podría ser mucho mayor, ya que no todos pasan por el punto informativo de las mañanas.
Todo comenzó en 2018 con un cambio en los flujos migratorios. Hasta entonces la mayoría de los migrantes que pretendía llegar a la Unión Europea (UE) optaba por la vía del Mediterráneo Central, generalmente desde Libia o Túnez, con desembarco en Italia o Malta. En esa época, las personas que deseaban llegar a Francia debían atravesar Los Alpes. Pero en 2018, según datos de Frontex, las entradas por esta ruta marítima se redujeron drásticamente en un 80% con respecto al año anterior. Por contra, la ruta mediterránea occidental, la que conecta el norte de África con el sur de la Península Ibérica, fue en 2018 la principal vía de entrada a territorio europeo. Muchas de las personas que habían desembarcado en España, se dirigieron hacia el norte de la Península para llegar a Francia. Además, a finales de 2019 se reabrió la ruta atlántica, que llevaba dormida desde 2006. Las personas que empezaron a llegar por Canarias y que querían llegar a Francia, también optaron por viajar hasta el norte para cruzar de Irún a la localidad francesa de Hendaia.
La reactivación de estas dos últimas rutas, que ha llevado a miles de migrantes a cruzar la frontera entre España y Francia por el País Vasco, trajo consigo un aumento de los controles por parte de la policía francesa. Y con estos controles se evidenció el bloqueo. “En junio de 2018 nos encontramos en un cobertizo de motos de la estación de tren y de bus de Irún a 20-30 chavales negros que llevaban allí varios días y les preguntamos qué pasaba”, revela Aranguren. En ese momento se activó la maquinaria para poder prestar apoyo a los migrantes que se quedaban bloqueados en la frontera. En un primer momento, el colectivo se encargó de preparar comida para unas 70 personas al día y de buscarles un sitio donde dormir y lavarse. Unos meses después, se puso en marcha un centro de acogida temporal gestionado por Cruz Roja que cubre las necesidades básicas de los migrantes en tránsito. Seis años después, la Red continúa activa pero con otras funciones.
El trabajo del colectivo, compuesto por entre 30 y 40 personas activas, comienza por la noche en la estación de guaguas de Irún, donde el grupo Gautxori (pájaro nocturno, en español) espera la llegada de migrantes de los últimos buses procedentes de Madrid, Sevilla o Bilbao, según detalla Aranguren. Los miembros de la Red que se han organizado para acudir a la estación los acompañan al dispositivo de acogida gestionado por Cruz Roja y se les comunica la instalación del punto informativo que tendrá lugar a la mañana siguiente en la plaza del Ayuntamiento. En este emplazamiento se les informa de manera general sobre qué les espera en Europa, las vías para obtener la regularización y se les aconseja que una vez instalados en Francia busquen una ONG que los pueda ayudar.
La clave del punto informativo de la plaza es el asesoramiento sobre cómo cruzar la frontera de manera segura. Los voluntarios proporcionan información a los migrantes sobre el transporte público para llegar a Bayona, primera ciudad después del cruce con un centro de acogida para migrantes en tránsito. Aranguren detalla que se les informa sobre “cómo pueden utilizarlo, qué horarios tienen y dónde están las paradas de autobús”. En este sentido, se les ha recomendado evitar el cruce por lugares en los que ponen en riesgo su vida, como es el paso por el Río Bidasoa. “Ahora ya se les ha borrado de la cabeza el tema del río porque les ha llegado que nueve personas han muerto”, sostiene el activista.
Para hacer el cruce, muchos migrantes llegan a Irún ataviados con un chándal que les ha proporcionado la ONG de acogida y que los asemejan unos a otros o con ropa inadecuada para las condiciones climatológicas de ese día. Por ello, la Red cuenta con un servicio de ropero gracias al cual proporcionan vestimenta apropiada a las personas migrantes. En el local situado a 50 metros de la plaza, una de las voluntarias de este servicio, Charo, una mujer de trato afable, detalla que al venir con “ropa uniformada de ONG” se les ofrece vestimenta que cubra sus necesidades y con la cual también puedan sentirse bien. La ropa se encuentra perfectamente ordenada y dividida por tallas, entre las que predominan plumíferos, gorros o guantes, prendas necesarias para esta zona de la Península. En este día lluvioso y frío, un joven migrante que llegó a Canarias el año anterior ha podido coger un abrigo y unas zapatillas. También proporcionan mochilas, ya que tal y como explica la voluntaria, hay jóvenes que vienen con bolsos que les dificultarían pasar la frontera con facilidad.
