Militares españoles llevan atención sanitaria a personas que “no han visto un médico en su vida”

Los pacientes se llevan radios, toallas y ollas, además de revistas con las que se intenta concienciar del apoyo a la Policía afgana

QALA-I-NAW (AFGANISTÁN), 27 (de la enviada especial de EUROPA PRESS, Laura Caldito)

Casi un centenar de hombres y mujeres, rodeados de niños, han pasado este lunes por el consultorio médico instalado por militares españoles junto a Timuri, una pequeña aldea al norte de Qala-i-Naw, donde está la principal base del contingente en Afganistán. La atención sanitaria a personas que jamás han pisado un hospital es una herramienta más de la 'batalla' por ganarse a la población y sirve como enganche para, con ese contacto, transmitirles la necesidad de apoyo a las Fuerzas de Seguridad afganas.

“No creo que hayan visto un médico en su vida”, así de contundente lo ha expresado el jefe del equipo médico, el comandante Jorge Villarta, mientras veía pasar hombres, mujeres y niños por la tienda de campaña instalada en un momento junto al cauce seco de un río, a unos metros de la entrada de Timuri. Junto al capitán médico Pedro Pablo Morales y los tenientes enfermeros Mónica Martín, Jordi Vidal y Alejandro Baro, han ido escuchando uno a uno a los enfermos, la inmensa mayoría con problemas digestivos.

Para llegar hasta esta pequeña localidad situada en la ruta Lithium, el contingente español ha recorrido unos 27 kilómetros en dos horas y media, con un convoy militar formado por 15 blindados, a la que se han unido en Timuri más de 30 militares españoles procedentes del puesto avanzado de combate de Ludina, un poco más al norte.

Por el camino, el convoy se ha detenido hasta en tres ocasiones para descartar la presencia de artefactos explosivos improvisados (IED) en zonas en los que suelen aparecer. En estas paradas la atención de los tiradores de los blindados y de los jefes de vehículo se extrema aún más, para evitar cualquier incidente.

Saben que en cualquier momento puede comenzar un hostigamiento, aunque todos los militares descartan que los insurgentes vayan a enzarzarse en “un cara a cara”. “No se atreven a disparar de cerca, lo hacen siempre desde más de un kilómetro, porque saben que nuestros medios son muy superiores”, explicaba un sargento con el fusil preparado.

HAY QUE LLEGAR SIN AVISAR

Antes de que el peculiar consultorio médico estuviese montado ya esperaban fuera cerca de cuarenta personas, en su mayoría hombres porque militares del Ejército afgano habían acudido poco antes para anunciar que iban a tener atención sanitaria. Este tipo de operaciones no se pueden anunciar con más antelación, para que los que esperen no sean también otros.

El primer hombre en pasar al consultorio -con el número 1 de los papelitos entregados para evitar aglomeraciones-- era un hombre que decía tener 35 años, aunque con apariencia de 60 y con una reacción alérgica. Junto a él, llevaba a una niña de unos seis años que no paraba de guiñar los ojos porque, según explicaba el padre, “durante el día no puede ver”.

Casi todos los pacientes acudían con varios menores, como una viuda que decía cuidar a niños de su familia, que ha entrado rodeada de siete. También ha habido alguno que ha llegado dos veces, eso sí, con camisetas diferentes para intentar engañar a los sanitarios y recoger dos veces el paquete de regalos que reciben a la puerta de la tienda. “Pero si a éste ya lo hemos visto”, comentaba un teniente enfermero.

Con ayuda de los intérpretes han entendido sus dolores y les han explicado el tratamiento a seguir, aunque con dudas de que lo sigan a rajatabla. “Hay veces que les das calmantes, les explicas que deben tomar uno tres veces al día y un día después vuelven a pedir más pastillas porque se las han tomado todas juntas y piensan que así se les pasa antes el dolor”, explicaba el teniente Baro.

Junto al equipo médico ha permanecido en todo momento un sanitario afgano, miembro del Ejército al que están instruyendo los militares españoles, del mismo modo que los equipos de asesoramiento hacen con policías y militares, para que tenga unos mínimos conocimientos de atención sanitaria. Según indicaba el teniente Baro, la Brigada afgana de Ludina cuenta con un médico militar que ha estudiado en Kabul, pero el resto del equipo es gente sin formación, a la que los españoles tratan de enseñar lo más básico.

A la salida de la tienda esperaba a los atendidos un equipo de operaciones psicologicas (PSYOPS), para entregarles radios, toallas, cazuelas y gel higienizante de manos a los adultos, además de la revista que ellos preparan con noticias y consejos médicos, pero también con el mensaje de que tienen que apoyar a sus fuerzas de seguridad para acabar con la insurgencia.

También ha aprovechado la visita el equipo de Cooperación Cívico Militar (CIMIC), que hoy quería celebrar una 'shura' con los ancianos de la aldea, pero que se ha tenido que conformar con charlar sólo con uno de ellos, porque el resto no estaban. Eso sí, primero han tenido que esperar a que se desplazara en burro hasta el consultorio y fuera atendido de sus dolores de articulaciones.

Ya después, el jefe del CIMIC se ha sentado en el suelo frente al anciano y con ayuda de un intérprete le ha preguntado por los problemas de su pueblo, principalmente relacionados con la falta de agua potable. El comandante Cabrera le ha explicado que mandarán arreglar el pozo que se les ha estropeado y también le ha preguntado por la presencia de insurgentes.

INSURGENTES “CON LA CARA TAPADA” Y POR LA NOCHE

El anciano le ha dicho que cuando hay presencia de policías o militares afganos no se acercan, pero ha indicado que a veces van por la noche, “con la cara tapada”, y ellos no saben quiénes son ni tienen modo de avisar. El comandante le ha pedido que les haga una visita cuando vaya a Qala-i-Naw. “Le deseo lo mejor, nos volveremos a ver”, se ha despedido.

El equipo CIMIC ha aprovechado el camino de vuelta a la base principal y ha parado en una localidad para que el comandante Cabrera hablara con el director de un colegio en el que ha habido algún problema con el empresario afgano al que se había contratado para hacer unos arreglos. Mientras tanto, todo el convoy ha permanecido detenido junto a la carretera, antes de reanudar la marcha para llegar sin ningún incidente a Qala-i-Naw.

En el convoy de este lunes también ha viajado la teniente Rebeca Galei, asesora de género y coordinadora de los equipos de enlace con la población civil femenina. El de hoy estaba formado por la sargento Carolina Montañana y la soldado Ruth Pozo, que tienen labores muy diferentes en la base y que salían por primera vez con el objetivo de contactar con las mujeres.

De hecho, la sargento Montañana, que trabaja en logística, no había abandonado nunca la base desde su llegada a Afganistán y afrontaba con “mucha ilusión” esta tarea de llegar al sector “más marginado de la sociedad afgana”. “No se las toma en cuenta”, insistía, consciente además de que para llegar a ellas hay que hacerlo “suavemente, con una actitud muy positiva”.

Mientras las mujeres esperaban a ser atendidas, la sargento Montañana y la soldado Pozo -que sí había salido antes de la base, como tiradora de un blindado-- se acercaban para preguntarles por sus hijos, que ellas mostraban con orgullo, pendientes de que no se aproximara hasta su grupo, un poco más alejado de la tienda, ningún hombre.