Ante la posibilidad de que los miembros de la Red puedan ser señalados por las autoridades españoles, Aranguren reconoce que este asunto supone una peligro persistente: “Con las autoridades tenemos la espada de Damocles, de cuándo al Estado español le interesará criminalizarnos de la misma manera que al Estado francés ha buscado la criminalización de las ONG que hay en el otro lado”, subraya. El activista matiza que esta es una frontera que no comparte las características que tienen otras pero, en cualquier caso, que cumple una función: “Las fronteras solo sirven para defender privilegios. La UE lo que hace no es tanto en las fronteras internas sino en las externas, para seguir protegiendo el reducto de Europa, nuestros privilegios con respecto a África o Latinoamérica”.
Las manos que acogen al otro lado de la frontera
Un tiempo frío y lluvioso y un cielo gris oscuro contrastan con la calidez y los dibujos de colores amarillo, verde y rojo que reinan en un espacio de atención a personas migrantes en Bayona. La asociación Diakité gestiona este local donde los jóvenes migrantes que ya residen en el municipio, y sobre todo los que han llegado de Irún y después de Hendaia, ponen la primera piedra de la que será su vida en Francia. “Este es un punto de anclaje. Es el primer lugar en el Estado francés donde los han acogido”, recalca Lutxi Bortayrou, una de las integrantes de la asociación. Para la mayoría de los migrantes, Bayona vuelve a ser otro lugar de paso como ya lo fueron Irún y Hendaia, ya que muchos se trasladarán en guaguas a Marsella, Lyon o París.
Por este espacio pegado a la calle, con dibujos de las banderas de Senegal o de Guinea Conakry, pasan muchos jóvenes cuyos primeros pasos en suelo europeo los dieron en Canarias. En la actualidad, son la mayoría. Como los de Issa y Mamadou, que residen actualmente en Bayona. Son de Guinea Conakry y llegaron a Gran Canaria en noviembre de 2023. Recuerdan su estancia en el Canarias 50, sus tardes por el paseo de Las Canteras y algunas palabras que aprendieron en las clases de español que impartían en el centro y que ahora usan durante esta conversación. La mayoría de los chicos proceden de países francófonos como Mali, Costa de Marfil, Guinea Conakry o Senegal.
Entre las risas compartidas de todos los jóvenes que acuden alguna de las cuatro veces que abre el recurso a la semana, los voluntarios les proporcionan un cambio de ropa para quien lo necesite, un kit de higiene con gel y champú para quienes vayan a continuar su camino, asistencia sanitaria básica e información sobre varios asuntos como la ley de extranjería francesa, la acogida de menores y asociaciones que prestan ayudan a los migrantes. Lutxi remarca que la labor de la entidad es sobre todo de urgencia. “Cuando ves a chavales de 15 años que sabemos que van a vivir en la calle, que van a tener trabajos donde los van a explotar, te da pena, pero hay que ayudarles”, recalca.
Una de las primeras sonrisas que reciben los migrantes viene precisamente de esta voluntaria que se inició en la asociación desde que se puso en marcha. Recuerda cómo en 2018 muchos migrantes comenzaron a bajarse en la parada de guaguas de Bayona con el propósito de seguir su camino a diferentes ciudades francesas. Cuenta que en ese momento la gente se movilizó y solicitó al alcalde de la ciudad la apertura de un centro donde los migrantes pudieran dormir y comer antes de continuar su viaje. “El alcalde ya se lo estaba pensando y hubo una contestación muy positiva”, sostiene Lutxi. Este recurso, gestionado por el Ayuntamiento de Bayona, es un centro de tránsito en el que los migrantes pueden permanecer unos días antes de proseguir su viaje por Francia. Además, la voluntaria añade que el alcalde también incorporó una parada de guagua delante del recurso para que los migrantes tuvieran un mejor acceso al transporte público. En esas mismas fechas es cuando surge la asociación que tomó el nombre de uno de los jóvenes a los que prestaban ayuda: “A uno de los primeros chicos que llegó le preguntamos su nombre y nos dijo Diakité. Pues entonces nos vamos a llamar Diakité”, rememora.
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